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Los listos y nosotros

Ana Rosa Quintana. MARISCAL-EFE
photo_camera Ana Rosa Quintana. MARISCAL-EFE

Nosotros los listos


Después de una larga jornada electoral siempre aparecen los listos, que son esas personillas que se entretienen señalando a los demás como culpables de que su opción política, la única buena y verdadera, haya caído en desgracia. Como no quiero ofender a nadie, voy a poner de ejemplo lo ocurrido en Madrid y las reacciones de algunos madrileños listísimos que a estas horas están repartiendo carnés de buenos y malos ciudadanos en las redes sociales: se ve que tienen un rato libre después del recreo. La izquierda madrileña, quizás la más lista de cuantas campan por España, utilizó gran parte de la campaña en atacar a Ana Rosa Quintana, Pablo Motos, la Liga Nacional de Fútbol y a uno de los Roig, creo que el de Mercadona. Me refiero a la izquierda perita, a la izquierda que mira por encima del hombro al PSOE y promete a sus ciudadanos cambiarles la parrilla de televisión porque, mire usted, señora, esto de Ana Rosa no se puede consentir. Y como no, estos mismos listos insisten hoy en culpar a Chabelita Pantoja y a dos hormigas de trapo de su incontestable derrota porque, aunque son gente versadísima, sustentan todas sus conclusiones en premisas muy sencillas: el sistema está amañado y hay que ser uno de los listos para comprenderlo, denunciarlo y ponerse a contar los likes de otros listos que, como ellos, se pasan las mañanas denunciando las patrañas de Ana Rosa en lugar de estar trabajando.

El modelo


Parece evidente que el votante de Pontevedra no compró las urgencias de Miguel Anxo F. Lores con respecto al modelo. Si realmente estuviera en riesgo, como aseguró el alcalde durante toda la campaña, tendríamos una mayoría ciudadana a la que no le importaría esto ni medio pimiento de Arnoia, algo difícil de creer. Puede haber ocurrido, sin embargo, que la ciudadanía no le haya comprado ese capote electoral a Lores y decidiera penalizar otras cuestiones: eso nadie lo sabe salvo los muy listos, que aquí también los tenemos. Lo que no ofrece discusión es el resultado final, con el BNG dejándose a Carmen Fouces y Alberto Oubiña por el camino y ahondando en esa pérdida de apoyos a la que ya apuntaban los anteriores comicios. Y con una marca claramente al alza en el resto de Galicia, lo que todavía hace más necesaria una pronta y profunda reflexión. La merece la ciudad y la merece, también, el alcalde que le cambió la cara y le dio la oportunidad de elegir qué tipo de Pontevedra queremos ser.

Rueda el mundo Rueda


Cuando Alfonso Rueda fue nombrado presidente de la Xunta de Galicia se repitió hasta la saciedad un mensaje muy marcado y claramente malintencionado: era un candidato gris, casi un cero a la izquierda, un político sin alma, discurso, recursos ni apoyos. Por no tener, no tenía ni el control de su propia diputación, decían algunos. Y no hace tanto de aquello, por lo que uno se imagina a esos acusadores un tanto avergonzados con lo ocurrido. No les queda otra. Han perdido contra un rival que no estaba a su altura, que no era de su talla, y por lo tanto deberían entregar sus actas e irse a casa, a la empresa privada o a cualquier otro sitio en el que no tengan que volver a cruzar espadas con un Rueda que, desde la calma y sin forzar en exceso la máquina, les ganó el combate con una cucharilla de helado.

Derogar el Sanchismo


Lo sucedido con Rueda se puede extrapolar a Sánchez, a quien le llevan diciendo que es un presidente indigno desde el día uno de su primer mandato. ¿Y si volviese a gobernar? ¿y si España le volviese a dar los apoyos necesarios para dormir, bien o mal, otra vez en la Moncloa? Menudo trance sería ese para quienes llevan insistiendo en la idea de que España son ellos y los demás, apenas tristes españoles, que es una manera como otra cualquiera de perpetuar la enorme distancia que siempre existirá -afortunadamente- entre los listos, los más listos todavía, y nosotros.

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