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Llenarse de balón

El ministro de Consumo, reunido esta semana con un sindicato agrario.
photo_camera El ministro de Consumo, reunido esta semana con un sindicato agrario. EFE

Lunes


¿Recuerdan a Albert Rivera, aquel chico bien parecido que lideró el supuesto centro político español aupado por los grandes medios, el IBEX 35 y los distintos grupos de ultraderecha que campaban a sus anchas por la península, a la búsqueda de un nuevo Mesías? Yo sí, seguramente porque hoy ha compartido en su cuenta de Twitter un mensaje de tintes claramente xenófobos, a raíz de la polémica surgida con el tenista Novak Djokovic y su detención en Australia. Rivera, Albert, es la representación perfecta de aquella frase tan futbolera: "llenarse de balón". Con todas las cartas en la mano para formar gobierno con el PSOE, ocupar una vicepresidencia y aplicar políticas de supuesto centro, prefirió ir a la guerra para liderar el espectro de la derecha y cayó como un juvenil ante un Pablo Casado que ni siquiera sería titular en un once histórico de los mejores primeros espadas nacionales del Partido Popular, lo cual es mucho decir porque, si no me fallan los cálculos, ni siquiera suman once en total, al menos en democracia. Se llenó de balón, como digo, y ahora farandulea, por aquí y por allá, a la espera de un rechace o un balón perdido, como un nuevo tanque cualquiera sin más futuro que el concedido por un instante de brillo pasado..

Martes


Rivera pertenece a aquella nueva-vieja generación que venía a regenerar la política y lo dejó todo perdido de palabrería y gestos vacuos como olerle la cabeza a un cachorro de perro, mostrar un adoquín en televisión o enseñarnos a escuchar el silencio. De aquella camada salió también el hoy ministro Alberto Garzón, que se ha metido en la enésima polémica estéril por no ser capaz de discernir los buenos argumentos de los malos momentos. Poco hay que discutir a su afirmación de que la ganadería extensiva debería prevalecer sobre la intensiva pero, una vez más, se le olvida que ya no es un político en la oposición, y sí un alto cargo con responsabilidades, entre ellas, la de hacer que dichas explotaciones cumplan las normas o, de ser insuficientes para garantizar la calidad de su producción, modificarlas. La llorera, que es un arte al que Garzón le está sacando toda la punta posible, no sirve de nada cuando uno olvida que hace ya un tiempo le dieron un maletín ministerial a cambio de -oh, sorpresa- dejar el chupete.

Miércoles


La RFEF se lleva la Supercopa de España a Arabia Saudí por tres razones, no importa lo que diga su presidente, José Luis Rubiales, en las entrevistas que concederá de aquí al próximo domingo, día en que se juega la final: dinero, dinero y dinero. Hablar de aperturismo en un régimen que cuelga de grúas a los homosexuales, prohíbe conducir a las mujeres y las sigue denigrando a un mero papel ornamental de florero (eso con suerte, pues los floreros pueden entrar en los estadios el resto del año, no solo cuando los visitan los grandes de la Liga Española a cambio de petrocheques). El fútbol, por obra y arte de sus principales dirigentes, se ha convertido en un cenagal en el que todo se justifica con buenas palabras mientras los hechos lo retratan cada vez más como el último vestigio de un tiempo al que solo los más retrógrados y oscuros desearían volver por la sencilla razón de que el futuro no les gusta, no les conviene o , sencillamente, no lo entienden.

Jueves


Agárrese los machos, amigo autónomo: el Gobierno, según hemos podido saber hoy, planea una un nuevo sistema de cotizaciones para los autónomos que solo puede comprenderse si las intención última de Pedro Sánchez es entregar la presidencia del Gobierno a Pablo Casado. A un pobre diablo que, como yo, facture algo más de mil euros al mes, la nueva tabla le adjudica un pago mensual de 351,90 euros, lo que sumado a las retenciones, los gastos de producción, el alquiler y demás vicios de precario, me dejarían en menos de 200 eurillos al mes para comer, vestir y, malamente, sobrevivir. Si este es el gobierno de las clases humildes, no me quiero imaginar cómo será el otro.

Viernes


Que Boris Johnson y su equipo de gobierno instaurasen los "Viernes del vino" durante los meses más restrictivos de la pandemia es una de esas anomalías que no terminamos de ver del todo mal, seguramente porque todos nos sentimos medio humanos y hay un tipo de errores en política que perdonamos con mayor facilidad que otros. Si hubiesen optado por los "Viernes del club de lectura", o por los "Viernes de la calceta", el lío sería morrocotudo pues, a las reuniones no recomendadas habría que sumar el componente de la productividad y, ya se sabe, no hay nada peor que un político productivo -ni tampoco más peligroso- si acaso uno que no beba, que no baile y que se haya pasado toda su carrera llenándose de balón.

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