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Madrid, capital Murcia

Pablo Iglesias, candidato de Unidas Podemos a la presidencia de la Comunidad de Madrid. MARISCAL (EFE)
photo_camera Pablo Iglesias, candidato de Unidas Podemos a la presidencia de la Comunidad de Madrid. MARISCAL (EFE)

Lunes


Es increíble la que ha liado Murcia por atreverse a robarle un poco de protagonismo a Madrid. No le ha hecho falta más que anunciar un par de mociones de censura y encabezar las noticias de la mañana -por primera vez en diez años, así a bote pronto- para despertar a la bestia centralista que todo lo absorbe, principalmente los focos. Isabel Díaz Ayuso, que es como la diosa Cibeles pero sin cuadriga, no tardó más que unas horas en disolver la Asamblea de la Comunidad, convocar elecciones, quemar a sus socios de Ciudadanos en una pira funeraria y revertir así una situación totalmente anómala: si Murcia aspira a copar titulares, que se abone a las catástrofes naturales, siempre y cuando no coincidan en el tiempo con la llegada de un frente frío a Madrid.

Martes


Isabel Díaz Ayuso es mucho más que una política: es una borrasca. Pero no una cualquiera. No una de esas que dejan algo de lluvia, tumban cuatro árboles y provocan algún atasco, no. Ayuso es al Partido Popular lo que Tormenta era a los X-Men del Dr. Xabier, una fuerza incontrolable y magnética, capaz de gobernarse por sí misma sin que nadie le diga lo que tiene que hacer. Para eso tiene a su Pepito Grillo particular, uno belicoso con voz aflautada y alma de Lobezno, curtido en el barro mediático del aznarismo, las tertulias de televisión y los reservados de los mejores restaurantes. Miguel Ángel Rodríguez ya no es el chaval con pinta de señor mayor que recordamos: ahora es un señor mayor con alma de chaval y eso se traslada a Ayuso, capaz de interpretar como nadie ese papel insondable que el asesor estrella de la derecha clásica ha diseñado para ella y nadie más que ella.

Miércoles


“Si te llaman fascista es que estás en el lado bueno de la historia”, le dijo esta mañana Isabel a Ana Rosa. Más que una entrevista, aquello fue una charla entre heroínas, dos aliadas que se sientan frente a las cámaras para demostrarle al mundo que están por encima del bien y del mal, de los profano y lo divino. Si algo bueno tiene Ayuso -de Ana Rosa no diré nada por respeto a mi madre, que le tiene verdadera devoción- es que retrata como nadie a una izquierda que hace aguas en cuanto se le exige un poco. Aquel rojerío canalla y deslenguado que conocimos algunos en los ochenta, ha dejado paso a una suerte de ursulinas que se pasan el día escandalizándose, apretando muy fuerte los puñitos y protestando al árbitro todas las jugadas. Por alguna razón que se me escapa ha perdido el sentido del humor y, lo que es más dramático, el del espectáculo. Ahora todo es fascismo para ellos, monótonos y repetitivos como un yoyó ahogado en su propia cuerda, un juguete roto en manos de una política canchera, con mirada de niña revoltosa y absoluto desprecio por el qué dirá la gente.

Jueves


Isabel Díaz Ayuso vs Pablo Iglesias, la versión cañí del combate del siglo, nuestro Thrilla in Manila particular, al menos en la cabeza del líder de Unidas Podemos. Unidas, unidas… Cada vez que las cámaras ponen el foco en cualquier sarao al que deba apuntarse la formación morada, Iglesias salta al ruedo como la gran esperanza del feminismo, las mujeres, las valkirias y hasta las focas hembra. “Apartarse que ya voy yo a evitar que os pisen lo fregado”, parece decir en cada arrebato de líder mesiánico. Debe ser muy difícil ser Pablo Iglesias y sentir el peso de la historia sobre tu cabeza cada cinco minutos, sentirse obligado a levantar de su asiento a Rosa Parks todas las mañanas y salir luego a explicar que todo lo hizo por su bien. Si de Albert Rivera decían algunos que era Kennedy, de Iglesias podríamos decir que es Jackie pero con ropa más de andar por cada, más de desayuno frugal.

Viernes


Como no podía ser de otra manera, su decisión de abandonar la vicepresidencia del Gobierno para liderar la resistencia ha desembocado en un cachondeo nacional al que se ha apuntado todo el mundo, desde sus viejos brothers in arms enrolados en Más Madrid hasta la propia Isabel Díaz Ayuso que, preguntada a este respecto, respondió: “Pablo Iglesias está acabado. No pienso dedicarle ni un solo minuto”. Y no lo hizo. Le dedicó esas diez palabras, ni una más, y luego se quedó mirando al tendido como José Tomás cuando metía un pase por bajo y le daba absolutamente igual dónde se había quedado el toro. Mucho tendrá que apretar el PSOE si quiere evitar un nuevo gobierno de IDA porque de Iglesias no debería esperar muchos más que algún que otro disgusto de aquí al día de las votaciones. Tampoco descartemos que todo haya sido una maniobra de distracción y lo que de verdad anhele el pope de Podemos sea gobernar Murcia.

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