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Matar una lubina

Santiago Abascal, el líder de Vox, escoltado en su mitin en Lugo. ELISEO TRIGO (EFE)
photo_camera Abascal, el líder de Vox, escoltado en su mitin en Lugo

Lunes
Hay una parte tan infantilizada de la izquierda que, simplemente, no pude hacer otra cosa que no sea alimentar a la ultraderecha con sus jueguecitos de campaña. A la representada por Vox, que guste o no es un partido legalizado, la esperan con ganas allá por donde pasa y lo que debería ser un acto desangelado, con apenas cuatro gatos y cero trascendencia, se convierte en noticia por obra y gracia de quienes aseguran combatirla: una jugada maestra, chavales.


Martes
Uno de mis placeres ocultos en campaña es el de pasearme por la Alameda y echar un vistazo a los carteles de las diferentes formaciones, epicentro de la movida cartelera y otros tipos de propaganda electoral. De joven, cuando era rebelde e irresponsable, me gustaba tirar de rotulador y pintar bigotes o gafas a los políticos de turno. Era una forma de expresión aprendida en el bar de mi abuelo, donde el Señor Luis, Saturno y algún otro ocupaban la mañana tuneando a bolígrafo las fotografías que salían en la prensa. Recuerdo uno en particular, de Manuel Fraga, al que dejé tan coqueto con una flor en el pelo y los labios gruesos, como de corista cubana, que al día siguiente volví al lugar del delito para arrancarlo y llevármelo a casa. Lo único que logré fue romperlo y, a mi manera, contribuir a una de sus mayorías absolutas, supongo.

De los expuestos este año, llaman la atención el de Beatriz Pino (un amigo mío dice que le parece excelente esa idea de que la candidata mire a sus futuros votantes por encima del hombro) y el de Luis Bará, perfecto representante del pontevedrés medio que se va haciendo joven con la edad. "Gafas de sol y leyenda de Thug Life", piensa mi cabeza de artista callejero. Pero hace calor, no llevo rotulador encima y, aunque sea mentira, me gusta mucho repetirme a mí mismo que por fin he madurado.


Miércoles
Otro que se va haciendo joven con la edad es Tino Fernández, que se presentó al mitin central del PSdG en A Ferrería como si acabara de asar un churrasco. Descamisado y feliz subió Tino al escenario para hacer una defensa encendida de las propias siglas y el orgullo de ser socialista, quizás el discurso más aplaudido de la tarde hasta que Gonzalo Caballero tomó la palabra. Desde la distancia, por cierto, los distintos oradores tuvieron que hacer frente al escrache continuo de varios vagabundos que voceaban consignas con latas de cerveza en la mano. "Cómo vas a ser socialista si no trabajaste en tu puta vida", le gritó uno de ellos a Pedro Duque. "¡Viva el PP!", bramó otro más tarde. Fue ahí cuando me acerqué a Iván Puentes y le dije que aquello empezaba a parecer organizado. "No descartes nada", me contestó dejándome con la sonrisa en la boca mientras se acercaba a la mesa de sonido para dar instrucciones.


Jueves
Cota y yo nos hemos ido a comer con Goyo Revenga, que se presenta a la cita haciendo apología de su oficio: con gafas de diseño atrevido, perfectas para un Elton John que se crea Castelao o viceversa. El desencanto de Revenga con el que fuera su partido es patente y comprensible, incapaz de comprender en qué ofendió un acuerdo que es bueno para los pontevedreses y con un voto, el suyo, que no tenía ningún valor a efectos matemáticos. Hablamos de política, de fútbol y, sobre todo, de gastronomía. "¿Sabéis como matar una lubina para hacer un buen ceviche?", nos preguntó en un momento de la conversación. No sé a Rodrigo pero a mí me pareció una metáfora casi perfecta de los últimos movimientos de Ciudadanos en la provincia.


Viernes
La noche pontevedresa empieza a recuperar el pulso y se hacía imprescindible comprobarlo de primera mano: mala decisión. El confinamiento solo nos ha servido para olvidar el alto precio que solíamos pagar al día siguiente, en forma de resaca... Pero eso será mañana. Ahora mismo, solo cuenta ver a los viejos amigos y ponerse de acuerdo en las nuevas formas de abrazarse.


Sábado
Pablo Casado se ha paseado por Pontevedra disfrazado de Rafa Domínguez y en compañía de Alfonso Rueda o Ana Pastor, entre otros. Tejanos gastados, cinturón negro de hebilla plateada, zapatillas de deporte, camisa blanca... Si a todo esto sumamos la mascarilla de rigor, distinguirlos desde la distancia resultaba prácticamente imposible. ¡Menos mal que tenemos un viejo truco que nunca falla en estos casos! Obligarlos a decir "Sanxenxo" para desempatar. Porque, dios no lo quiera, imaginen que van y, así a lo tonto, nos dan el cambiazo.

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