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Romances

Solo un idiota puede estar en contra de los bares
Emmanuel Macron. EFE
photo_camera Emmanuel Macron. EFE

Lunes

Repasando el último discurso de Emmanuel Macron, me acordé de aquellos días en que una parte de la prensa española se dedicaba a compararlo con Albert Rivera. Bien, para ser justos habría que decir que era lo contrario: se comparaba a Rivera con Macron, lo que tampoco le hacía demasiada justicia al francés pero suaviza un tanto la perspectiva. Su valentía y defensa de la libertad ha sido aplaudida por casi todos los demás líderes europeos -el casi es Pedro Sánchez, vaya por dios- que ya no pueden seguir poniéndose de perfil en una lucha que nos concierne a todos. El islamismo radical no tiene sitio en una Europa que, durante demasiado tiempo, ha mirado hacia otro lado en nombre del multiculturalismo y la tolerancia, un error garrafal que nace de cierta incapacidad para distinguir entre un musulmán y un islamista. También de un complejo paralizante y, por qué no decirlo, de intereses económicos en países que alientan y financian el radicalismo ideológico dentro de nuestras propias fronteras. Está en juego la libertad, como bien apunta Macron: un concepto tan manoseado que algunos no sabrían distinguirla aunque les golpease su dura cabeza de fascistas.

Martes

A mi padre le cae bien Donald Trump aunque no sabe explicar exactamente el por qué. En su día vivió la política tan de cerca que salió corriendo, motivo por el cual no suele perder demasiado tiempo con ella, mucho menos si eso implica estar pendiente de lo que suceda al otro lado del Atlántico. En las raras ocasiones que me concede cinco minutos para hablar del tema, escucha con atención todos mis ataques al todavía presidente americano y cuando termino de hablar siempre me responde lo mismo: "la gente le vota". Y, claro, tiene razón. Empiezo a pensar que la prepotencia pseudointelectual que nos gastamos algunos puede estar detrás de las simpatías que acumula Trump, incluida la de un padre cuyo hijo, rey de los pretenciosos, no calla ni debajo del agua : bendito sea.

Miércoles

Parece que el recuento electoral en los Estados Unidos se prolongará durante varios días más, lo que ha dejado el despliegue informativo de los grandes medios en una situación de cierto desamparo. A nuestro Xabi Fortes lo vistieron en TVE como si fuese a oficiar una boda mientras su principal competidor, Antonio García Ferreras, salió a escena con la ropa de siempre y una cortinilla en la que un supuesto americano decía su nombre con acento yankee. Como no podía ser de otra manera, el partido se lo llevó Fortes por goleada con la única deserción conocida de Rafa Domínguez, que se decantó por la CNN y me puso en bandeja los elogios públicos de Guille Juncal: "Por eso eres mi Rafa favorito", escribió a la una y ocho minutos de la madrugada mientras su jefe nos tomaba la matrícula para futuras escaramuzas tuiteras.

Jueves

Mientras el mundo libre sigue pendiente del resultado en las elecciones americanas, aquí en Pontevedra se comparte por redes un vídeo en el que María Rey no deja títere con cabeza, desatada en sus críticas a las diferentes administraciones en la gestión de la pandemia. Más allá del contenido, a mí me gusta el momento en que María termina su discurso y pulsa el botón de stop. Es un gesto primoroso, de diva absoluta, pues acompaña el movimiento del cuerpo hacia el dispositivo electrónico con un rictus impenetrable, de jugadora experta. Es ese tipo de expresión corporal que sirve para todo, desde amonestar a un alcalde hasta encargar el secuestro de Goyo Revenga, por ejemplo… ¡Y qué gran novela sería esa! ¡Y qué fantástica super villana sería ella!

Viernes

Hoy cierran los bares, que son nuestras segundas y terceras casas por más que se ofendan los intelectuales de despachito francés y soledad agonizante. Durante un mes, nos veremos privados de una serie de pequeñas costumbres que dan sentido a nuestras vidas: leer el Diario de Pontevedra mientras nos tomamos un café, charlar de todo y de nada con desconocidos, dejar que el camarero nos mime, alimentarnos a base de tapas, pedir que se suba el volumen del televisor, jugar la partida, llorar nuestras penas, celebrar las alegrías… Solo un idiota puede estar en contra de los bares, que acumulan más literatura entre sus paredes de la que cualquier centinela espiritual de occidente pueda masticar: volveremos, aburridos de balcón.

Sábado

Hoy ha sido un gran día para quienes seguimos con máxima expectación el romance que se ha establecido entre Tino Fernández y Guille Juncal, dos galanes de telenovela que se enzarzan en una tórrida historia de desamor a cuenta del deporte federado y no federado. Quizá no sea el tipo de contenido que triunfaría en Netflix pero a mí me tiene enganchadísimo este combate generacional e ideológico en el que saltan chispas día sí y día también: seguiremos desinformando.

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