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Sweet home ¿Alabama?

Vista general del Parlamento de Galicia durante la segunda jornada de la sesión de investidura. PEPE FERRÍN / AGN
photo_camera Vista general del Parlamento de Galicia durante la segunda jornada de la sesión de investidura. PEPE FERRÍN / AGN

Lunes

El infierno debe parecerse mucho al aeropuerto de Manchester, que es una especie de discoteca sin gracia en la que las colas para los controles de seguridad dan varias vueltas a la misma columna y te exige plantarte allí con varios días de antelación para asegurar que no vas a perder el avión. Después de varias horas de penitencia, finalmente subimos al aparato, pero en tierra se quedan 27 pasajeros que miran desde una cristalera cómo la aerolínea descarga sus maletas y les arruina un reencuentro con la familia, una entrevista de trabajo, unas vacaciones... Lo que fuera que aquella buena gente viniera a hacer a España. Se le quitan a uno las ganas de viajar, de acercarse a otras culturas y de comer fish and chips para el resto de la vida pero, por suerte, Manchester no es solo un aeropuerto e Inglaterra una tierra más acogedora que lo que sus leyes parecen indicar.

Martes

El Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo (TEDH) viene de confirmar lo que ya había avanzado a principios del año: que el etarra Xabier Atristain no tuvo un juicio justo tras haberse entregado a las autoridades, allá por el año 2010. El papelón es importante porque todo parece indicar que este no será el primer ni mucho menos el último fallo de idéntica naturaleza en los próximos meses, así que habrá que acostumbrase a la imagen de históricos etarras saliendo de prisión con derecho a ser indemnizados. Y todo porque a un grupo de señores les pareció bien saltarse las garantías que debe ofrecer un sistema democrático para que la justicia no se convierta en venganza, por muy justificada que esta nos pudiera parecer en aquel panorama social tan oscurecido por el terror que nos inspiraba ETA.

Miércoles

"Sólido y solvente" vieron sus compañeros de bancada el discurso de Alfonso Rueda, mientras que la oposición lo consideró "complaciente": nada nuevo bajo el sol. La política se ha convertido en un espectáculo tan previsible, de análisis a la carta, de consumo interno, que a uno se le quitan las ganas de realizar cualquier aportación, absolutamente convencido de que hasta las opiniones más personales son tratadas con el mismo trazo gordo en cuanto salen publicadas. Dicho esto, el discurso de Rueda me pareció previsible, que es lo mejor que puede hacer un presidente continuista en un país tan inmovilista como Galicia. ¿Qué esperaban sus rivales políticos? ¿Que anunciase la nacionalización de la AP-9 y la expulsión de los castellano hablantes? Si la respuesta es sí, podría darse el caso de que alguien esté confundiendo a Alfonso Rueda con otra persona y al PP con otro partido, lo que no dejaría de tener cierta gracia porque ambos llevan casi tres lustros sin moverse del sitio.

Jueves

Mientras Luis Álvarez nos regalaba una excelente radiografía de Bangladesh, no de Galicia, Ana Pontón se plantó en la tribuna para ensayar un futuro discurso de investidura. Para mi gusto iba bien hasta que nombró a Rosa Parks, que es una referencia peliaguda en según qué contextos, me explico: hay momentos y momentos para remitirse a su lucha, a su gesto, pero no se puede manejar a conveniencia ni manosear en exceso o corremos el riesgo de desvirtuar su importancia histórica. ¿Qué pinta Rosa Parks en el parlamento gallego y en pleno año 2022? Nada de nada, salvo que uno viva convencido de que Galicia se parece en algo a la Alabama de 1955 o que la expresión del liderazgo se haya convertido en un baile de disfraces con poca, muy poca imaginación y menos gracia.

Viernes

El concepto "festa rachada" se queda corto para explicar lo que hoy se ha vivido en Campelo, que llevaba sin fiestas desde antes de la pandemia y salimos a bailar con el hambre acumulada. Por unas horas no fuimos es pueblo que luce casi desierto de lunes a domingo, estrangulado por una reformas inacabadas que no resultan del todo atractivas ni a los vecinos ni al visitante, que pasa de largo por la sencilla razón de que casi nunca encuentra dónde parar. El plan de la Diputación, que nos llenó de aceras y nos lavó aquella cara de pueblo tercermundista, necesita completarse pronto y completarse bien para que Campelo vuelva a recuperar algo de aquel bullicio en el que nos criamos yo o Marga Caldas. El nuestro tiene que volver a ser un pueblo en el que la gente venga a vivir, a disfrutar, a comprar, y no tanto a dormir: un pueblo, por fin, para todos.

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