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Todos mis amigos se llaman Cayetana

Cayetana Álvarez de Toledo. RICARDO RUBIO (Efe)
photo_camera Cayetana Álvarez de Toledo. RICARDO RUBIO (Efe)

Lunes:

Que Cayetana Álvarez de Toledo llegó a la política para representarse a sí misma era algo que se podía intuir desde el principio, aunque no se confirmara hasta casi el final. La vocación pública de servicio resulta del todo incompatible con su naturaleza aristocrática, sus taras empáticas y ese almíbar intelectual con el que se empeñaba en impregnar todas sus intervenciones como portavoz del grupo Popular en el Congreso. "Tan lista no será si ni siquiera fue capaz de entender en qué consistía su trabajo", sostiene un buen amigo mío que nunca la miró con buenos ojos, seguramente porque lleva militando demasiados años en un partido que no se reflejaba en el petulante espejo de Cayetana. Yo, que nunca he sido especialmente ducho dando consejos, le he recomendado las dos primera temporadas de Downton Abbey: me parece importante no repetir los mismos errores.

Martes:

"Es una forma de esclavitud formar parte de un partido en el que no te puedes expresar con libertad", dijo sábado la propia Cayetana tras abandonar el palacete Popular por la puerta de servicio, una humillación que no parece dispuesta a olvidar así como así. Es el tipo de afirmación que uno no se atrevería a defender en un barco atunero, una mina, un invernadero, una cadena de montaje o la cocina de un McDonalds, la enésima demostración de que hay una extirpe política que vive instalada en una realidad paralela, en un mundo donde la injusticia consiste en que tu esteticista favorita libre día y medio a la semana. Sus palabras me recordaron a aquellas de la ex ministra Ana Mato quién, preguntada sobre su momento favorito del día en una entrevista, contestó: "por la mañana, mientras veo cómo visten a mis hijos".

Miércoles:

Alguien debería explicar a los intelectuales y políticos retirados de este país que los ciudadanos no podemos aguantar este ritmo suyo de manifiesto diario. El último, firmado por figuras tan relevantes como Alfonso Guerra o Paco Vázquez, pretende que hagamos la vista gorda con todas las informaciones que salpican a la figura del rey emérito y aceptemos pulpo como animal de compañía. En realidad, aunque eso no se especifique en el texto consensuado, lo que vienen a decir es que no debemos juzgarlos -a Don Juan Carlos, pero especialmente a ellos- por haber protagonizado aquellos años golfos de una democracia en pañales que todavía no había desarrollado los mecanismos necesarios para acotar las ambiciones personales de sus primeros espadas. "Todo lo que está sucediendo con su majestad tiene que ver con una campaña de los comunistas, los independentistas, los terroristas y los populistas que pretender dinamitar el espacio de concordia que algunos ayudamos, humildemente, a construir", declaro el ex alcalde de A Coruña domingo en un programa de radio. Como sucede con los principales dirigente de Vox, Vázquez parece amar tanto la convivencia entre españoles que, por defenderla, estaría dispuesto a prescindir de un buen puñado de ellos.

Jueves:

Sucedió el pasado lunes pero yo no lo había visto hasta hoy: Paloma Castro se despidió de sus compañeros de corporación municipal visiblemente emocionada, incapaz de contener las lágrimas y con la complicidad de casi todos los presentes, incluida la del alcalde Lores y Pepa Pardo, que tuvieron el bonito detalle de expresarle sus mejores deseos para la nueva etapa que comienza. Comparando su adiós con el de Cayetana Álvarez de Toledo, podríamos decir que la segunda se marchó como los concursante de Gran Hermano -poniendo a parir a todo el mundo- mientras que Paloma nos recordó a los mejores tiempos de Operación Triunfo, cuando Bustamante abandonó la academia y lloró tanto que en los Países Bajos llegaron a temer por una subida catastrófica en el nivel de las aguas. Los de la prensa, tan cabrones en tantísimas ocasiones con nuestros políticos, también la echaremos de menos: no hay nada más aburrido -e inhumano- que los personajes infalibles y Paloma nos ha dado motivos para seguir confiando en quienes no tienen miedo a caer y levantarse.

Viernes:

"Los primeros niños que vieron el promontorio oscuro y sigiloso que se acercaba por el mar, se hicieron la ilusión de que era un barco enemigo. Después vieron que no llevaba banderas ni arboladura, y pensaron que fuera una ballena. Pero cuando quedó varado en la playa le quitaron los sargazos, los filamentos de medusa y los restos de cardúmenes y naufragios que llevaba encima, y solo entonces descubrieron que era un ahogado".
El ahogado más hermoso del mundo (1968) Gabriel García Márquez.

Sábado:

Qué sería de mí sin ti, Susana Pedreira.

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