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Triunfos y derrotas

peleteiro
photo_camera Ana Peleteiro. EFE

Lunes


Tengo serias dudas de que la medalla conseguida por Ana Peleteiro en los JJOO de Tokio deba celebrarse como un éxito del deporte gallego. Se podría conceder, si acaso, que otra deportista gallega ha sido quien de triunfar en una competición deportiva de máximo nivel, pero difícilmente podemos arrogarnos su sacrificio personal y su calidad como atleta para vender ese bronce como un triunfo colectivo, la consecuencia última de una política que nutre, protege y eleva la calidad de nuestro deporte. El próximo domingo se cerrará este último ciclo olímpico y nuestros deportistas volverán a una realidad desalentadora en que las privaciones, los duros entrenamientos y las penurias económicas ocuparán, de nuevo, un lugar preferente en su día a día. A lo mejor les parece sorprendente esto que voy a decirles pero los éxitos de gente como Ana no se cimentan en los tuits orgullosos que les regalamos cada cuatro años, sino en toda la ayuda previa a las grandes citas que somos capaces de ofrecerles y ahí, tristemente, no hay mucho que celebrar.

Martes


La medalla de Ana Peleteiro nos deja otras cuestiones a resolver como la politización de ciertos éxitos. Miren por donde, resulta que la atleta de Ribeira es negra, algo que parece evidente a simple vista pero que no se constata del todo hasta que revienta su plusmarca, sube al podio y algunos ilustres miembros de la izquierda nacional empiezan a señalar con el dedo a otros ilustres miembros de la derecha nacional. En dos minutos, tenemos montada una falsa polémica sobre el racismo y, entonces, la que queda silenciada es la propia Ana, que se ha cansado de relatar episodios lamentables a los que se ha enfrentado por el color de su piel sin que ninguno de los ahora protagonistas moviese un dedo ni para escribir un triste tuit. Yo no sé en qué momento dejó la política de ser un instrumento que puede mejorar nuestras vidas para convertirse en un fagocitador de ciertas vidas con vistas a mejorar una carrera política.

Miércoles


No diré que me haya cogido por sorpresa pero sí que he dado un respingo al ver a Abel Caballero rodeado de operarios eléctricos y la camisa de los domingos, dando por inaugurada la Navidad. A poco que nos despistemos, llegarán antes sus majestades los Reyes Magos a Galicia que el verano, lo cual tiene un mérito relativo y más tratándose del alcalde de Vigo: el único hombre de España capaz de ensalzar el nivel de inglés -escrito y hablado- de Jared Leto.

Jueves


Despertarse en un tren y descubrir que Leo Messi no va a seguir en el Barça es una de esas experiencias traumáticas que no le deseo a nadie. Los que no son futboleros, como mi hermano Rodrigo Cota o el concejal Demetrio Gómez -hacen parejita de haters en Twitter, los tengo localizados- no comprenden el alcance sentimental de una noticia que solo se puede comparar al día en que Nito Sobral o Miguel A. Fernández Lores abandonen la camiseta con el número diez y se marchen a París o a Tombuctú, allá donde sea se necesite un alcalde con experiencia y la vitrina repleta de títulos. Ese día los estaré esperando a los dos, a Rodrigo y a Demetrio, para enjugarles las lágrimas con unas zapatillas de esparto.

Viernes


Cena ligera, un capítulo de The Office y a la cama, que mañana nos espera un pregón de alto voltaje gracias a Violeta Mosquera y las anunciadas protestas de los trabajadores de Ence.

Sábado


Lo he dicho muchas veces y lo voy a repetir una más: yo no soy nadie para juzgar a unos trabajadores que ven peligrar sus puestos de trabajo. Tampoco tiraré de simplismo ni me creeré más inteligente que ellos afirmando que son las marionetas de su empresa, o de un sindicato, o de un partido político, discurso muy habitual entre quienes, cuando les llega el turno, son incapaces de levantar la voz contra las siglas que los cobijan. Dicho esto, me parece que ha llegado la hora de que los trabajadores de ENCE empiecen a aceptar la realidad y dirigir su descontento hacia quienes, llegado el momento, los pondrán de patitas en la calle. El alcalde de Pontevedra es un representante elegido democráticamente que está en su derecho de proteger los intereses de la ciudad como mejor le parezca: ni es el juez que ha decretado ilegal la prórroga concedida por el Gobierno de Rajoy, ni es el empresario que se niega a contemplar otras posibilidades para mantener sus empleos. La violencia que hoy han empleado para reventar el pregón de las fiestas no es terrorismo, como ha dicho Iván Puentes en un tuit -no conviene banalizar ciertas palabras, estimado concejal- tan solo la demostración de que el camino elegido es el de la imposición, no el de la negociación, y en eso no les va a acompañar ni un solo pontevedrés por mucho interés que tenga en el triunfo la causa obrera.

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