Opinión

Encuestas y mascotas

APENAS ME queda una semana de este prescindible diario por delante y todavía no he tocado uno de los temas cruciales de cualquier campaña electoral: las encuestas. Desde la ignorancia, que es el mejor modo de enfrentar ciertos asuntos, diré que son como las mascotas. Las hay para todos los gustos, y mientras escribo estas líneas me acuerdo de una foto que me ha enviado hoy mismo mi buen amigo Juan Tallón, la de una pareja paseando un cerdo enorme por la calle, con su correa reglamentaria y un arnés precioso, a juego con el jersey de él. Ese es el valor real de las encuestas, explicado a grandes rasgos: el de una ilusión pasajera, como la adopción de una cría preciosa de la variedad vietnamita, que nadie sabe a ciencia cierta cuánto terminará pesando.

El ejemplo de las últimas elecciones en Andalucía, con Vox eludiendo todos los radares y Susana Díaz coronada faraona sobre un trono bellísimo de gráficos a cinco colores, debería servir para tomarse las encuestas con cierta cautela. Nadie les niega el valor de señalar tendencias, al menos en lo que a partidos tradicionales se refiere, pero del cuestionario telefónico a la urna se camina un trecho tan largo que uno sale de casa paseando a Babe, el cerdito valiente, y se planta en el colegio electoral a lomos de un rinoceronte. A eso se agarran Pablo Casado y Albert Rivera, expectantes ante la posible irrupción cacharrera —por aquello del elefante, ya saben— de Santiago Abascal y su conga indetectable de etnopatriotas, sacristanes, cachorritos altright y novios de la muerte.

No parece que vayan a equivocarse las encuestas en cuanto al ganador de las elecciones. Hablamos de un ganador relativo, claro está, de un simple título honorífico que no concede más beneficio que el del pataleo, llegado el caso. Todos los sondeos coinciden en dar al PSOE de Sánchez una amplia ventaja sobre el PP de Casado, segundo clasificado, pero tan posible es que termine gobernando el uno como el otro. Incluso podría suceder que no gobierne ninguno de los dos y que, dios no lo quiera, en unos meses vuelva yo a este lado del río, a frivolizar con una hipotética repetición de los comicios, mientras ustedes, en sus casas, se preguntan en qué cabeza cabe poner a un novato a escribir sobre algo tan serio como una campaña electoral. La buena noticia sería que, mal que bien, ya me conocen. La mala, que para entonces me creeré todo un veterano. Por eso es tan importante saber elegir a las mascotas.

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