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Una sola verdad sobre Diana Quer

HACE UNOS meses, un canal de televisión nos bombardeó durante días con ganchos publicitarios en los que se anunciaba lo siguiente: "Dos meses después de la desaparición de la joven Diana Quer en Galicia, Equipo de Investigación tratará al detalle todos los datos de su búsqueda para conocer realmente la verdad del polémico caso". Por si usted no está familiarizado con el formato del mismo, el programa suele abordar todo tipo de crímenes y polémicas varias desde la óptica más alarmista posible. La voz en off de la presentadora articula su desarrollo con alocuciones efectistas que tiñen de misterio la trama, poco importa si el espacio versa sobre el tráfi co de drogas, la guerra del pan o la proliferación de los anacardos: todos sus protagonistas parecen culpables, en especial los anacardos. Este el contexto en que se promete dar a conocer "realmente, la verdad del polémico caso", un perfecto ejercicio de la peor telebasura disfrazado de periodismo de investigación.

diana quer
El programa comienza en la exclusiva urbanización de Madrid donde se crio y residía la joven hasta su desaparición. "Una vida de caprichos, opulencia, coches caros y viajes a hoteles de lujo", explican entre fotos recopiladas del Facebook de Diana antes de dar paso a las primeras conjeturas: ¿qué esconde su familia? ¿Por qué se divorciaron sus padres? ¿Pueden los intereses económicos de sus progenitores ser la causa de la desaparición? "La Guardia Civil analiza un entorno lleno de contradicciones", asegura casi al instante la presentadora para ahuyentar, de un plumazo, las posibles dudas que pueda albergar el telespectador. Es necesario seguir alimentando el clima de sospecha y para ello nada mejor que un testimonio anónimo de una supuesta compañera de instituto: "Aquí no han puesto ni un cartel, ni una foto… Nada". Solo llevamos cinco minutos de programa cuando un bonito labrador se cuela en el plano que nos ofrece la cámara: hasta el perro nos parece sospechoso, ya no podemos descartar nada.

Hasta el final, el show de Serra continúa su deriva sensacionalista hasta extremos que cuesta adjetivar con palabras, quizás por tratarse de un formato pensado para que sus televidentes lo comenten utilizando emoticonos: la niña era rica, caprichosa y un poco locuela (triple flamenca), los padres no parecen trigo limpio (doble emoji con cuernos, diabólico), aquí hay gato encerrado (gatico Macaulay Culkin, muy sorprendido). Todavía hay tiempo para verter sospechas sobre alguna que otra figura de su entorno y el elegido es un amigo de Madrid con el que Diana puede haber tenido algún tipo de relación sentimental, posiblemente tormentosa. La basura sigue su curso como un volcán de lodo, la voz de Gloria nos acuna entre misterios y, para cuando el programa ha terminado, solo nos quedan dos opciones viables: vomitar o salir huyendo.
 

Con el periodismo basura sucede lo mismo que con el huevo y la gallina

La detención de José Enrique Abuín y la recuperación del cuerpo de Diana Quer han dejado al descubierto la enorme miseria que fecunda este tipo de programas de televisión. No es el único. Y tampoco son pocas las cadenas de radio y medios escritos que se enfangan hasta la cabecera de hipótesis absurdas, medias verdades y mala praxis, lo que sea necesario para sacar el máximo rendimiento a un hecho terrible: la desaparición y el asesinato de una pobre muchacha. Una chica normal, Diana, que tuvo la mala fortuna de cruzarse con un monstruo. Sin embargo, y como esta especie de carroñero nunca se marca límites, el mismo día que se rescataba el cuerpo de Diana de una nave industrial abandonada, uno de los periodistas invitados al programa de Gloria Serra felicitaba a dos compañeros por haber ofrecido la noticia en exclusiva. Ese el tipo de periodismo que practican algunos, para desgracia de todos: el de darse palmadas en el pecho mientras una familia llora la muerte de su hija y un pueblo se estremece al descubrir a un asesino entre los suyos.

Con el periodismo basura sucede lo mismo que con el huevo y la gallina. Uno lo intenta pero sigue sin comprender dónde se inicia toda esta barbarie: ¿en el espectador, dispuesto a consumir cualquier tipo de cochambre a cambio de un rato de entretenimiento o en la insistencia de las cadenas por bombardearnos, a todas horas, con productos de la más dudosa calidad y catadura moral? Supongo que cada uno dedica su tiempo libre a lo que le da la gana y comprendo que no soy nadie para dar lecciones de nada, al fin y al cabo, si he podido escribir este artículo es, en parte, porque en su día me senté durante más de una hora a escuchar las explicaciones del dichoso programa de televisión. En definitiva, la familia Quer ha perdido a una hija y quienes trataron de ensuciarlos durante meses jamás recuperarán la dignidad: ¿era esta la verdad sobre el caso Diana Quer? Pues parece que sí, por desgracia.

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