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El sello de Almudena

SON unos pocos centímetros. Una pequeña superficie en la cual el rostro de la escritora Almudena Grandes, interpretado por Isa Muguruza, convertirá muchos envíos de cartas en un reconocimiento más a la escritora y a la persona que fue esta autora madrileña, precisamente reconocida desde esa condición el pasado lunes como Hija Predilecta de su ciudad.

Desde lo más pequeño a lo más grande, desde una estampilla a todo un homenaje de la capital de España, la figura de la autora de los Episodios de una guerra interminable no ha hecho más que, desde una ausencia a la que es imposible acostumbrarse, recoger muestras de afecto y cariño de lectores entusiastas por su obra y de personas de bien que reconocen en su figura el compromiso cívico que siempre la caracterizó, así como el interés permanente por abocar a este país a una regeneración que, precisamente desde esa serie de libros que la ocuparon de manera intensa en sus últimos años, mostraba muchas de sus causas y explicaciones a tanto de lo que todavía hoy funciona como un freno de mano para el progreso social.

Sus libros, sus artículos de opinión, sus presentaciones de libros o su participación en los foros a los que era invitada, tenían mucho también de cartas, de mensajes que, enviados a través de la letra escrita o de la palabra hablada, eran la brújula precisa para buscar esa concienciación que, al margen de las estridencias políticas, coloque a la persona, al ser humano, en lo más alto de nuestra identidad y la mejor bandera de libertad que ondear, precisamente, cuando nos encontramos en una encalmada en la necesidad de esos vientos que agiten esa enseña.

Sello de Correos dedicado a la escritora Almudena Grandes. EUROPA PRESS
Sello de Correos dedicado a la escritora Almudena Grandes. EUROPA PRESS

Mucho de lo que la autora de Los aires difíciles no dio en forma de esperanza en nosotros mismos, de esa firme voluntad por hacernos partícipes de su escritura y de la vocación porque nos percatemos de que la cultura es el mejor aliento posible para canalizar frustraciones y miedos, anhelos y posibilidades, es lo que esta sociedad le está devolviendo en forma de agradecimiento, en cuanto tiene la más mínima ocasión. Las reediciones de sus libros se venden de manera continua, cada homenaje público es una absoluta declaración de amor hacia ella, todavía estremece pensar en lo sucedido el día de su funeral con algunas de las imágenes más impactantes en la pérdida de algún miembro de la sociedad y, si recuperamos lo ocurrido en ese reconocimiento del Ayuntamiento de Madrid, su ciudad, la que fue todo para ella y que desde sus libros hizo lo que muy pocos pueden alcanzar por su dimensión y profundidad, nos encontramos cómo esas largas colas de gente, bajo un angustioso calor, dieron paso a una emoción que tanto el público, como la familia o los participantes sobre el escenario solo pudieron contener desde el soporte eterno que permite el recuerdo de la dignidad de su figura.

Una dignidad que contrasta frente a los torpes, los que son incapaces de estar a la altura de las circunstancias y cuyos cargos son más trinchera que puente, los que hacen de los libros una pira desde la que alumbrar sus odios y deseos de división pero que, como nos enseñó Manuel Rivas, no entienden que los libros arden mal, que su combustión solo sirve para señalar el interés por convertir la política en columnas de humo que rodean lo que se es incapaz de reconciliar con la vida, evidencia de la frustración persistente.

Ni el alcalde ni la vicealcaldesa acudieron al Teatro Español, ni Martínez-Almeida ni Begoña Villacís, (si algo nos enseñó Almudena Grandes es a señalar lo indigno) comparecieron allí donde era obligada su presencia institucional, delegando así de la primera función que se le exige a cualquier representante público: la honorabilidad, habiendo más de eso en ese modesto sello de Correos que lo que ambos podrán mostrar jamás.
 
Ella, que tantos atlas de la geografía humana recorrió a través de sus libros, mapas de piel y alma desde los que intentar descifrarnos, tenía en esa indagación constante su verdadero sello. Una identidad marcada que muchos buscamos en sus títulos, sabedores de que después de esa expedición, tras no pocos conflictos, se llegaba a  un claro desde el que observar mejor la realidad. Para ello, Almudena Grandes, como ese sello, no dudó en dirigir su mirada a lo pequeño, a lo cotidiano, a lo que la historia ha sepultado bajo sus ostentosas soflamas despreciando la vida cotidiana, la que le otorga todo el sentido a un país y lo que mejor nos puede explicar.

Como hiciera Galdós con sus Episodios Nacionales la gesta de Almudena Grandes en sus Episodios de una guerra interminable se muestra como una de las más importantes de nuestra literatura y una manera de posicionarse ante la realidad, tan firme como comprometida. En esos libros editados por Tusquets un poema de Luis Cernuda nos abre las puertas a cada uno de ellos. Un poema que finaliza así: "Lo real para ti no es esa España obscena y deprimente/En la que regentea hoy la canalla,/Sino esta España viva y siempre noble/Que Galdós en sus libros ha creado./De aquella nos consuela y cura esta". Lo cierto es que recordar a Almudena Grandes, tanto en un sello como en un Teatro, consuela y cura, como sus libros lo hacen con nuestra sociedad.

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