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Ajenas al mundo

'De bestias y aves' genera un territorio íntimo, un ecosistema femenino repleto de tensiones que golpean al lector
La escritora Pilar Adón, autora de 'De bestias y aves'. FOTO ASÍS AYERBE
photo_camera La escritora Pilar Adón, autora de 'De bestias y aves'. FOTO ASÍS AYERBE

UNA CARRETERA, una mujer llamada Cora y un itinerario. Una huida y una presencia. Así es como Pilar Adón nos adentra en otro de sus libros de los que no es sencillo salir indemne. De bestias y aves (Galaxia Gutenberg) plantea un recorrido físico, pero también vital, el de una mujer con una pesada mochila a la espalda que se establece en un territorio del que desconocemos muchas cuestiones y pocas más sabremos al término del relato, pero en el que somos capaces de calibrar toda una serie de tensiones que saltan desde esas líneas al propio lector, adentrándolo en un ecosistema lleno de nombres de mujeres que establecen una suerte de comunidad que, como la tela de una araña, atrapa en ella a quien se aventura en esa estructura aparentemente invisible.

Una vez más, tras otros títulos también editados por este sello, como Las efímeras y La vida sumergida, Pilar Adón evidencia su registro literario. Ese espacio propio que es tan difícil de establecer pero que ella ha sabido plantear de una manera firme, en base a una forma de narrar llena de capas, de telones que se van descorriendo descubriendo toda una tramoya existencial que convierte a los protagonistas de sus libros en seres a los que una enorme lupa intenta contextualizar en un entorno desasosegante y que pone al límite al ser humano, evidenciando miedos, contradicciones y frustraciones. Su lenguaje, tan bien trabajado, plantea todo un ovillo con el que envolver tanto a protagonistas como a lectores, sujetándonos desde las primeras páginas hasta las últimas consecuencias, del todo imprevisibles. Trabaja también su autora el ritmo de un texto con enormes valles en los que el tiempo se suspende, en el que el relato parece sugestionarse a sí mismo, y que posee una enorme importancia para la creación de esa atmósfera que siempre se materializa en sus textos de una manera puramente física, y que casi obliga al lector a apartar con sus dedos esa especie de nebulosa que Pilar Adón provoca.

No han sido pocos los elementos geográficos o meteorológicos que han salido hasta el momento en este comentario y es que lo cierto es que todo lo natural está muy presente en De bestias y aves, hasta el punto de que ese territorio en el que se adentra una mujer en la noche, tras horas de carretera,  se configura como un protagonista más del relato. Un panteísmo literario que convierte lo natural en una suerte de líquido amniótico en el que elementos vegetales, animales y la propia agua, forman parte decisiva de lo que sucede y de cómo esa protagonista intentará que el peso de su mochila se alivie de alguna manera.

En ese contexto, esta desterrada de su pasado, se adentra en un universo femenino con personajes tan enigmáticos como atractivos. Mujeres alejadas del mundo y ajenas al mundo en el que no todos se sienten cómodos, pero donde Cora encuentra un ámbito de pertenencia, la compañía de otras, la sensación del clan, la comunidad todavía por explorar pero, al fin y al cabo, explorar la acogida de los otros es reconocerse a uno mismo. Mujeres y naturaleza plantean este paréntesis lleno de sensaciones, de estremecimientos en el que sumergirse. Un lago en el que reflejarse para verse a sí misma, para entender el peso propio, un escenario para aligerar la carga, en definitiva, para hallar esas respuestas que nos ahogan tantas veces y a las que somos incapaces de enfrentarnos.

Pilar Adón nos propone un relato inmersivo, lleno de ambigüedades y derivas que no hacen más que agitar todo lo que semeja firme, convirtiendo esa Betania en un escenario que no llega a ser de terror, pero sí que nos perturba de una manera cada vez más intensa a medida que sus personajes y las diferentes situaciones se suceden y envuelven a Cora bajo esos telones que pensamos se están moviendo en un proceso de desvelo, cuando lo único que hacen es envolver de una manera más intensa a esa presa que entró donde no debía, allí a donde la llevó un instinto que la convierte en un animalillo más, un miembro más de un bestiario que forma parte de un ecosistema lleno de fricciones y violencias.

La escritora madrileña continúa así proyectando ese universo propio hacia el exterior a través de historias en permanente combustión. Un territorio incómodo que, sin embargo, seduce al lector por su valentía y energía.

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