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Glamour cotidiano

Aloma Rodríguez hace de su vida diaria un territorio literario lleno de virtudes y de afinidades con el lector
La escritora zaragozana Aloma Rodríguez. EUROPA PRESS
photo_camera La escritora zaragozana Aloma Rodríguez. EUROPA PRESS

A poco que nos detengamos a pensar en nuestro día a día nosotros mismos podemos darnos cuenta de que en esas aventuras diarias, familiares, profesionales, en definitiva, vitales, hay materia más que suficiente para armar un relato literario. Aloma Rodríguez no se ha cortado y ha escrito este delicioso e inteligente Puro glamour, editado por la siempre atenta La navaja suiza, desde ese itinerario vital marcado por dos ciudades, su oriunda Zaragoza, a la que regresa tras unos años de estancia en Madrid; y su contexto familiar, con tres hijos que activan todo un conjunto de sinergias entre los miembros del clan.

El éxito de esta narración es el afrontarla desde la naturalidad de todo lo que sucede, sin intentar maquillar toda esa cotidianidad para hacerla más atractiva para el lector que, precisamente, en ese carácter de lo ordinario, encuentra su reflejo en muchas de las situaciones que tienen lugar en el libro. Se genera así un glamour de lo cotidiano que no esconde nada, que nos muestra cómo la vida de una mujer hoy, en una sociedad como la nuestra, sufre numerosos vaivenes en los que cada día tiene mucho de lucha y de empeño por avanzar.

Una naturalidad de lo diario que se va relacionando con el afán profesional de esa madre que intenta consolidar su interés por ser escritora, por escribir un libro que al final acaba siendo precisamente este que se coloca en nuestras manos y que leemos con esa complicidad que se establece siempre entre un lector y un escritor cuando de lo que se escribe es de la vida, de una vida compartida en muchos de sus extremos, en este caso, las preocupaciones para que esa convivencia entre lo familiar y lo social se mantenga en un lógico equilibrio y que ninguna de las piezas se venga abajo.

Para ello Aloma Rodríguez hace un espléndido manejo del humor, finísimo en muchas ocasiones que llena de ternura esos momentos tantas veces complicados en los que ese equilibrio está a punto de romperse.

En otros se torna ironía y hasta sarcasmo, quizás como la única manera de entender ciertas cuestiones. Pero siempre el humor es capaz de cambiarlo todo, de barnizar nuestra realidad con una capa de comprensión ante esa incertidumbre que genera siempre todo ámbito familiar.

Y en esos cambios de domicilio, de visitas de fin de semana, de periodos vacacionales asoma una mujer que piensa en su escritura, que pone ante nuestros ojos no sólo todo aquello que protagoniza su día a día, sino también todo ese magma cultural y creativo que es tan importante en una persona que se dedica, no sólo a escribir, sino a ilustrar a los demás sobre numerosas propuestas literarias desde diferentes plataformas.

Eso, como a todos los que andamos en estas lides, nos lleva muchas veces a no ser capaces de disociar una cosa de la otra, a estar permanentemente estableciendo puentes entre lo que leemos y lo que sucede a nuestro alrededor.

Así es como Aloma Rodríguez, al tiempo que vive, nos propone una buena serie de magníficas lecturas que tienen mucho que ver con lo que le sucede en cada uno de esos momentos relatados y en los diferentes espacios de cambio que propicia la vida. Mudanzas, niños que crecen, estanterías imposibles de contener, seres que desaparecen, como su querido, por formar parte de su círculo personal, e inolvidable escritor para todos, Félix Romeo. Experiencias que se colmatan página tras página y que forman parte de todo proceso personal de crecimiento.

La suerte para todos nosotros es que una escritora como Aloma Rodríguez se haya detenido en ellos para considerarlos tan relevantes como para armar desde ahí una novela y para integrarnos en ese universo biográfico, tan anómalo por aquello que acostumbran otros a hacer, camuflando ciertas cuestiones que no consideran importantes o merecedoras de ser puestas negro sobre blanco, cuando, precisamente el gran mérito de Aloma Rodríguez es que eso sea motivo de escritura y la mejor vara de medir el desafío de vivir hoy en nuestras locas ciudades, en un amplio contexto familiar y con tres hijos reclamando sus diferentes protagonismos a cada hora del día.

Menos mal que tenemos la literatura como válvula de escape, como aliviadero para frenar tensiones. Aloma Rodríguez nació entre los libros de su padre, el gallego Antón Castro, periodista cultural de tronío, y también literato, asentado a las orillas del Ebro, y que puede ser quien haya puesto a Aloma Rodríguez en la pista de aquella frase que Philip Roth citaba de Czeslaw Milosz: "Cuando en una familia nace un escritor, esa familia está acabada".

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