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Soltar la mano

Isaac Rosa nos ofrece un libro comprometido no solo con lo literario sino con el artefacto social que hemos construido 

Tiene mucho Lugar seguro de libro refugio, de amparo ante la construcción de una sociedad en peligro de derrumbe y con nosotros a punto de ser víctimas bajo los escombros.

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El libro que llevó a Isaac Rosa a lograr el Premio Biblioteca Breve 2022 (tras su lectura de manera más que merecida) otorgado por la editorial Seix Barral, nos adentra en una historia singular, la de un vendedor de refugios ante el miedo y el caos de una sociedad que desde diversos ángulos tiende a su autodestrucción. Ese vendedor forma parte de una estirpe de pillos, de pícaros que han hecho de su vida un deambular por el engaño de los demás como forma de vida, como sustento económico siempre zarandeado por los acontecimientos y por necesidades más o menos perentorias.

Segismundo García, el comercial en el que se centra la acción, con el antecedente de su padre y la también presencia de su hijo. Forma parte de esos ‘librepensadores’ del momento cuya mirada permite analizar la sociedad de una manera completamente descreída, ausente de esperanza por la evolución humana y que, quizás por los golpes llevados, ya solo entiende como algo seguro el colapso de lo que entendemos por una forma de vida.

Isaac Rosa, de manera inteligente, emplea las andanzas de este vendedor aprovechado de los miedos de la gente, para colocar toda una serie de cargas de profundidad sobre el ecosistema que hemos ido armando a lo largo de los años. Capitalismo, urbanismo, economía, convivencia... son claves de un entramado social entre cuyas grietas (algunas de un considerable tamaño) se ubica Segismundo García para colocar su producto, unos delirantes búnkeres capaces de adaptarse a cualquier bolsillo y lugar: garajes, trasteros, piscinas o los más variopintos espacios, por mínimos que sean, y que, como avispado vendedor, sabe reinterpretar según sus intereses y siempre para satisfacer al posible comprador. Para lograr esas ventas nuestro pícaro se adentra en diferentes realidades, interiores de casas, personalidades de la gente que rápidamente disecciona realizando un perfecto scanner de la actualidad, al tiempo que se toma más que de broma a los diferentes movimientos salvadores de este momento. Un descreimiento sobre las nuevas maneras de revertir esa situación a través de cuestiones que no van mucho más allá en su practicidad del buenrollismo.

Pero dándole la vuelta a esa cara A de la novela, la cara B nos va a explicar muchas de las acciones de Segismundo. Ese abrir las puertas a lo que debería ser en realidad un lugar seguro para cualquier persona, como es el ámbito familiar, aquí nos muestra una situación enquistada a lo largo de los años que, ciertamente, no podía acabar más que en lo que acaba Segismundo García, al tiempo que adelanta lo que a buen seguro sucederá con su propio hijo. La dramática situación de su padre, en un proceso degenerativo, permite, además de crear una trama que funciona muy bien en la novela, con tesoro incluido, abrir otra serie de grietas, estas más íntimas, propias de lo familiar, justificantes del hoy pero que siguen poniendo el foco en nuestra sociedad con los cuidados a las personas mayores y las mujeres que suelen encargarse de esos trabajos.

Lugar seguro es capaz, desde esos dos ámbitos, lo público y lo privado, de mezclar las incertezas de nuestro momento con una mirada entrañable y divertida desde lo familiar, como si ambos elementos fuesen, al fin y al cabo, los que desde su justo equilibrio puedan todavía ofrecer una salida a una situación cada vez más angustiosa, cada vez más insegura, y donde soltar una mano se convierte en un salto al vacío.

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