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Velintonia 3, ¡resiste!

La casa del poeta Vicente Aleixandre necesita el compromiso social e institucional para ser latido
Vicente Aleixandre, en el centro, rodeado de varios académicos en su casa de Velintonia 3 celebrando la concesión del Nobel en 1977. (CIFRA GRÁFICA) DIARIO DE PONTEVEDRA
photo_camera Vicente Aleixandre, en el centro, rodeado de varios académicos en su casa de Velintonia 3 celebrando la concesión del Nobel en 1977. (CIFRA GRÁFICA) DIARIO DE PONTEVEDRA

UNA CASA deshabitada pero llena de vida. La que crece como la hiedra en unas paredes empapadas de poesía, la mejor poesía española del siglo XX. La de quien fue su propietario, Vicente Aleixandre, pero también la de tantos nombres que se fueron arremolinando bajo ese techo que acogía al que se convirtió en un lucernario poético generación tras generación. Primero con sus coetáneos de la Generación del 27 a la que perteneció, la de los Lorca, Guillén, Cernuda, Gerardo Diego o Dámaso Alonso, que allí rieron; luego fueron los de la Generación de los 50, los que desconcertados en el desabrido páramo de aquella España se juntaban bajo aquel gran árbol de sombra fresca, de poesía inmarchitable y magisterio eterno; y así tantos otros hasta su muerte en 1984, siete años después de recibir el Premio Nobel de Literatura. Pues toda esa vida se ahormó en ese hogar, casi 60 años de casa y de latidos en la calle Velintonia, en su número 3, en el madrileño distrito de Moncloa.

Una casa que es poesía misma y que ahora, mellada por el tiempo, no acaba de ver una salida a un futuro que debía estar bien claro: la poesía. Instituciones y sociedad deberían echar el resto para que esos muros siguieran en pie, para que sus paredes recuperaran antiguos esplendores a partir de la luminosidad de esa poesía que no entiende de especulaciones ni del tiempo como deriva. Pocos espacios más apropiados para estudiarla, para expandir la poesía que desde esas ventanas. Un centro que sirviese para recorrer el siglo XX de nuestra poesía que, como agrupación de talentos, es la más importante de ese tiempo en todo el mundo, sería un bálsamo para este país que gusta automutilarse desde lo cultural y una leve satisfacción para tanto político que no entiende el impulso del verso para la sociedad a la que se debe.

Sin protección por su escaso valor arquitectónico (pero de un incalculable valor por el paso de tantos) y en manos de los herederos del poeta, se echa en falta el impulso decidido y la voluntad real para su rescate, y si bien es cierto que ha habido pasos recientes, el último un informe encargado por la Comunidad de Madrid que firmado por José Carlos Mainer recomienda su conservación, falta ese empuje definitivo para asumir una compra y que ese dinero revierta en un uso adecuado. Si esta semana conocíamos que la sevillana casa de Luis Cernuda iba a convertirse en un Centro de Estudios de la Generación del 27, Velintonia 3 debe ser la próxima recuperación de lo que el tiempo y nuestro desprecio ha ido ajando para nuestra vergüenza.

"La casa de la calle Velintonia, número tres, nos pertenece un poco a todos los poetas españoles, pero Vicente pertenece a ella por derecho propio. Yo no sé si es posible imaginarle sin su jardincillo verde al fondo, en la desconcertante calma del barrio a trasmano, con el cedro corpulento que casi le sombrea la cabeza (...); o en invierno, arriba, en el saloncito, junto al cerco de luz sobre el diván y la reproducción del retrato de Góngora, que asoma en la pared su impresionante calavera de Aleixandre sin dientes". Relatos como este, de Jaime Gil de Biedma, fijan la importancia per se y para tantos de esta vivienda que debemos proteger, como se está encargando de reclamar la 'Asociación de Amigos de Vicente Aleixandre' empeñada en una salvación que sería la nuestra.

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