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Adoquines

Si hay algo peor que la provocación es caer en ella
El líder de VOX, Santiago Abascal, en Vallecas. FERNANDO ALVARADO (EFE)
photo_camera El líder de VOX, Santiago Abascal, en Vallecas. FERNANDO ALVARADO (EFE)

Decía Julio Anguita, y tenía razón, que la lucha de clases no se hace con batucadas, cancioncillas ni bailes, pues todo ello resta seriedad a una huelga o a una manifestación y diluye su carácter reivindicativo. Nunca se ganó una revolución celebrando una fiesta, salvo en Portugal, que hasta nos dejó como banda sonora el Grândola, vila morena del gran Zeca Afonso. Pero el caso portugués es único e irrepetible. Con esa excepción hay dos maneras de hacer una revolución: luchando en la calle o votando en las urnas, pero utilizar las dos vías de manera simultánea es una tontería como una catedral. Y si son los líderes políticos los que mandan a sus seguidores a lanzar adoquines a las puertas de una campaña, mal hacen los seguidores en obedecer, sean del bando que sean.

Si hay algo peor que la provocación es caer en ella. Cuando el PCE, que no estaba todavía legalizado, organizó una manifestación multitudinaria tras la matanza de los abogados laboralistas de Atocha, muchos tenían un miedo terrible y justificado a que aquello acabara de mala manera. Había mucha rabia contenida, las víctimas eran del PCE y de CC. OO., dos organizaciones clandestinas y cualquier exaltado podría iniciar una batalla campal. Santiago Carrillo, secretario general del PCE dio instrucciones de que fuera un acto pacífico y silencioso. Organizó un servicio propio de seguridad por si acaso y tal como se había propuesto, si algo se escuchó entre las cien mil personas que acudieron fue el vuelo de una mosca. Aquel día los manifestantes dieron una lección de dignidad e hicieron más por la democracia que todos los adoquines que se han lanzado desde entonces.

El adoquín es un recurso, sí, pero de utilidad tan dudosa como las batucadas si se utiliza a lo loco. El adoquín es un último remedio y no debe acudirse a él salvo en situaciones desesperadas. Lo mismo diremos de las bombas incendiarias. Si total van a votar dentro de tres semanas, qué necesidad tienen de caer en provocaciones, engañados como un toro ante un capote.

Ya sabemos usted y yo, o al menos usted, que eso lo hacen los líderes para ganar presencia mediática, unos pocos segundos más en televisión o un titular en la prensa escrita. Tan preocupados están de los medios que a Xabier Fortes los periodistas afines a Vox le llaman comunista y el periódico de Podemos lo acusa de blanquear a Vox, cuando lo único que hace Fortes es periodismo con todo rigor. En lugar de dirigirse a la ciudadanía para pedirles el voto, se dedican a incendiar las calles y a buscar el control de los medios y de quienes trabajan en ellos.

Hay en estos tiempos miles de maneras de llegar a un votante, cualquiera de ellas más seria que un adoquín y más inteligente que caer en la trampa de los agitadores. Y son tácticas poco duraderas, como demuestra la deriva de Ciudadanos, que basó buena parte de su política de imagen en ir por ahí provocando, convocando actos políticos en lugares donde sabían que no serían bien recibidos y habría lío garantizado. Esos votos tal como vienen se van, que al final la gente no es tonta y lo que quiere es que llegue alguien que mejore su vida, y no parece que la persona adecuada sea la que mejor insulte, mejor provoque o lance más lejos un adoquín.

La lucha política española, a diferencia de la gallega, se celebra entre cócteles molotov, adoquines y descalificaciones gruesas, cuanto más gruesas mejor. La calidad de los mensajes es pésima y el que puede salir ganando de todo ello en Madrid es Gabilondo, que siempre habla con cara de aburrido y nadie se lo imagina agachándose para coger un adoquín. Ese aire de sosainas que aprovecha ahora hasta como lema puede acabar siendo eficaz, yo qué sé. Es que a los demás sí los imaginamos incendiando barrios, empezando por la presidenta Ayuso.

Que un hombre tan poco dotado para la comunicación como Gabilondo, que el tío no aprendió nada de su hermano, sea el que mejor calidad aporte al debate, ya nos dice mucho de lo baja que es esa calidad. Todas las demás, y todos, son unos chillones, que parece que siempre hay alguien pellizcándoles. Qué bajo está el nivel, Dios mío, cuando los candidatos a presidir una comunidad como la de Madrid buscan la confrontación en las calles y no en el debate de propuestas, que parece que no le importan a nadie, todo el mundo tan distraído por la acción-reacción del adoquinado.

Tal como va la cosa, veo muy probable que el próximo presidente de Madrid será un adoquín, que es lo que son casi todos los candidatos: adoquines. La idea que se transmite es la de la conveniencia de eliminar al enemigo, más que de la victoria propia. Y para eso la palabra se queda corta. Estamos ante un mutuo "a por ellos, oé" como único mensaje de campaña. Pues menuda campaña.

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