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Agresiones publicitarias

Imagen promocional de YouTube sobre el uso recomendado de sus anuncios. YOUTUBE
photo_camera Imagen promocional de YouTube sobre el uso recomendado de sus anuncios. YOUTUBE

ODIO LA publicidad invasiva. No debo ser el único cuando algunas redes sociales ofrecen esos paquetes premium para que usted pueda pagar para no ver publicidad, y hay cientos de aplicaciones y millones y millones de trucos en Internet para configurar Youtube o Twitter sin anuncios. No sé a qué clase de desequilibrado se le ocurre anunciarse en un lugar donde nadie quiere verlo, porque además ya me dirá para qué quiero yo estar viendo un anuncio de compresas que dura 20 segundos. Para ver un vídeo de The Ramones en Youtube, que es lo que quiero ver, nada me aporta la publicidad, si ya hace años y años que no utilizo compresas. Últimamente me ponen anuncios de series de HBO, que tampoco tengo HBO.

Lo mismo ocurre con los medios digitales. Los anuncios interrumpen la lectura, distraen, estorban. Demasiada imagen en movimiento y demasiadas ventanas que se abren inesperadamente. Yo me enteré el otro día de la muerte de Sadam Hussein porque venía siguiendo aquellos sucesos en un medio digital y llevaba desde entonces cerrando ventanas hasta que logré terminar y leer la noticia.

La única publicidad que me gusta es aquella que respeta al público. La de la prensa escrita, por ejemplo, que está ahí por si usted se interesa y si no, tampoco estorba. Convive con los textos y las imágenes periodísticas sin ocupar su espacio. Si yo entiendo que las empresas deben ser viables y que todos los medios dependen en buena medida del soporte de sus anunciantes, pero no es fácil saber en qué momento se activará un anuncio con audio mientras usted está intentando saber qué fue de Hussein. Es como si yo me pongo a venderle ahora un carro plegable.

Por cierto, ahora que saca usted el tema, recuerden los lectores de Diario de Pontevedra que hoy es el último día para guardar el comodín y cubrir la cartilla con la que podrá adquirir el práctico carro/bolsa Trolley por sólo 11,95. Una ganga. Yo los he visto por ahí mucho más caros. Y no, ya sé que todo el mundo tiene un carro para hacer la compra, pero ese carro, usted lo sabe, no es plegable. Ocupa tanto espacio lleno como vacío. Sin embargo, nuetro carro/bolsa Trolley sí se puede plegar. ¡Tiene una capacidad de 30 litros y soporta un peso de 15 kilos! Y cuando llega usted a su casa lo vacía, lo pliega y no le ocupa nada. Nuestro carro/bolsa Trolley es extrarresistente, aislante y antibacterias. Carro/bolsa Trolley, su carro/bolsa de confianza.

Bien, creo que el mundo de la publicidad digital puede morir de éxito si no se reformula. Es irritante para el público que en medio de la retransmisión de un vídeo en Youtube salte un anuncio que nadie quiere ver. Supongo que esas empresas que tienen en sus plantillas a gente tan brillante y futurista encontrarán la manera de conciliar los ingresos publicitarios con la comodidad y la fidelidad del lector o del espectador. Muchos anunciantes dan la opción de cortar la publicidad al cabo de 5 segundos, cosa que hacemos todos invariablemente. O sea, que saben que son un incordio pero aún así ponen el anuncio. ¿Por qué lo harán? Pagar para incordiar al mismo al que quieres venderle tu producto no parece una gran idea. Y con las ventanas que se abren lo mismo. Tiene usted que estar dándole a la equis esa que suelen tener arriba a la derecha. Y son anuncios chillones, de colores llamativos para captar la atención antes de que los cierre usted, cosa que nunca logran. No es una publicidad amable ni respetuosa. Es agresiva y estorba, como el carro de la compra que tiene usted en su casa y que no es plegable ni es nada. Una porquería de carro.

Claro que las empresas tienen que ser rentables, las digitales también, faltaría más. Y no culpo a ninguna en concreto. Son negocios y formatos que están viviendo una permanente revolución tecnológica y que buscan su camino para mantenerse y si es posible crecer. Lo mismo digo de los anunciantes que quieren vender, que para eso existen, pero no, no han dado todavía con la fórmula correcta para que el usuario distinga lo que son contenidos y lo que es publicidad, que nos obligan a tratar ambas cosas como si fueran la misma.

Tienen que encontrar lo que ya está inventado desde hace un par de siglos o poco menos. La publicidad que está ahí sin meterse con nadie, que es en la que uno puede detenerse precisamente porque no la aprecia como una agresión. Usted pasa páginas y los anuncios no se le echan encima ni le van dando sustos ni de pronto crecen o encogen. Eso es lo que tienen que crear para no provocar el rechazo del público, que acaba odiando por igual al medio y al anunciante, ninguna de las dos cosas recomendables.

Ya encontrarán la manera: algunos buscan suscriptores, otros ofrecen contenidos sueltos a buen precio, yo qué sé, pero meterse con la clientela no parece la mejor manera de verderle algo.

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