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Campechanía

Fotografía de 2012 del rey Juan Carlos y el príncipe Salman Bin Abdulaziz Al-Saud. AEP
photo_camera Fotografía de 2012 del rey Juan Carlos y el príncipe Salman Bin Abdulaziz Al-Saud. AEP

LA PERSONA del Rey es inviolable y no está sujeta a responsabilidad». Eso lo dice la Constitución española en su artículo 56.3 y explica un montón de cosas. Muchos haríamos lo mismo. Usted, por ejemplo, bro. Si mañana lo coronamos a usted, cosa harto improbable, y le decimos que su persona es inviolable y no está sujeta a responsabilidad, es decir, que puede hacer lo que le dé la real gana sin afrontar consecuencia alguna, pues imagínese. Lógicamente lo hará. Muchas son las tentaciones y mucha la gente a su alrededor incitándole a caer en ellas.

Cuando lo de Urdangarin, la Casa Real escribió un comunicado en el que declaraba que su conducta no había sido ejemplar. Era el Rey emérito sentenciando a su yerno, que no hizo otra cosa que lo que veía hacer a los demás. En otra ocasión, el propio Rey, aludiendo veladamente al caso Urdangarin, se puso muy serio y muy firme y dijo que la Justicia es igual para todos. Se comió media frase, que podemos completar sin incurrir en error: "La Justicia es igual para todos salvo para mí, que soy inviolable y no estoy sujeto a responsabilidad". No lo dijo así pero lo pensó.

Ahora se ha sabido que la Fiscalía suiza investiga una cuenta en la que el emérito tenía 100 millones de dólares. El dinero se lo había ingresado el rey de Arabia Saudí, una dictadura que, vaya usted a saber los motivos, preocupa nada a los que solo hablan de Venezuela, y con la que la Casa Real española mantiene una estrechísima relación desde siempre. Parte de ese dinero, 65 millones, los ingresó a su vez el entonces Rey en una cuenta de su amante Corinna, a la que la prensa española suele referirse como "amiga especial". Tenía el Rey otra amiga especial, pero debía ser menos especial, porque a esta última solo le regaló un millón.

No puede ser que un Jefe de Estado campe a sus anchas

Imagínese, Bro, cuántos millones debe tener alguien cuando regala alegremente 65 a una amiga especial y un millón a otra. Esos 66 millones eran los que quedaban en la cuenta cuando el banco suizo le sugirió a Juan Carlos I que la cancelase por lo del elefante. Figúrese usted, un banco suizo pidiendo a un cliente regio que cancele una cuenta por matar a un elefante y partirse una cadera. Las vueltas que da la vida, el destino se burla de ti. ¿Dónde vas, bala perdida, dónde vas, triste de ti? Qué bien escribe Yosi.

Las andanzas del exrey son un secreto a voces en la prensa española desde siempre, pero nunca se publicaban. Este nuevo escándalo saltó en portada en periódicos de toda Europa y los medios españoles acabaron recogiéndolo con cierta desgana. Ahora sabemos también que la princesa Corinna va a denunciarlo en Gran Bretaña por amenazas. Y que Juan Carlos se gastó 5 millones en viajes pagados con un fondo creado con una comisión por la venta del Banco Zaragozano. Al parecer la cosa se pone seria.

Lo peor no es eso: lo peor es que en adelante, y a medida que estos casos avancen y vayamos sabiendo más, siempre habrá motivos para pensar que su sucesor puede actuar de igual manera: ejerciendo de comisionista, teniendo dinero opaco en paraísos fiscales, evadiendo impuestos a la Hacienda española, recibiendo millones de euros de dictadores. Su persona, la de Felipe, también es inviolable y tampoco está sujeta a responsabilidad. Y ojo, el actual Rey no goza de la simpatía de su predecesor. Es un Rey malhumorado y cariacontecido que carece de la famosa campechanía del padre.

No puede ser que un jefe del Estado campe a sus anchas porque lo dicte la Constitución. Pues habrá que cambiarla. Una cosa es ser aforado y otra no estar sujeto a responsabilidad, porque quien no está sujeto a responsabilidad puede acabar sujetándose a la irresponsabilidad. Que Juan Carlos ejerció siempre como comisionista lo sabe en España todo el mundo, como sus líos amorosos, que serían asunto solo suyo si no hubieran costado dinero público. Pero, y esto es importante, fue un rey campechano. Todos y todas conocemos a alguien a quien perdonamos sus faltas porque es una persona graciosa, pero al antipático no se le pasa ni una.

Ni siquiera es necesario entrar en el debate sobre monarquía o república. Eso caerá por su propio peso, como una manzana madura: mientras madura o no madura, sería bueno acabar con la inviolabilidad del jefe de Estado, bro. No es buena cosa que a quien ostenta la máxima responsabilidad la Constitución le permita ser un irresponsable, que es lo que viene diciendo la llamada "Carta Magna", que es un nombre tan absurdo como rimbombante.

La inviolabilidad, como la monarquía, son cosas medievales. Ya eran injustas hace 1.500 años, pero hoy lo son más, tanto como innecesarias. Declarar a una persona, llámese como se llame, "no sujeta a responsabilidad" es lo más antidemocrático que se pueda usted imaginar, bro. Que alguien pueda robar, evadir impuestos, ocultar dinero o cobrar comisiones ilegales sin acabar delante de un juez, es la antítesis de la democracia. Pero hay más: un rey español, piénselo, puede asesinar a una monja clarisa, y según nuestra Constitución nadie podría acusarlo ni llamarlo a declarar.

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