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El mitin de los bistéqueles

M i presencia en el lugar se justificaba porque los muchachos del grupo A Roda iban a ser los encargados de caldear el ambiente antes del mitin propiamente dicho. Yo iba allí, como cualquier otro joven rockero, a escuchar a A Roda, porque los discursos de luego ya me los sé desde hace años, los del PP y los otros. Pero lo de A Roda me pierde, especialmente uno de sus temas estrella, Os bistéqueles, una obra maestra, sin duda la mejor canción que nadie ha escrito jamás desde que Mozart , otro maestro del clasicismo, firmara La clemenza di Tito, con libreto de Caterino Tommaso Mazzolà . A esa obra de Mozart lo que le falla precisamente es la letra de Caterino, que a mí, que quiere usted que le diga, no me transmite nada: «Dunque a vantarmi in faccia venisti il mio nemico? E più non pensi che questo Eroe clemente un soglio usurpò dal suo tolto al mio padre?». ¿Qué carajo es eso?

En contraposición a esa letra, que desluce en cierta medida la magnífica composición de Mozart, no me negará usted la potencia narrativa de Os bistéqueles: «O home ten un pauciño regordiño e redondiño co que bate na muller; e a muller ten unha raxa e xuntos os dous na casa danse gosto cando quer». Esta introducción, real como la misma vida, nos conduce de manera natural, casi sin que nos demos cuenta, a un estribillo que enlaza el argumento anterior de manera natural llevándonos a una realidad incontrovertible: «Que ricos son os bistéqueles fritidos con as patácalas; carallo, como te atrácolas, espera que voy con tú». Si Mozart hubiera podido contratar al letrista de A Roda, en vez de a Caterino Tomasso, ¡qué gran equipo hubiesen formado, Dios mío, como cuando Rocky Balboa entrenaba a Apollo Creed en Rocky II, ya que hablamos de obras maestras!

Bien, mientras los de A Roda nos ambientaban con esa inmersión en la realidad que dejaba a Mozart en su debido lugar, había nervios en los cuadros de PP. Los más de 150 autobuses prometidos iban llegando mientras alguien los iba contando uno a uno para verificar si la cantidad anunciada se hacía realidad. De pronto, a alguien se le ocurrió una pregunta que puso los pelos de punta a todos los demás: «¿Los autobuses vienen llenos?». Los autobuses venían llenos y la cantidad aumentaba. Se daba por hecho que una asistencia de 10.000 asistentes sería un éxito impensable. Finalmente, se contabilizaban 12.000.

Habló Moreira , que estuvo a la altura; luego todos los presidentes provinciales, el último de ellos Alfonso Rueda ; después Feijóo y Rajoy cerrando, lo que fue algo desconcertante. Muchos se lo preguntaban: ¿Por qué cierra Rajoy un Mitin en el que el protagonista es Feijóo, que para eso es el candidato? No se explica, salvo que acudamos una vez más al tema de As patácolas y a su formidable texto: «Carallo, como te atrácolas, espera que voy con tú». Rajoy, atracolado de carallo, va tan necesitado de atención y de protagonismo que es capaz de suplantar el lugar de Feijóo, que es el que se juega un gobierno aquí. Rajoy lleva tantos meses sin conseguirlo en Madrid que aprovecha la menor ocasión para buscar un plano, aunque tenga que quitárselo a Feijóo, como esas gaviotas de Pontevedra que esperan en un tejado, como si nada, hasta que el cliente de la terraza que se toma un café tranquilamente, ve cómo se lanzan sobre el bizcocho, arrebatándoselo cuando menos se lo espera.

Los discursos, como siempre: muchos, largos, repetitivos tediosos. El día en que un candidato dé un buen discurso, lo voto aunque me prometa la muerte. El momento de mayor tensión se produjo cuando los muchachos de A Roda decidieron cantar otra obra maestra, el Cumpleaños feliz, en honor a Feijóo que cumplía años. Junto a mí, unas señoras discutían sobre la edad de Feijóo. Mi conclusión, tras escuchar los razonamientos de unas y otras, es que ronda los 52 aunque aparenta 40, pues, según la fuente más fiable, una señora que roza los setenta, «Es de la quinta de mi niña Marisa, que es del 76».

Al final, todos contentos. Rajoy se lleva dos portadas, Feijóo enseña músculo, los organizadores dan la prueba como superada con amplitud, yo escuché mi canción preferida y el público coreaba una y otra voz el himno del PP: «Naná, naná, nananananana, naná, naná, nananananana. Naná, naná, nananananana…. ¡Nanananá!».

También coreaban la enésima canción de campaña compuesta por Los Limones. Ahí se equivocan. Si tienen a A Roda, ¿para qué quieren a Los Limones? Que pongan a Mozart o la canción del naná, que por algo han hecho versiones en tecno, en bachata, boleros, tangos, rap, heavy metal y punk-rock. Al final, 12.000 hombres y mujeres llenaron la plaza de toros para asistir a un mitin del PP. Es asombrosa la cantidad de público que mueven los chicos de A Roda. La conclusión es que o home ten un pauciño regordiño e redondiño co que bate na muller; e a muller ten unha raxa e xuntos os dous na casa danse gosto cando quer. Que ricos sonn os bistéqueles fritidos con as patácalas; carallo, como te atrácolas, espera que voy con tú.

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