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El embrujo de Betty Boop

Isabel Díaz Ayuso. Alberto Ortega / Europa Press
photo_camera Isabel Díaz Ayuso. Alberto Ortega / Europa Press

El presupuesto de la Comunidad de Madrid es unos 20.000 millones. Catalunya tiene un poco más, Andalucía tiene el doble, y Galiza la mitad, para situarnos. No es eso lo que convierte a Madrid en el ombligo del universo, sino otras cosas empezando por el valor simbólico que merece por alojar a la capital del Imperio donde nunca se pone el sol (risas).

Es curioso lo que sucede en Madrid, esa enorme trituradora de escándalos. Lo importante de un escándalo no es que se monte, eso es lo de menos, sino la capacidad de desprenderse de él a su debido tiempo. De eso sabrán algo Gallardón, Aguirre y Cifuentes. Hoy aspira a la reelección Isabel Díaz Ayuso, otra escandalosa, que a mí me recuerda mucho a Betty Boop, ya saben, aquel personaje animado que también tenía unos ojos enormes y los movía constantemente de un lado al otro, como Ayuso, que hace eso mientras sonríe y dice lo primero que le viene a la cabeza. Parece que cada vez que mueve los ojos ve un unicornio y por eso está contenta y habla sin pensar.

En Pontevedra había un after que le llamaba Betty Boop. El drama del after es esa vergüenza que te provoca a la salida, porque entrar es muy fácil pero salir de ahí y comprobar que es de día mientras por la calle vas encontrándote a los amigos madrugadores de tus padres, eso no mola. Menos mal que cerró hace un cuarto de siglo y desde entonces nunca más he visto el amanecer, que es una cosa espantosa. Esto no venía a cuento, pero ya puestos, lo del amanecer es como Ayuso, que a la gente le gusta y no se entiende el porqué.

Pero hay una cosa: Betty Boop, ahora no hablamos del after, tenía millones de seguidores y se convirtió en un icono pop a base de cantar tonterías con una voz desagradable y desafinada. Nunca supe qué le veía la gente a Betty Boop, pero algo era, como tampoco sé qué ven en Ayuso, que tanto embruja que hasta sus rivales tienen reacciones desaforadas, como la de Pablo Iglesias, que se presenta contra ella para impedir la llegada de los ultras al Gobierno madrileño. Ayuso es hoy el personaje más temido de la política española, también entre los suyos. Si Gobierna con mayoría absoluta, Pablo Casado quedará en una pésima posición, toda vez que los resultados de las elecciones vascas y catalanas le salieron como le salieron; y todo el mundo sabe que en Galiza no arrasó el PP, sino Feijóo. Lo mismo ocurriría en Madrid de ganar el PP. Casado no tendría ningún mérito en ello. Y si Ayuso mete en el Gobierno a Vox, desmonta el discurso de Casado en la moción de censura de Abascal, donde dinamitó los puentes con la ultraderecha.

Y los rivales sueñan con un resultado que les permita formar un Gobierno de tres en el mejor de los casos. Ésa es la fuerza de Ayuso. No tiene sentido que nos preguntemos qué le ven a una señora que dice cosas como que los hombres sufren más maltratos que las mujeres o que estás en el lado bueno de la Historia cuando te llaman fascista. Es un enigma. Yo tengo un par de amigos que pasan media vida en Madrid y han caído bajo el embrujo de Ayuso. Su mejor argumento es que Madrid está muy bien porque está todo abierto. También hay otros que no lo ven así, pero los primeros, los que se volvieron ayusistas, son un buen ejemplo del apoyo creciente que le han otorgado las encuestas, pues muchos madrileños que no lo eran se volvieron ayusistas y lo dicen con absoluta naturalidad. Y ella lo sabe, que no convoca unas elecciones para perderlas.

La existencia del ayusismo le otorga personalidad y liderazgo propios

La propia existencia del ayusismo como corriente política dice mucho. Le otorga personalidad y liderazgo propios, cosa que no es fácil moviéndose en estructuras pétreas como la de su partido. Hace dos años no sabíamos quién era Ayuso porque realmente no había sido nada y hoy es la política de moda entre quienes quieren votarla y entre los que aspiran a derrotarla. Y todo eso lo logró con ese aire de estar siempre pensando en las batuecas y buscando unicornios con esas pupilas gigantes que tiene. También contando chistes malos que los ayusistas celebran entusiasmados como si estuvieran en un espectáculo de Eugenio. No se entiende, pero es así.

Ayuso es muy Betty Boop pero también muy post-it, que cuando inventaron un adhesivo nuevo y comprobaron que casi no pegaba, a alguien se le ocurrió usarlo para despegar papeles y el invento salió bien. La pusieron de candidata porque no había otra y el PP de Madrid hacía aguas por cada rincón, acabó de presidenta y a día de hoy ya manda más que Pablo Casado; y como retenga el Gobierno medio PP puede ir arrimándose a ella si sabe lo que le conviene. No porque sea una política excepcional, sino porque el ayusismo existe y el casadismo no. 

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