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Esa España

Luis Enrique, tras el partido ante Marruecos. TOLGA BOZOGLU (EFE)
photo_camera Luis Enrique, tras el partido ante Marruecos. TOLGA BOZOGLU (EFE)

Tiene España esa sensación de que se le debe todo, hasta un Mundial. Bien visto, España solamente era favorita para España. En los dos anteriores mundiales solo había ganado dos partidos, uno en cada uno, el primero ante Australia cuando España ya estaba eliminada y el siguiente ante Irán. Tampoco es que fueran los rivales más duros. En esta ocasión disputó cuatro partidos y ganó uno, parece que ante Costa Rica, que tampoco es un combinado precisamente imbatible. Contra Marruecos, tras 120 minutos de juego y tres penaltis no fue capaz de marcar ni un gol.

Los jugadores iban desfilando ante una cámara, en shock, diciendo que habían merecido más. Uno dijo: "El fútbol nos debe una". Qué te va a deber a ti el fútbol, alma de cántaro. No, no merecieron ni más ni menos. Se pasaron todo el partido aburriendo al pobre balón, que no se había metido con nadie y que fue creado para entrar entre tres palos, no para pastar.

El balón sí mereció mucho más. No había motivo alguno para pensar que España era favorita. España vive del pasado. Como en 2010 ganó un Mundial, la única vez en la historia que pasó de cuartos, pues ya siempre es la favorita. Así es España, que vive convencida de que goza de una serie de derechos adquiridos que la hacen merecedora de todos los elogios y de toda la admiración del mundo entero.

Esa España que no concibe que en América Latina no sean venerados personajes como Colón, Hernán Cortés o Pizarro, con lo mucho que hicieron por ellos. Es la misma España que se indigna cuando escucha o lee algo en gallego, en euskera o en catalán, porque qué pone tu DNI y el castellano es la lengua común, no un dialecto de paletos, ellos cubiertos con una boina, ellas con una pañoleta negra. Yo a lo del DNI siempre respondo dos cosas: una, que pone que nací en México; y otra que también dice que soy español, lo mismo que ponía el de Bolívar hasta que se hizo uno nuevo.

Lo que más le molestó a esa España del partido contra Marruecos fue Marruecos. Inmediatamente, tras ser humillada en la tanda de penaltis, las redes se pusieron a rebosar de patriotas que insultaban a los marroquíes, a los que consideran seres infrahumanos porque no comen jamón ni creen en el único Dios verdadero, esos africanos que vienen aquí a pillar subvenciones pero luego bien que celebran la victoria de su país, porque un buen africano sólo viene a España a amarla y si quiere vivir y trabajar en esa España tiene que renegar de sus orígenes, de su cultura y de su religión, no ir por ahí alegrándose de sus éxitos.

Esa España, y digo ésa porque quiero creer que representa a una minoría aunque sea grande, no ha aprendido en tantos siglos que el derecho a los triunfos y a los reconocimientos no lo otorga el pasado, que por otra parte es un pasado más que discutible, sino el presente. Lo mismo ocurre con el respeto, que se gana cada día, como la superioridad en cualquier disciplina deportiva. No puede esa España seguir empeñada en que una derrota contra Marruecos es imposible o inadmisible. Para ganar, que usted sepa, es necesario ganar. No hay otra manera.

Desde que ganó aquel Mundial en 2010 esa España se cree con derecho a ganarlo todo. Tengo un amigo que siempre me dice que los resultados son buenos o malos dependiendo de las expectativas creadas. España puede razonablemente ambicionar, aunque sea malamente, superar la fase de grupos y caer en octavos o en cuartos, ya que tanto se empeña en mirar al pasado. Es su trayectoria en los mundiales, nunca ha hecho otra cosa con la excepción de aquel que ganó en 2010, cuando usted y yo éramos unos críos que corríamos desnuditos por la playa, demasiado pequeños para comprender las consecuencias del pecado original.

Está bien que uno quiera lo mejor para su país. También yo lo quiero para el mío, que es Galiza, pero otra cosa es sobrevalorar las fuerzas y convertir los deseos en algo que nos pertenece por derecho y luego enfadarse porque no se cumplen. Si en América no nos adoran es que son unos desagradecidos, lo mismo que los marroquíes, que por cierto, buscando en la memoria, recordará que humillaron a esa España gloriosa en las guerras africanas.

Pero no hay que recordar eso, que no es del agrado de esa España; lo que hay que recordar es que expulsamos a los moros de unas tierras que nunca habían sido españolas porque España no existió hasta muchos siglos después y en base a esa inexistente reconquista, esa España exige pleitesía a los musulmanes como la exige a Latinoamérica. Se cree superior porque hubo unos lejanos tiempos en los que formó un Imperio y gestionar lo que queda de él no siempre es fácil con tanto trauma. Es que yo no veo a otros países que también montaron imperios pidiendo casito como lo hace esa España chulesca y matona.

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