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Marc

MARC es un niño de tres años, no sé si ya cumplidos, que estuvo de visita en Pontevedra cosa de una semana. Vino con los padres y los abuelos, todos y todas buena gente. La madre luce camisetas de los Ramones o de Toy Dolls, o sea que es mujer sensata. El padre es bajista en una banda de rock, A.P.S, que tienen una canción que empieza así: "Mirando a la luna llena, aullaré por ti". A mí nunca nadie me ha dicho algo tan bonito. Ojalá llegara un día mi señora, me tomara de las manos, me mirara a los ojos con amor y me dijera: "Mirando a la luna llena, aullaré por ti" en lugar del habitual "aparta, payaso" que me dedica cada vez que nos cruzamos por el pasillo.

Marc y su familia son de Oliva, ciudad valenciana fronteriza con Alicante, o sea que como los gallegos tienen país y lengua propia, algo que siempre une y facilita que uno se sienta más cerca de un catalán o un valenciano que de un extremeño, pongo por caso, pero esto no es lo importante. Aquí lo que importa es Marc. La mitad de su vida la ha vivido en pandemia. El no lo sabrá hasta que se lo cuenten pero mientras tanto, como toda la infancia, se dedica a las cosas importantes, como subir y bajar rampas o poner fin a la reunión pegando un cabezazo a cada uno de los presentes, en plan: "Voy a celebrar nuestra amistad golpeándoos con la cabeza a todas y cada uno". Expresa más Marc con un cabezazo que un diputado con un micrófono y un cuarto de hora para decir estupideces.

Es un buen ejercicio, porque la gente de su generación tendrá que abrirse camino a cabezazos. Los de mi edad, como usted misma, que por mucho que se quite años nadie puede discutir las vueltas que ha dado usted alrededor del sol desde que nació, se lo digo con todo el cariño, amiga mía, la gente de nuestra edad, decía, hemos participado con nuestros padres en la destrucción sistemática de nuestro planeta, como si tuviéramos tres de repuesto, y de un orden natural que mantenía un equilibrio milagroso. Ni hace falta que pidamos perdón, porque no lo merecemos; los que han nacido a finales del siglo pasado o a principios de éste, tendrán que encargarse de frenar las dinámicas destructoras y crear herramientas para que los que hoy tienen la edad de Marc construyan un escenario más amable aunque sea a cabezazo limpio. Será su responsabilidad arreglar un pecado original que es como todos los pecados originales, siempre los cometen otros para que los que vienen detrás los hereden y paguen las consecuencias.

No estaría mal envejecer para ver cómo lo hacen, pues será una batalla decisiva en la que se necesitarán hombres y mujeres como Marc: con iniciativa, nervio combativo y dotes de liderazgo, que en el caso de este niño están sobradamente contrastadas, pues a los tres añitos que tiene ya se ha hecho líder de su familia. Si sigue con esa progresión en otros tres años será alcalde de Oliva.

No sé si las madres y los padres que traen niños al mundo en estos tiempos piensan mucho en que están forjando héroes en cuyas manos se jugará el futuro hasta de nuestra especie. Yo veo a jóvenes de 20 años o 35 que han vivido a caballo entre crisis financieras, sociales y sanitarias y los veo cargados de sensatez, muchísima más de la que mostrábamos usted y yo, que vivimos la juventud cuando la Movida y todo daba lo mismo porque lo importante era que nada nos distrajera de nuestro cometido, que era precisamente ignorarlo todo. Mucho daño hicimos con aquel desinterés por lo que ocurría a más de cuatro metros de nuestras vidas. A pesar de todo hay esperanza.

Un par de buenas generaciones o tres pueden hacer grandes cosas, como los Borbón pero al revés. Y lo inteligente será dejar que tomen el mando desde ya, que nunca es buena idea dejar que apague el incendio el pirómano que plantó fuego, que fuimos nosotros, usted, yo, y todos los que tienen nuestra edad o alguna más. Yo adelantaría el inevitable relevo generacional para que tomen los mandos las personas que son totalmente inocentes de este desastre y por tanto sufren sus consecuencias desde otra perspectiva. No me cabe duda de que esas personas harán todo lo que puedan si se les deja y prepararán a la siguiente generación, la de Marc, para que libre la batalla final entre el sentido común y la estupidez. Tienen un trabajo titánico por delante.

Lo primero, dedicar unos cuantos años a cambiar esta sociedad devastadora y ultracapitalista que les hemos dejado. Desmantelar un sistema tan bien armado no es fácil y hay que hacerlo desde cero, pero ya otras veces la humanidad ha logrado hazañas. Si nosotros pudimos crear a King África, malo será que Marc no pueda salvarnos a todos.

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