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¡Patria o muerte, Carromero!

Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid. EFE
photo_camera Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid. EFE

Un día cualquiera, la Historia concederá a Carromero el lugar de honor que merece entre los grandes hombres de nuestro tiempo. Supimos de él cuando fue a Cuba a ayudar a la oposición y la mató. En mi opinión, son cinco los grandes padres de la Revolución cubana: Fidel, Raúl, el Che, Camilo Cienfuegos y Carromero, no necesariamente en este orden. Pues en lugar de ponerle una estatua junto a la del Che en la Plaza de la Revolución de La Habana, lo metieron en la cárcel, un acto de injusticia que nunca entenderé.

Fíjese en lo que ha logrado ahora. Pongamos por imperativo legal que todo ello se hizo presuntamente mientras nos guiñamos los ojos: pues trabajando para el alcalde de Madrid, se dedicó a espiar a la presidenta de la Comunidad de Madrid siguiendo órdenes del presidente de su partido. Eso es un triple salto mortal, señora, para eso hay que valer. Inténtelo usted, a ver si es tan fácil.

La famosa factura de la que se benefició su hermano era sobradamente conocida. Lo había publicado el digital eldiario.es hace meses. Por esa factura le preguntaron cien veces en la Asamblea de Madrid y Pablo Iglesias sacó el tema en un debate electoral. Esa factura y otras de menores importes pero que juntas aportan una cantidad significativa, estas sí de una empresa para la que trabajaba su hermano, estaban en el debate político aunque no en el mediático. Todo ello no escandalizaba a nadie: los medios madrileños no le dieron al tema mayor cobertura y la cosa estaba ahí, que no arrancaba.

Entonces llegó Carromero. Para estas cosas el mejor es Carromero: "Carromero, espíame a Ayuso, pero súbeme antes tres bocatas de calamares, que las personas importantes tenemos hambre". Fue aparecer el tío y la cosa se desbocó. Y el PP implosionaba, y Ayuso y Casado se enfrentaban en una batalla sin reglas, y un monstruo vi surgir del mar, teniendo siete cabezas y diez cuernos, y sobre sus cuernos diez coronas, y sobre sus cabezas nombres de blasfemia y todo gracias a Carromero. Lo de antes no es mío, lo saqué del Apocalipsis, que es el libro de moda en el PP.

En tres días aparecían otras diez facturas más, de una tercera empresa, y otra de cosa de un millón de una cuarta, de un socio de la madre de Ayuso. El tema lo sacó la propia Ayuso. No me extraña. Miguel Ángel Rodríguez, su asesor le dijo: "Presidenta, tenemos un grave problema. Nos espían". Ella dijo que bueno, que no pasa nada, que es práctica habitual, una tradición del partido. Entonces, Rodríguez insistió: "Pero es que el que nos espía es Carromero", y ahí Ayuso comprendió la gravedad del asunto y se lanzó a la prensa a denunciar que la espiaban. Carromero es como una caja de bombones. Como una caja de bombones de Pandora.

A Carromero lo pillaron ya en más de una, aparte de esta última y de su gesta revolucionaria en Cuba. Le abrieron un expediente por falsificar los cambios de domicilio de 50 militantes para favorecer a un candidato; lo acusaron, con razón, de colocar a sus amigotes en cargos de máxima responsabilidad en las Nuevas Generaciones de las que era presidente. Y mientras todo esto sucedía, le daban sueldos y ascensos en el partido y en las instituciones. ¿Por qué? Pues imagínese, supongo que por cada vez que metía la pata y saltaba a los medios, otras cinco o seis las cosas le salían bien y nadie se enteraba. Y porque siempre hace falta un Carromero, una persona servil y leal como un caballo dispuesta a hacer lo que haga falta, incluso dimitir, pues sabe que si prescinden de él a ver dónde encuentran a otro Carromero, que los carromeros no crecen en un huerto, como los pimientos.

Carromero siempre ha estado ahí, agazapado a la sombra de Esperanza Aguirre, de Ana Botella, de Almeida, de quien tocara, tejiendo su red en toda la Comunidad de Madrid y en el Ayuntamiento especialmente. Y tan bien lo ha hecho que nada sabemos de él salvo cuando la lía. Quiero decir que no hay noticia de algo bueno que haya hecho, y para eso también hay que valer, como para largarse a Cuba sin puntos en el carnet, coger un coche y estamparlo contra un árbol con los líderes de la oposición a bordo. Ya le digo otra vez, inténtelo si tan fácil le parece.

Hay que valorar a Carromero porque es un personaje excepcional que nos explica muy bien de qué va la política en Madrid. Tan bien lo ha hecho que tanto Casado como Ayuso, dos cabras locas, se lanzaron a los medios acusándose de todo y amenazándose de muerte, como niñatos bien peleándose en el patio del cole. Y la de cabezas que rodarán, ya le digo, pero no tema usted por Carromero. Sigue en sus cargos orgánicos en el partido y en cuanto escampe un poco ya los colocarán a él y a su caja de bombones. Nunca se sabe cuándo hace falta un buen revolucionario dispuesto a todo a cambio de un azucarillo de 90.000 al año. ¡Patria o muerte, Carromero!

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