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Qué cloacas ni qué cloacas

El diputado de Unidas Podemos Pedro Honrubia, con una camiseta en alusión a los audios entre Ferreras y Villarejo. EFE
photo_camera El diputado de Unidas Podemos Pedro Honrubia, con una camiseta en alusión a los audios entre Ferreras y Villarejo. EFE

En serio, alguien tendrá que hacer un día un ensayo sobre la capacidad de la sociedad española para reinventarlo todo una y otra vez y fingir que siempre es la primera. Por ejemplo, el escándalo este de los audios de Antonio García Ferreras diciéndole a Villarejo que había lanzado una noticia falsa sobre Podemos a pesar de que había advertido a Eduardo Inda, autor del bulo, que era demasiado burdo. O sea que un buen día Ferreras se vistió esa ropa negra que lleva siempre, se puso frente a una cámara y mintió a su audiencia descaradamente. Pues mire usted. Ya hemos descubierto las cloacas y estamos todos locos, que no nos lo creemos, que cómo puede pasar eso en una democracia y tal.

A ver, que esto es España. Aquí desde siempre han existido las cloacas. Que hablamos de un Estado que montó una banda terrorista de la que nadie se acuerda para secuestrar, torturar y asesinar, señora, que aquí las cloacas no tenemos que estar descubriéndolas cada seis meses. Cloacas mediáticas, políticas, judiciales, policiales. Aquí de toda la vida de Dios se ha espiado, se ha mentido y se han perseguido a los rivales políticos, internos y externos. Los audios o las transcripciones de conversaciones no son de ahora; son de siempre. Las noticias fabricadas también. No hace falta que nos rasguemos las vestiduras cada vez que salta un nuevo escándalo. Es que si nos ponemos así con las cloacas imagínese lo que haremos cuando descubramos que en España hay farolas. El acabose.

Que tuvimos durante cuatro décadas a un rey haciéndose milmillonario a nuestra costa y todos los grandes medios, como los servicios policiales y los gobernantes sabían de sus negocios, de sus andanzas, de sus amantes y de sus cuentas opacas y nadie abrió la boca. No nos hagamos ahora los sorprendidos, de verdad. Aquí se mintió descaradamente sobre los atentados de Atocha, tratando de endilgárselos a ETA por un mal cálculo electoral. Y mantuvieron esa mentira muchos políticos, muchos medios y muchos policías durante años. Que no hace mucho escuchábamos unos audios de un ministro del Interior conspirando contra líderes catalanes y jactándose de que la Fiscalía estaba de su mano. Que hace pocos meses supimos que ya bajo mandato de Pedro Sánchez se utilizó el rollo ése de Pegasus para extraer toda la información de los dispositivos móviles de rivales políticos.

Estos escándalos vienen, se van y se olvidan hasta el siguiente

Que hemos escuchado a lo largo de estos años declaraciones de directores que fueron de grandes medios, como Luis María Ansón del ABC, reconociendo abiertamente haber participado en un complot contra Felipe González en el que se puso en serio peligro la estabilidad del Estado. Y nunca pasó nada. Estos escándalos vienen, se van y se olvidan hasta el siguiente escándalo. Tiene algo de enternecedor escuchar o leer a gente muy escandalizada con lo de Ferreras como si ese no fuese nuestro pan de cada día desde el mismo instante en que se restauró la democracia, por llamarla de
alguna manera inexacta.

Que desde un ministerio del Interior se mandó a un señor disfrazado de sacerdote a secuestrar a la familia Bárcenas. Esto me parece maravilloso, que siempre me lo recuerda Rafa Cabeleira. Y eso fue hace nada, cuando gobernaba Rajoy. Entonces también nos asustamos y nos llevamos las manos a la cabeza porque en España había cloacas. Y eso es lo curioso, la capacidad del pueblo para olvidar las cloacas a los dos días de último escándalo.

Los audios de María Dolores de Cospedal con Villarejo, ¿qué fue de ellos? ¿Qué fue del escándalo que se montó cuando los escuchamos? Pues eso, menos grititos de que en España hay cloacas. No sobreactuemos cada vez que nos ponen un audio. Es la mejor manera de no afrontar la realidad, que lo que nos dice es que las cloacas son un problema estructural, sistémico y endémico que está en todas las jerarquías de poder que hay en el Estado español. La experiencia nos demuestra que redescubrir las cloacas cada seis meses no acaba con ellas, todo lo contrario, las alimenta.

No hay Gobierno español que no haya utilizado las cloacas de manera insistente y recurriendo a todos los medios disponibles, incluso a los asesinatos cuando se consideró útil. No hay gran grupo mediático que no haya fabricado y publicado noticias falsas. Así que ni cloacas ni cloacos. Gaitas. Aquí son escandalillos pasajeros que en un verdadero estado democrático tumbarían gobiernos, acabarían con los responsables en la cárcel y hundirían a los grupos mediáticos. Pero sigamos fingiendo que las cloacas son un asunto para olvidar una y otra vez, que nos va de fábula porque el Estado español es una democracia plena y así todo.

O se cierran las cloacas o se aprende a convivir con ellas, no hay otra. Ya que hasta hoy se ha optado por lo segundo, hágase bien, al menos no finjamos que no existen entre escándalo y escándalo.

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