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El médico asesino

Se le atribuyen 30 asesinatos ejecutados por él personalmente. Imagínese en cuántos no apretó el  gatillo

En 1949, Víctor Lis Quibén publicó la primera edición de su magnífica obra La medicina popular en Galicia. Es un trabajo etnográfico impecable, según los expertos. No se escribe desde entonces ni una coma sobre el tema sin citar la obra de Víctor Lis, que tiene un doble valor, pues Lis Quibén era médico, y por tanto contaba con credenciales para abordar el tema de la medicina popular con conocimiento de causa.

Recorrió Galiza entera para escribir su obra, definiendo las enfermedades y los remedios tradicionales transmitidos durante todas las generaciones que prece dieron al trabajo del etnógrafo. Una de las estudiosas de La medicina popular en Galicia, fue Teresa Ortiz Gómez, quien escribió una reseña del libro de Víctor Lis: El mismo Lis dice en la Introducción, que le impulsó a escribirlo, entre otras cosas, el no haberse publicado hasta la fecha ningún libro dedicado única y exclusiva mente a estas cuestiones. Es verdad. Si usted se pone a investigar un tema que le apasiona y no encuentra libros ni artículos que le interesen, una vez que haya conocido lo poco publicado, la solución es que el libro lo escriba usted, que fue lo que hizo nuestro médico y etnógrafo, diría yo que además antropólogo, quizá más antropólogo que médico o etnógrafo, porque su obra, según quienes la han estudiado, que no es mi caso, es ante todo antropológica.

GH

Cito a Teresa Ortiz porque su trabajo es de acceso libre y gratuito, como es norma en esta sección, aunque hay otros autores y autoras que han dedicado con cienzudos trabajos a analizar y a citar la magna obra de Víctor Lis Quibén, que ya le digo que es una referencia indispensable, tanto en la Medicina como en la Veterinaria, ciencias ambas que guardan cierta relación, aunque nuestro personaje diferencia ambas disciplinas. Dice Antonio Castillo de Lucas, eminente médico también e investigador de la antigua medicina popular. A pesar de que éste, al igual que el prologuista, animó a investigadores y médicos en general, a realizar en todas las regiones tarea similar, el buen ejemplo de Lis Quibén no ha tenido, aún, tantos continuadores como hubiera sido deseable. Y tiene razón, supongo.

Víctor Lis Quibén, además de todo lo dicho, fue un sicópata. Hoy sería definido como un asesino en serie. Fíjese usted si el tío era un bestia, que era el jefe de la Guardia Cívica, el cuerpo de raíces falangistas que se encargaba en los primeros años de la guerra y la posguerra de secuestrar y asesinar a los que no comulgaban con el régimen franquista. Pero no acaba aquí la cosa: lo expulsaron de la Guardia Cívica porque lo consideraban demasiado bruto. Ya hay que estar muy mal de la cabeza para que a uno lo echen del liderazgo de una banda organizada de asesinos. Y antes lo habían expulsado de la Confedera ción de Derechas Autóno mas, también por animal. No obstante, lo premiaron con el cargo de jefe local de Falange. Se le atribuyen 30 asesinatos ejecutados por él personalmente. Imagínese en cuántos no apretó el gatillo.

Luego fue cuando se dedicó al estudio de los remedios naturales para la sanación de enfermedades comunes conocidas desde tiempos in abarcables, tanto de humanos como de animales. Su trabajo es tan concienzudo que no omite remedios para curar el mal de ojo o los mei gallos. Mientras recopilaba información para su libro, acudía regularmente a la biblioteca del Mosteiro de Poio. De camino pasaba casi a diario frente a la vivienda de la viuda de Alexandre Bóveda, donde a esas horas solía jugar su hija Amalia, que una vez la entrevistó Manuel Jabois. Dice Jabois: Amalia Bóveda me contó cómo de niña, jugando sola fuera de casa, veía pasar siempre a un hombre que se le quedaba mirando fijamente. Un día su madre se fue a la ventana para saber quién era. Ni más ni menos que Víctor Lis Quibén, un médico brillante y culto, estudioso de la etnografía que había publicado un libro sobre medicina popular gallega. Cantaba con su padre en la Polifónica: Alexandre era tenor y Víctor barítono. Su madre prohibió a la niña volver a jugar sola a esas horas. 

Que se sepa, Víctor Lis no tuvo nada que ver con el proceso sumarísimo que se le aplicó a Bóveda. Era un sicópata, ya está. Disfrutaba atemorizando a una niña que estaba en el vientre de su madre cuando asesinaron a su padre. Y el fulano hacía una pausa en su camino para asustar a la niña, regodeándose en el asesinato del padre a quien la hija póstuma nunca pudo abrazar. Una vez me dijo Amalia, entre lágrimas: "O único que lle pido á vida, e abrazar ao meu pai". Me partió el alma.

Con esto demostramos que no todo el mundo es bueno, por mucho que estudie y escriba. Mejor hubiera sido que Víctor Lis Quibén se hubiera dedicado a la medicina popular desde el principio. Vivió, envejeció y hasta su muerte en  1963 se paseó por Pontevedra con la cabeza muy alta, ignorando las miradas furiosas de quienes no podían decirle a la cara lo que pensaban de él. Era un tarado en greído, un asesino en serie. 

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