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Santiago Otero Pouso, presidente de la República Federal da Illa de Arousa, héroe y mártir a su pesar

La de hoy es una historia muy moderna para esta sección, pero interesante. Empieza como una pieza casi humorística y termina con desigual suerte para los protagonistas, que en algunos casos sufrieron finales trágicos, en otros no y en los demás no lo sé.

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El 7 de octubre de 1934, domingo, los miembros de la Agrupación Socialista de la Illa de Arousa, afiliados a la UGT, convocaron una asamblea para decidir si iban a una huelga el día siguiente. El ambiente estaba caldeado, con revueltas en Asturias y conflictos sociales por todas partes, Companys había declarado la independencia de Catalunya el día 6 y nuestros héroes se vinieron arriba. La asamblea salió como esperaban, bien, y luego algunos de los líderes sindicales acabaron en la taberna O Nicho, se fueron calentando, se animaron de más, una cosa llevó a la otra y cuando se dieron cuenta habían proclamado la República Federal da Illa de Arousa, un nuevo estado. Parece ser que la idea surgió a propuesta de Juan Otero Maestú, propietario de la taberna y por tanto interesado en dar de beber a su clientela hasta que proclamaran lo que fuere menester.

Aquella anécdota tabernaria se complicó. Pocas horas después de declarar la independencia la madrugada del 7 al 8, estalló una bomba. Unos guardias de asalto tomaron la isla y detuvieron a varias personas. Una de ellas, Segundo Nine, había estado presente en O Nicho, donde había ejercido como secretario. Llevaba en un bolsillo la lista con los miembros del Gobierno. La mayoría de los ministros de la República fueron detenidos esa misma noche. El día 8 explotó otra bomba y el 9 los guardias se llevaron también al presidente. Eso fue lo que duró la experiencia republicana de A Illa.

Fueron liberados a los pocos días, y meses después comparecieron ante un juez militar en la Escuela Naval de Marín, acusados de sedición. Fueron declarados inocentes. No se conocen demasiados detalles porque en la Escuela Naval guardan celosamente la documentación sobre esta causa, que sólo pueden consultar ellos porque son así de guays. Allí está todo lo que no sabemos sobre este asunto y seguro que sobre muchos otros. Decía, cuando usted se me distrajo, que el tribunal militar los absolvió, sin duda por considerar que una declaración de independencia dictada por un grupo de colegas pasados de licor de herbas en una taberna no podía tomarse en serio.

La cosa se olvidó hasta el golpe franquista. Inmediatamente después volvieron a por ellos. A Juan Romero Maestú, dueño del bar y ministro de Propaganda no le fue mal. Tras su valiente etapa como sindicalista revolucionario, se hizo falangista a la velocidad de un rayo y entró en el Sindicato Vertical, funciones que compaginó con la regencia de su taberna.

Luís de Sá, ministro de Cultura, permaneció escondido hasta el final de la Guerra Civil. Dos meses después de la victoria fascista, en julio de 1939, se entregó voluntariamente. Es de imaginar que agotó todas las opciones y no le quedó otra que someterse al juicio de la dictadura. Los cargos que pesaban contra él iban mucho más allá de su participación en la república de la isla. Participó activamente en la campaña del 36 a favor del Estatuto de Autonomía y entre el 34 y el 36 se metió en todos los líos políticos habidos y por haber. Fue condenado a 12 años de prisión, aunque la pena le fue conmutada y salió en libertad al cabo de unos meses. Pero como Franco tenía muchas maneras de represaliar a sus opositores, le fue retirada la licencia de maestro que no recuperó hasta entrados los años '60, quizá, esto es un suponer, por mediación de su hermano Hipólito, prestigioso historiador y escritor.

Con quien se cebó el Régimen fue con el bueno del presidente de la República Federal da Illa de Arousa, Santiago Otero Pouso. La venganza fue tan cruel como macabra. El 21 de septiembre del 36 lo detuvieron en su casa, lo llevaron al cuartel para un interrogatorio. Por lo que se sabe, lo sacaron del cuartel, lo asesinaron, lo metieron en una barca y lo tiraron al mar. El 11 de octubre, el cadáver de Otero Pouso apareció de vuelta en la Praia dos Testos. El jefe de los asesinos y de la Guardia Cívica, que era la que se encargaba de matar a los opositores y deshacerse de los cadáveres, lo cogieron, lastraron al difunto atándolo a una piedra considerable, lo llevaron de vuelta a la barca y lo hundieron nuevamente en el mar. El jefe de la Guardia Cívica era un tal Benito Figueiras. Lo digo porque es capaz de estar vivo, no sea que se lo encuentre usted por la calle y se fíe de él porque tiene aspecto de anciano venerable. Luego aparecemos atados a un lastre camino del fondo del mar y nos preguntamos qué hicimos mal.

Pero una cosa le digo, si me lo permite. Esta gente hizo más por la Illa de Arousa que todo aquel Gobierno catalán. Estos, sí declararon la independencia. En un bar, vale, y borrachos, que es como a veces se hacen las grandes cosas. Pues lo hicieron.

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