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El gallego equidistante

EN ESTOS MOMENTOS la equidistancia está mal vista. Cuando tratamos un asunto que se gestiona de forma visceral en una lucha a muerte en la que sólo puede haber vencedores o vencidos, es complicado situarse entre ellos. Incluso la mediación es mala cosa, pues quien se sitúa entre dos contendientes para ejercer de mediador, tendrá la desconfIanza de uno de los mediadores, del otro o de los dos.

Creo que el gran equidistante que ha dado Galiza es Juan de Betanzos. Un equidistante ejemplar. Hay que entender que ejercer la equidistancia puede tener un gran mérito en determinadas circunstancias. Un equidistante sólo surge cuando hay un conflicto entre dos partes y alguien ejerce una posición intermedia. Es casi imposible que el equidistante sea bien visto por nadie cuando la pelea es a muerte. Para eso hay que valer. Ganarse el respeto, como es el caso de nuestro personaje de hoy, de dos enemigos que se odian a muerte y que se matan a morir es algo excepcional.

Gallegoequidistante

Juan de Betanzos llegó al Perú con Francisco Pizarro, a quien usted, amiga mía, conoce perfectamente por haber sido el bestia que conquistó y laminó al Imperio inca. Betanzos no era solado, sino escribano. Los conquistadores castellanos iban siempre acompañados de burócratas, pues la Corona castellana era extremadamente administrativa y recelosa. Todo lo quería documentado porque necesitaba un conocimiento exhaustivo de cuanto sucedía allende los mares. Por ello los conquistadores iban acompañados de gentes de letras: secretarios, juristas, evangelizadores, notarios, espías. Algunos de ellos se convirtieron en cronistas, otros fueron diplomáticos. Juan de Betanzos, natural de Betanzos como usted está concluyendo, fue un poco de cada o casi todo lo antedicho.

Al poco de llegar al Perú como consejero de Pizarro, matrimonió con Angelina Yupanqui, prima carnal del Emperador Atahualpa, viuda del mismo según algunas fuentes, hermana según otras, pero en todo caso, una princesa de primerísima cercanía genealógica con la crema del Imperio inca. El matrimonio debió ser muy bien avenido, pues en poco tiempo nuestro burócrata gallego se convirtió en traductor y mediador entre castellanos e incas. Aprendió en casi nada a hablar en quechua, el idioma nativo, con lo que fue un utilísimo traductor. Se empapó en la historia, las costumbres y la idiosincrasia de los nativos.

Pronto los conquistadores conocieron la utilidad del burócrata de Betanzos y lo mandaron a negociar. Hagamos un inciso si usted me lo permite para contar una cosa: Pizarro era primo de Hernán Cortés y trataba de empaparse en la experiencia de la conquista del Imperio Azteca para mejorarla en Perú liberada de errores y por tanto mejorada. Cortés había asesinado a toda la nobleza mexicana. Pizarro estaba dispuesto a hacer lo mismo pero de otra manera entre otras cosas porque no disponía de los medios ni de la suerte ni del sadismo de su primo. Igual era cosa de que la genética los dotó con defectos diferentes. Así que Pizarro dejó que la nobleza inca, aunque derrotada y muy mermada, se mantuviera viva. Esperaba así que el pueblo no se rebelara o que, como le sucedió a Cortés en México, le montaran una Noche triste.

Bien, todo fue al revés de como lo había planeado Francisco Pizarro. Los emperadores incas, se rebelaban cada cuatro días y contaban con un gran apoyo popular. Fue ahí cuando nuestro gallego equidistante ejerció un papel determinante. Nombrado como negociador por Pizarro y sucesivos Virreyes y aceptado por los líderes nativos, Juan de Betanzos templaba gaitas. Consiguió que se celebraran acuerdos de paz, mantuvo la autonomía de los líderes incas frente a los conquistadores. Por supuesto, eso lo sabemos todos, acabó perdiendo y el poder inca desapareció para siempre, pero logró mantener a los dos bandos a cierta distancia durante un tiempo.

Fue autor del primer vocabulario en quechua y escribió una magnífica crónica sobre la historia inca, sobre sus tradiciones religiosas y culturales, montó una genealogía impecable de los emperadores incas, y finalmente, a su manera, dejó la equidistancia para situarse junto al pueblo conquistado.

Renegó de la reforma urbanística que convertía a la capital del Imperio inca en una ciudad colonial española y dedicó sus últimos años a rescatar la historia inca, a traducir textos en quechua y a renegar con toda la elegancia y el disimulo que las circunstancias le permitían, de una conquista cruenta y perversa y de la muerte de una cultura que admiraba mientras contaba cómo se extinguía. Juan de Betanzos, gallego.

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