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El toro milagroso

A mediados del siglo IX, allá por el ochocientos y pico, gobernaba la mitra compostelana el obispo Ataulfo. Fue, se dice, el primer obispo de Santiago, pues sus dos antecesores ejercieron en Iria Flavia hasta el traslado de la sede a Compostela.

cotadentroPues resulta que Ataulfo tenía al menos tres esclavos, seguramente berberiscos apresados en alguna batalla o simplemente comprados en algún mercado. Digo que tenía al menos tres esclavos porque fueron ellos quienes acusaron al obispo de abusar de ellos. Puede que otros tres o medio centenar más no lo acusaran, eso nadie lo sabe. Algún día habrá que hablar del esclavismo en Galiza, que de todo hubo: tratantes, propietarios y hasta esclavos gallegos.

A lo que vamos: los tres esclavos se llamaban Zador, Chalon y Asilon. Esta historia se contaba mucho hace siglos, hasta que se dejó de contar por una cuestión de elemental sentido común, como veremos más adelante. Bien, a estas acusaciones, según algunos cronistas se sumaron otras, ya no de los esclavos sino de gente de toda condición que denunciaban al obispo Ataulfo por traición corrupción y estas cosas. Como ahora, para entendernos.

El asunto llegó a oídos del rey Ordoño, según algunos Ordoño I, según otros Ordoño II. Es difícil fijar fechas cuando aparecen estos relatos tan poco precisos. El tal rey, fuese I o II, hizo llamar a Ataulfo a Oviedo, ciudad del Reino de Galicia donde se aposentaba la Corte por aquellos días. Es una de esas cosas que utilizan los malos para defender la existencia de un antiguo Reino de Asturias. Lo cierto es que por aquella época y durante casi mil años, no existían las capitales. El rey recorría sus dominios con sus cortesanos y allí donde estuviera él se ponía un pendón en la torre de un castillo o en la tienda de un campamento y aquello hacía las veces de capital.

Seguimos: allá se fue Ataulfo a ver a Ordoño. Ordoño estaba tan enfadadísimo que había dispuesto una plaza con un toro bravo para que embistiera a Ataulfo. Para que el objetivo se cumpliese, el toro fue azuzado con lanzas y perros.Ataulfo, tras decir misa, vestido con sus ropas de obispo, fue llevado ante el rey, quien sin molestarse en escucharlo, dispuso que lo enfrentaran al toro. Ataulfo se acercó al animal, quien mansamente agachó la cabeza en señal de sumisión. Ataulfo tomó al toro por los cuernos. Los cuernos, desprendidos de la cabeza del bicho, quedaron en manos del obispo, quien los elevó para mostrárselos al público.

Ante la magnitud de milagro el público con el rey Ordoño al frente se postró ante Ataulfo, reconociendo su inocencia y suplicando a gritos perdón por haber dado crédito a los acusadores. Las astas del toro fueron colgadas de las bóbedas de la catedral compostelana y ahí estuvieron hasta el S. XIX, cuando algún sucesor de Ataulfo las mandó quitar. Merece un estudio el cómo la propia Iglesia fue desmontando muchos de aquellos milagros primigenios. A veces lo hacía tras alguna discusión teológica, pero en otras ocasiones con total discreción fue deshaciéndose de muchas reliquias falsas, como las astas de este toro. Yo las hubiera dejado ahí como testimonio de un evento en el que un toro es llevado a una plaza para matar a un obispo en vez de que lo matara a él un torero. Eso sí que es un milagro.

Por una vez tenemos constancia de lo que ocurrió con los personajes secundarios de esta historia, los esclavos Zador, Chalon y Asilon. Los quemaron vivos. Pero no se preocupe. Con toda seguridad la historia es falsa de principio a fin. Fue contada, como casi todas las de este tipo, mucho después de ocurridos los supuestos hechos. Invenciones para dotar a los obispados de un pasado más santo y milagroso que los obispados vecinos. Por eso con el tiempo muchos de aquellos mitos cayeron en el olvido o fueron escondidos en un cajón, porque a medida que la gente se fue cultivando y fue aplicando el sentido común, la gente dejó de creer que un toro le regalase sus cuernos a un obispo. Hoy por menos de curar un cáncer a nadie lo proponen ni para beato.

Consigna Filgueira Valverde que este sería uno de los primeros milagros atribuidos a Santiago, lo que tiene todo el sentido si efectivamente Ataulfo fue el primer obispo compostelano. Cuál es la moraleja de esta historia? Si lo supiera no se lo preguntaría. Puede que ninguna.