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Los extremeños que hablan gallego

MARUXA
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HABRÁ OÍDO USTED hablar de "a fala de Estremadura", una variante lingüística del gallego que se habla en tres municipios de Cáceres, en la Sierra de Gata, en el valle de Xátima. En cada uno de estos lugares, que son San Martiño de Trebello, Valverde do Fresno y As Ellas, hay ciertas diferencias dialectales no demasiado notorias, pero que sí indican que durante siglos nuestro idioma evolucionó de manera diferente. Los lingüistas discuten desde hace un par de siglos o poco menos si a fala procede del gallego o del portugués. La cosa tiene su importancia, pues es cierto que estos lugares limitan con Portugal, pero de no proceder del portugués y sí del gallego, estaríamos ante un enclave que conservó esta lengua durante siglos. También hay quien sostiene que no es una cosa ni la otra sino una lengua romance propia que evolucionó por su cuenta desde el latín y se conservó por tratarse de lugares aislados. Esta teoría es la que menos peso tiene y aunque no somos quiénes para descartarla, la vamos a descartar.

Veamos: si usted entra en Youtube y busca algún vídeo en el que se escuchan a algunos vecinos hablando a fala, comprobará que lo que hablan se parece mucho más al gallego que al portugués en el vocabulario, en la construcción gramatical, incluso en el acento. Un gallego o una gallega se puede entender sin mayores esfuerzos con un portugués o con un brasileiro, pero con un hablante de a fala de Estremadura todavía mejor.

Pongamos que tal como sostienen los que tienen razón, esa lengua procede directamente del gallego. Obviamente surge la pregunta de cómo nuestro idioma llegó a Extremadura y se conservó en los tres enclaves citados evolucionando desde la Edad Media de forma muy similar al gallego y bien diferenciada del portugués. La explicación no es tan complicada: tras la invasión musulmana de Extremadura y su posterior reconquista, buena parte de esas tierras fueron entregadas a señores gallegos y repobladas por gallegos. En Extremadura son muy comunes apellidos de origen gallego, uno de ellos el Saavedra, de los más antiguos de Galiza o el Ulloa, una de las familias más potentes de la Extremadura medieval. Hay muchos otros como Mexía, Moya, Pardo, Paredes, Moscoso, Otero o Monroy, segundo apellido, por cierto, de Hernán Cortés, que era medio gallego. Estos apellidos y algunos otros, que tampoco es cosa de poner aquí la lista completa, proceden de Galicia aunque también hay alguna presencia asturiana. La actual provincia de Cáceres fue repartida entre estos caballeros, muchos de ellos miembros de la Orden de Santiago y otros de la de Alcántara. La primera de estas órdenes militares y religiosas tenía fuerte presencia en Galicia y su función era precisamente proteger a los peregrinos que iban de camino a Compostela.

La Orden de Alcántara, por su parte, no tenía más que una encomienda en nuestro país, pero la nobleza gallega gobernaba buena parte de sus territorios en Extremadura. Por tanto, se puede decir sin rubor que muy probablemente el gallego se hablaba con naturalidad en buena parte de Extremadura, sobre todo en el norte, con mayor presencia gallega, supongo que por naturales razones de mayor proximidad. Si se da usted un paseo por el Cáceres antiguo, algo recomendable, que es una preciosidad, comprobará que en buena parte de los blasones figuran las armas de algún linaje gallego.

A fala estremeña hay que protegerla, impedir que se extinga, formentarla y enseñarla, escribirla y leerla

Puede que en los documentos oficiales no encontremos mucho texto en gallego, pero eso no quiere decir que no lo hablaran los repobladores gallegos de Extremadura, quienes siguieron a sus señores para trabajar allí en las encomiendas de las órdenes militares o en las tierras concedidas a sus jefes. La posterior imposición del castellano debió hacer que el gallego se replegara hasta desaparecer en toda Extremadura salvo en esa tierra entonces recóndita, donde se conservó y se sigue hablando a día de hoy.

Es curioso que la fala estremeña, aunque netamente gallega en sus tres variantes, tenga más influencia del asturianu que del portugués o el castellano, lo que puede ser otra prueba más de su procedencia, pues junto a los gallegos, también hay cierta presencia de asturianos entre los repobladores de Extremadura. Lo que queda en esa tierra todavía hoy lejana, es una reliquia viviente de la influencia que nuestro país tuvo en otros tiempos y que nos fue arrebatada por siglos de centralismo castellano.

Nuestro idioma no fue extirpado de esos tres reductos galaicos en Extremadura porque estaban geográficamente bien resguardados de los tentáculos castellanos, pero como sucedió en Galicia, fueron los vecinos los que mantuvieron viva la tradición lingüística, hoy considerada una rareza exótica pero en otros tiempos sin duda muy extendida entre los pobladores gallegos de la actual provincia de Cáceres. A fala estremeña hay que protegerla, impedir que se extinga, fomentarla y enseñarla, escribirla y leerla porque es Historia no sólo de Extremadura sino de Galicia y quienes todavía hoy la hablan, unas 8.000 personas, merecen todo nuestro respeto y el mayor de los homenajes.