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El gallego que logró la cuadratura del círculo. O no

La cuadratura del círculo es un viejo problema, ya planteado por los sabios griegos hace un montón de siglos. En teoría es de imposible resolución. Se trata de hallar el área de un cuadrado partiendo de un círculo dado. Como únicas herramientas, una regla sin numerar y un compás, que eran las que utilizaban los griegos para solucionar problemas geométricos. Miles de matemáticos lo han venido intentando a lo largo de la Historia y aún hay quien lo intenta. Algunos han conseguido aproximar el resultado, pero siempre con un margen de error inadmisible para una ciencia exacta como de la que hablamos.

asdasSucede que un gallego lo logró hace ya un montón de tiempo, a fi nales del XVIII. Lo sabemos gracias a Jacinto Calero y Moreira, que publicó en su obra Mercurio Peruano, en la que daba cuenta de los avances técnicos y científicos que por aquella época se lograban en el Perú.

Nuestro personaje, llamado Diego López González de la Peña, natural de Pontevedra y residente en Lima, se enteró de que la Academia de las Ciencias de París ofrecía un sustancioso premio a quien consiguiese la cuadratura del círculo. González de la Peña se puso a ello y llegó a obsesionarse de tal manera que acabó por abandonar cualquier otra ocupación para entregarse en cuerpo y alma a resolver el problema. Llenaba páginas y más páginas con sus cálculos , construía modelos en madera y durante años, día y noche, se dedicaba al intento de cuadrar el círculo. Un buen día creyó haberlo conseguido, y tal vez lo consiguió, aunque nadie le hizo caso porque el hombre no era matemático de oficio ni nadie le conocía tal afición. Simplemente el buen hombre buscaba un premio.

"Tanto se complació de su hallazgo, que a todo el mundo lo anunciaba. La incredulidad de muchos le obligó a consultar con todos los maestros de la ciudad, que a pesar de sus porfías, siempre dieron su trabajo por tan ímprobo como inútil", escribe Jacinto Calero, quien dedicó un capítulo de su obra a nuestro calculista, al que cedió más espacio en su libro que a muchos que sí habían conseguido algo demostrable.

Vista la indiferencia con que era recibido su descubrimiento, el hombre llegó a escribir un informe dirigido al virrey del Perú, Francisco Gil y Lemos, nacido en Lalín pero descendiente del famosísimo conde de Lemos y por tanto lucense, por lo que todo queda en Galiza. Los Lemos gozaron de gran influencia durante algunos siglos, no sólo por la potencia histórica de tan alto ascendiente sino por su posterior parentesco con la Casa de Alba. En la carta dirigida al virrey nuestro héroe se autotilulaba Alcides de la geografía y monstruo de las matemáticas. Solicitaba al virrey que reclamara en su nombre el millonario premio a los académicos de París. El virrey le hizo el mismo caso que todos los demás, o sea, ninguno.

Finalmente nuestro matemático Diego López González de la Peña murió, ya octogenario, sin conseguir que nadie revisara su descubrimiento, que se ha perdido para siempre. Dejó como toda herencia sus papeles, sus modelos en madera, sus reglas y sus compases. Su hija, heredera de todo aquello y enfadada con su padre por dilapidar la fortuna familiar le plantó fuego a todo, privándonos de una obra a la que González de la Peña dedicó todos sus bienes y más de media vida. Así que cabe preguntarse si el buen hombre logró su propósito. No lo sabemos porque nadie se molestó en comprobarlo en aquella época y la hija se encargó de impedir que en adelante la Academia de París o algún matemático revisara el trabajo del padre. Mala hija, que de todo hay en la viña del Señor. Nunca sabremos si nuestro personaje fue un Iker Jiménez de su época o un genio autodidacta que logró lo que todos los matemáticos llevan intentando desde hace miles de años.

El caso es que nadie se molestó en comprobar su trabajo y eso está muy mal. Todos se rieron del pobre hombre a carcajada limpia pero ninguno echó un vistazo a su trabajo, que tampoco costaba tanto. Ni la hija, despechada, se molestó en conservar la tarea a la que el abnegado padre dedicó tanto esfuerzo. Pues me alegro de que no recibiera más herencia que aquella, y ella y todos y todas moriremos sin saber si el Alcides de la geografía y monstruo de las matemáticas logró cuadrar un círculo.

Yo propongo que, a título póstumo, reconozcamos el hallazgo de nuestro convecino, Diego López González de la Peña, pontevedrés, descubridor de la cuadratura del círculo. Y si no, que nos demuestren lo contrario. Y, caso de que haya alguien que nos lo demuestre no le haremos ni caso. Problema resuelto. Círculo cuadrado.

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