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Juan Bermúdez, Papa en Etiopía

El caso de Juan Bermúdez es de esos que deberíamos conocer mejor, porque no es habitual, y mucho menos en el siglo XVI, que un médico gallego acabe siendo el Papa de la Iglesia Ortodoxa de Etiopía, pero así fue. Ejerció además de como médico y Papa, como diplomático, antropólogo y escritor, al menos de una obra que se le conozca: 'La religión, usos y costumbres de los etíopes'.

La historia de este hombre anda desperdigada entre diversas fuentes, pero si quiere usted conocerla con cierto detalle, puede leer la carta que San Ignacio de Loyola escribió a unos misioneros jesuitas en Etiopía. Juan Bermúdez llegó a Abisinia como médico de una embajada de nobles portugueses que llevaban unas cartas para el rey Lebne Denguel, que reinaba como David II. Entre los miembros de la delegación portuguesa se encontraba Rodrigo de Lima, a quien servía Juan Bermúdez. De Lima hizo sus cosas de embajadores y se fue de ahí hacia Roma, pero Bermúdez, que había caído bien por ahí, decidió quedarse.

MARUXA

La Iglesia Ortodoxa de Etiopía siempre vivió alejada de catolicismo. Fue una de las primeras en ser convertida, se dice que por San Mateo y mantuvo sus raíces, de ahí la ortodoxia. El título oficial de Juan Bermúdez, como el de sus predecesores y sucesores, era el de Patriarca de Alejandría. Aunque desde Roma se trataba de controlar desde el S. VI, era imposible. Mantenían liturgias diferentes, y el general las diferencias religiosas y culturales estaban demasiado lejos ya del Vaticano, que la consideraba una secta cismática que había de ser reconducida, y desde luego Juan Bermúdez no era precisamente la persona adecuada.

Al parecer, fue el propio rey de Abisinia quien nombró Patriarca (o Papa, que es la misma cosa), al gallego Bermúdez y el Papa de Roma lo confirmó. Es de suponer que Bermúdez vivía bien ahí, un lugar al que nadie quería ir a predicar porque nadie les hacía el menor caso. Con bastante razón pensaban que nadie iba a decirles precisamente a ellos cómo practicar el cristianismo, cosa que a su nuevo Papa no debía importarle demasiado.

El título oficial de Juan Bermúdez, como el de sus predecesores y sucesores, era el de Patriarca de Alejandría

La organización del reino era simple: el rey David II era el dueño de todo y proveía a la Iglesia generosamente. Bermúdez tenía a su cargo todos los monasterios, los templos, las tierras y los tesoros de la Iglesia. Por otra parte, si el buen hombre, médico, no había sido instruido para ocupar cargo alguno en la Iglesia católica, imagínese usted en la de los ortodoxos etíopes.

La gran jugada de Bermúdez fue gestionar ayuda militar para David II, cuyo reino era ambicionado por turcos y egipcios. Para ello convenció a Esteban da Gama, hijo de Vasco da Gama, que andaba cerca con una flota portuguesa. Esteban le dejó a 400 soldados al mando de su hermano Cristóbal. Los portugueses vencieron a los enemigos de David y David quedó muy agradecido a Bermúdez, cuyo patriarcado duró de 1536 a 1545.

El caso es que no debió hacerlo muy bien, pues el propio David II, quien lo había nombrado al principio, mandó una carta al rey de Portugal pidiendo que le sacaran de ahí al Papa. Es probable que el hombre, ignorante en los asuntos de la fe, se dedicara a dilapidar los bienes que el rey ponía a su disposición, pues de otra manera no se entiende que quisiera permanecer ahí ejerciendo una función para la que estaba incapacitado.

El rey portugués pidió al Papa de Roma que nombrara a un sucesor, y el Papa habló con Ignacio de Loyola, de ahí su conocimiento del asunto. Las noticias que llegaban de Etiopía eran escandalosas: los libros sagrados estaban tirados por cualquier lado, se practicaba la poligamia y los matrimonios se hacían y deshacían en cosa de días. Los etíopes, bajo el papado del médico gallego, se habían vuelto una panda de infieles. Si ya preocupaba que la Iglesia Ortodoxa de Etiopía fuera rebelde desde hacía mil años, más preocupaba que dejara de ser cristiana para entregarse al pecado y la herejía.

Le ofrecieron el cargo al propio Ignacio de Loyola, que dijo que no, que él andaba liado, que no quería un puesto que conllevaba tan alto honor, que él era una persona humilde y que tenía unas lentejas al fuego. Ofreció a algunos jesuitas, pero el rey de Portugal se negó. No obstante Ignacio de Loyola montó ahí una misión y a sus miembros es a quienes escribió para ponerlos en antecedentes.

Finalmente, al ver que las cosas se le ponían difíciles al rey David II, que sus enemigos acechaban nuevamente, Bermúdez se retiró voluntariamente y se fue a morir de viejo millonario a Portugal. Sobre el lugar de nacimiento de Juan Bermúdez no hay más noticias salvo que era gallego. Lo afirman así todas las fuentes y no vamos a llevarle la contraria a gente como San Ignacio de Loyola.

Pues ahí lo tienen: se fue de casualidad a Abisinia y acabó de Papa. Un prodigio. Hoy la Iglesia Ortodoxa de Etiopía sigue ahí, a pesar de Bermúdez.