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La aparición del fraile

Maruxapequena
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La capilla de Santos Reis, en Bueu, es uno de los pocos templos en el mundo entero dedicados a los Reyes Magos. Sus orígenes se remontan a 1686, cuando la mandó construir el abad Fernando de la Rúa Freire. Aquella capilla original se fue viniendo abajo y en el siglo XIX fue demolida, sin descartar que, como suele suceder, los vecinos simplemente se hayan llevado la piedra para darle un nuevo uso. Así que la actual capilla sólo comparte con la anterior el nombre, pues la ubicación tampoco es exactamente la misma. La que podemos ver hoy es una preciosidad diseñada por el famosísimo pintor Urbano Lugrís e inaugurada en 1953.

Hace cosa de cuarenta años, Manuel, vecino de Bueu, se encontraba frente a la capilla de Santos Reis. Era de mañana y la visibilidad era perfecta. La tarde anterior había salido de caza y había perdido a su perro. Se le hizo de noche y decidió regresar a su casa para continuar al día siguiente con la búsqueda, de ahí que se encontrara en el lugar. Pensaba que el perro podría andar por esa zona. Aparcó su coche frente a la capilla y bajó. Fue entonces cuando se le apareció el fraile. Manuel no pudo verle la cara. MaruxaVestía el clásico hábito, con la capucha cubriéndole el rostro, llevaba las manos entrelazadas, también ocultas por las mangas y se dirigía hacia las escaleras que bajan hacia donde Manuel se encontraba. Manuel, lo vio a una distancia de seis o siete metros, "lo que tiene de ancho la carretera".

Congelado, incapaz de moverse, Manuel comprendió desde el primer momento que lo que veía era una aparición y al comprobar que el fraile se dirigía hacia donde él se encontraba, se descongeló, se subió al coche y salió de ahí a todo correr. No le pregunté si acabó encontrando a su perro. Espero que sí. 

Antes, otro vecino de Bueu a quien llamaremos A. porque se resiste a dar su nombre a pesar de que la historia es sobradamente conocida, pues aunque A. nunca quiso que se extendiera se la contó a una persona de su confianza que a su vez la transmitió por toda la comarca, tuvo una relación más estrecha y duradera con el monje. Después de trabajar solía parar en Santos Reis y se hizo amigo de la aparición. Durante varios meses habló con él. Se resiste a contar de qué hablaban. Solamente dice que el fraile "daba buenos consejos y pedía que la vida fuera más llevadera". Un buen día dejó de aparecerse y hasta hoy. Dice A. que conoce la identidad del fraile y los motivos por los que frecuentaba esa capilla. También sabe a dónde fue tras esa estancia en los alrededores de la capilla. De todo ello no puede hablar, dice, supongo que porque el fraile no hablaba con él para transmitir un mensaje a la humanidad, sino que lo había elegido a él por un motivo determinado que yo desconozco.

Durante aquellos días la noticia se extendió por todo el pueblo y muchos se la tomaron a broma. Medio en serio y medio en broma un grupo de chicos acudió al lugar una noche para conocer al espectro. No lo encontraron y empezaron a invocarlo. El fraile no apareció, pero sí una luz en medio del monte, muy poco natural por cuanto en ese lugar jamás ha habido ni habrá una luz. La luz se quedó ahí, quieta. Los chicos se fueron, dicen que porque no le dieron mayor importancia a que apareciera ahí aquella luz. Puede que se hicieran los valientes a la vuelta, cuando lo contaron y lo que sucedió es que no se atrevieron a acercarse por si quien portaba la luz era el fraile.

Los secretos del fraile, su identidad, su destino y las conversaciones que tuvo con A. morirán con A. Supongo que nunca más volverá a aparecerse. A. me dio a entender que cuando su amigo se despidió lo hizo para siempre. Más allá de lo extraña que es la historia, lo que me llama la atención es eso, la amistad que durante meses mantuvieron, con contactos frecuentes y largas conversaciones. "No todo el mundo está preparado para asumir ciertas cosas. Lo fácil es reírse de ellas", me dijo A.

Pues yo creo a A. y a Manuel. Uno y otro me parecieron personas cabales que sabían lo que decían y lo que vieron. Tampoco me parecieron adictos a los asuntos paranormales ni mucho menos. Uno y otro, además, recibieron la presencia del monje de manera muy dispar, uno escapando de él y el otro haciéndose su mejor amigo. Imagino que a A. le gustaría volver a verlo aunque sabe que eso nunca ocurrirá y Manuel tiene pesadillas sólo de imaginar un reencuentro.

Pues esté donde esté ahora el fraile, espero que se encuentre bien.

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