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La vía láctea

Ilustración para el blog de Rodrigo Cota. MARUXA
photo_camera Ilustración de Maruxa

SE QUEJABA EN 1550 el Licenciado Molina de que Galicia tenía tantos ríos que era imposible incluir la mayoría de ellos en su Descripción del Reino de Galicia. El hombre recorría el reino y solamente veía agua. “Por ninguna parte de Galicia podemos ir que no vayamos por arroyos y fuentes y otras aguas”. Decía también que en los montes había abundancia de vacas bravas, “que para cazarlas es menester gran industria y lazos como para cualquier otra caza”. Obsérvese que cuando dice “cazarlas” quiere decir “capturarlas”, pues matar a una vaca es más bien fácil y para ello no hace falta lazo. Cuando lo que se quería de una vaca era su carne o su piel, se la mataba; cuando se necesitaba para el trabajo del campo o se buscaba su leche, había que capturarla.

Así comprobamos que hace cinco siglos un litro de agua era más barato que uno de leche. Las razones de que hoy eso ya no sea así pueden deberse a muchos factores, pero principalmente hay uno: la leche ha dejado de protegerse. En nuestro país hasta hace bien poco el ganado se preservaba hasta con la vida. En 1658 según nos cuenta Fray Felipe de la Gándara en Nobiliario, triunfos y armas de Galicia, y en medio de una guerra contra Portugal, uno y otro bando tenían más interés en robar las vacas del contrario que en matar a sus soldados. Así sabemos, por ejemplo, que tras diferentes combates en los que sobre todo secuestraban vacas, “sacaron los enemigos a pastar el ganado que tenían en Salvatierra, tuvo noticia de él la gente del presidio del Castillo de Aytona y les cogieron 30 bueyes y vacas y degollaron seis hombres, que estaban de guarda del ganado”. El cronista, por muy fraile que era, daba más importancia al robo de las vacas que al asesinato de las personas que las cuidaban. Los seis pastores eran perfectamente reemplazables; las vacas no tanto. La vida del pueblo gallego dependía en gran medida del buen estado de sus vacas, un sector que siempre se ha tenido por estratégico.

Poco antes del suceso de Salvaterra, concretamente en 1628, el Consejo del Reino ordenaba una exención de impuestos para los transportes de ganado. Lo hacía solamente para gallegos y asturianos, razonando que “en el reino de Galicia y principado de Asturias se cría gran cantidad de ganado, y por ser mucha la distancia y la gente pobre”. Se entendía que si los productores de estas tierras tenían que pagar por acudir a ferias de ganado a comprar o vender sus vacas, la cría de vacuno y la producción de leche y derivados serían insostenibles.

Es especialmente esclarecedor y tristemente de rabiosa actualidad un estudio escrito en 1802. Se titula Memoria sobre los ganados de Galicia, considerados relativamente a la economía política. Refiriéndose a la vaca gallega, dice, “nada hay más digno de la protección del Gobierno. Proporciona los abonos que la tierra necesita; regala la leche, el queso y la manteca, que aminoran el gasto del pan”. Se habla, ya entonces, de los abusos de los distribuidores “que en el bagaje se cometen en beneficio de los más acomodados y son víctimas los más infelices, que a veces pierden en las jornadas sus medios de subsistencia”. Se pedían entonces exenciones de impuestos y “leyes sabias”, que libraran a los productores de leche de los numerosos obstáculos que soportaban. Alguien debió hacer caso, pues en 1860 en el Diccionario de bibliografía agronómica se hace referencia al texto y se dice que buena parte de aquellas demandas se habían atendido. Luego se desatendieron.

“En quien siempre ha creído el gallego es en la vaca”, dijo Manuel Rivas. Los gallegos siempre hemos sabido proteger nuestra leche, porque de ella ha dependido la vida: “A vaca é a ama de cría da humanidade”, decía Castelao. “A vaca é o símbolo da paz”.

Según escribió Pascual Madoz en 1850, los primeros filólogos que estudiaron el origen del topónimo Galicia le dieron erróneamente raíces griegas y sostuvieron que su procedencia estaba en la palabra leche (gála). El error lo cometieron, según Madoz, al atribuir ese origen al modo de vivir que tenían sus habitantes, siempre pegados a sus vacas.

Aplicar descarnadamente las leyes que permiten adulterar los precios, convertir la leche en un reclamo de gran superficie, pagar a un ganadero menos de lo que le cuesta producir es un insulto a esta tierra. Creer que el futuro de este país puede darse sin sus vacas es negar la esencia y el espíritu del pueblo gallego. Si algo nos ha demostrado la historia de Galicia es que todo va y viene, abre y cierra, pero las vacas siempre han estado y siguen ahí, nunca han fallado. Conforman una vía láctea que nos conduce a través del tiempo, que nos conecta con nuestros ancestros y nos dirige al futuro. Volviendo a Castelao, también dijo que “o día que seipamos o que val unha vaca, Galiza quedará redimida”. Sin embargo, hoy mismo es tan caro en Galicia un litro de agua como un litro de leche.

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