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Alumbrado

El problema de las luces navideñas recorre la península todos los años sin que aparezca jamás la solución definitiva. Las dos últimas semanas que me ha tocado participar en Área Pública en la TVG salió el tema del alumbrado navideño en Compostela . Por lo que se ve, Martiño Noriega anunció el encendido de las luces para el día 17 de diciembre, lo que le ocasionó graves conflictos con los grupos municipales, con los comerciantes y con buena parte de los vecinos. No seré yo quien se ponga en contra de un comerciante compostelano, que ya bastante tienen con abrir la puerta a diario cuando no se ven obligados a cerrarla para siempre, como sucede en todas y cada una de las ciudades españolas.

Dicho eso, cabe afirmar que el espíritu navideño, sea eso lo que sea, se mide por la calidad de las luces y por el adelanto con que se produce con respecto a la Navidad. Según se dice, las luces navideñas incitan al consumo. De ser así, lo conveniente sería mantenerlas encendidas todo el año. Por lo que se ve, las luces nos hacen felices y nos impulsan a comprar. No es así en mi caso, pues el presupuesto con el que cuento para celebrar las fiestas es exactamente de catorce euros con cuarenta y dos céntimos, cantidad que pienso gastar en todo caso en el comercio pontevedrés, algo que haría igualmente con luces o sin ellas. Desgloso aquí las cantidades: un dibujo de una casita con chimenea bajo un gran sol para mi hermano, hecho con mis propias manos; otro para cada uno de mis hijos, también de mi autoría, que representará a todos los miembros de mi familia cogidos de las manos; a mi sobrina Elena , un nuevo dibujo en el que se verá a la propia Elena junto a un muñeco de nieve. A mi señora, una figura de barro que pretenderá ser una vasija. Finalmente, a mi hermana la misma figura de barro, que recuperaré de la basura una vez que mi señora lo tire, antes de ir a casa de mi hermana. Todo ello supondrá un montante de cuarenta y dos céntimos. Los catorce euros restantes los gastaré en tabaco y dos cubatas.

En Pontevedra también tuvimos quejas cuando se sustituyeron las anteriores luces que representaban motivos religiosos, como angelitos, por otras más aconfesionales, en la medida en que una bombilla pueda ser aconfesional, que lo dudo. Ahora tenemos bolas y campanas. Y las sigue habiendo cuando vecinos o comerciantes de una calle se sienten agraviados porque su alumbrado es menor o inexistente. Yo me pregunto si existe algún estudio que haya cuantificado la verdadera incidencia del alumbrado navideño en el consumo. Puede que alguien a quien le sobra el dinero gaste más en una calle con luces que en una que no las tiene; o puede que en una ciudad en la que el alumbrado se enciende una semana antes se venda más que en otra que llega siete días después. No tengo idea de si existen cifras al respecto, pero me cuesta creer que una familia que cuenta con un presupuesto exiguo, y hoy por hoy en esa situación se encuentran la mayoría de las familias españolas, vaya a gastar un céntimo más o menos dependiendo de un alumbrado navideño. Imagino que todos gastaremos lo que buenamente tengamos, y ello no dependerá en absoluto de unas bombillas que en todo caso cuestan una pasta.

Cierto que la campaña navideña supone un balón de oxígeno para cualquier comerciante, que para muchos es una cuestión de pura supervivencia, así que no será cosa de que vaya yo a hacer un alegato contra el consumo, y mucho menos contra el consumo en el comercio local que mantiene a muchas familias pontevedresas. También es cierto, y en eso estaremos casi todos de acuerdo, que la ciudad luce más hermosa con esa decoración. Pero una cosa es todo lo anterior y otra creer que de ese alumbrado depende el que vayamos a comprar mucho más o mucho menos. Mucho me temo que gastaríamos exactamente lo mismo. Será cosa de preguntar a los comerciantes compostelanos si esas semanas que han pasado sin luces han vendido más o menos que en las mismas semanas del pasado año. También es cierto, o eso me parece a mí, que hay muchos vecinos de Compostela, de Pontevedra y de Pamplona , que creen que la felicidad aumenta con el encendido de unas bombillas y sobre eso tengo serias dudas. Incluso puede que, si es verdad que las luces aumentan el consumo, en algunos casos generen infelicidad entre padres y madres o niñas y niños que no ven cubiertas sus expectativas al no estar en condiciones de competir en gasto con los espléndidos regalos del vecino.

Yo probaría un año, aunque sólo fuera uno. No poner alumbrado y ver qué pasa. Podríamos medir el aumento o la bajada del consumo y calibrar nuestros índices de felicidad y la incidencia en las visitas foráneas, algo que también se suele utilizar como argumento para convertir el alumbrado navideño en algo inevitable, como si los turistas eligieran el lugar de vacaciones invernales en función de los vatios que una ciudad dedica a poner bombillas para celebrar el nacimiento de Jesús, lo cual, dicho sea de paso, puede que no fuese del agrado del propio Jesús, según me dicen algunos que lo conocen en persona.

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