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Escenarios

EL ESCENARIO es lo que importa. Si usted monta un escenario, aparecen los actores y representan la escena. Hace varios años, los que defendíamos al Colón gallego como si nos fuera la vida, decidimos generar un escenario. En vista de que nadie nos creía, con razón, montamos una fiesta en Combarro, ‘O día de Colón’. La cosa funcionó. Para muchos, Colón empezó a ser gallego, pero no porque lo dijeran los documentos, que no lo dicen. Empezaron a creer porque lo dice una fiesta. Lo que faltaba era el escenario. Una vez creado, los actores llegaron y montaron una escena en la que Colón nació indiscutiblemente en Poio, cosa que dudo que haya ocurrido jamás. Si esa misma fiesta la montamos en Hungría obtendríamos idéntico resultado. A fin de cuentas, Colón tanto pudo ser húngaro como de Poio. Lo importante es montar el escenario correcto. 

Lógicamente estamos acostumbrados a reconocer escenarios de manera instintiva. Si vemos un garaje enorme, semivacío y mal iluminado por el que camina un personaje que va solo y escuchamos un ruido, sabemos que aparecerá un psicópata, no un cervatillo, y que la escena que se representará será la de un asesinato. 

Cuando el otro día nos anunciaron que se revelaría una exclusiva bestial, todos empezamos a hacer cábalas hasta que llegó la hora. Entonces sacaron lo de los papeles de Panamá. Las primeras reacciones fueron de decepción, de aburrimiento: "“¿Y esa era la gran exclusiva? Pues mira tú. Unos millonarios tenían cuentas en Panamá”". La gran exclusiva sería precisamente la contraria. Que no apareciera el nombre de ningún millonario. Eso sí sería un notición. Tampoco vamos a rasgarnos las vestiduras. Si usted o yo fuéramos uno de esos multimillonarios probablemente tendríamos una cuenta opaca en Panamá. Alguna vez hemos parado en doble fila, por ejemplo, o hemos sobrepasado un límite de velocidad. Sabemos que no debe hacerse, que si nos descubren seremos sancionados y que estamos siendo insolidarios con otros ciudadanos a los que estorbamos; pero también sabemos que todo el mundo lo hace, que por una vez no pasa nada, que total sólo es un minuto, que hay muchas probabilidades de que no nos pillen. Es el escenario en el que vivimos. Pues para un millonario, abrir una cuenta en Panamá es como para usted o para mí cometer una infracción de tráfico. Saben que no se debe hacer, como saben que en este escenario es la escena que hay que representar. 

De todos los nombres que hemos visto, entre los que como es natural hay grandes empresarios, políticos o deportistas, el que más sorprende es el de Imanol Arias . No porque lo tengamos por más o menos honrado que a los demás, sino porque no nos lo imaginábamos tan rico como para tener una cuenta en un paraíso fiscal. Lo veríamos con toda naturalidad parando en doble fila, pero no abriendo cuentas para ocultar dinero. 

Vivimos en un escenario en el que nos parece perfectamente normal que una fundación ligada a un partido recibiera millones de euros de Chávez , o que otro partido pagara obras con dinero negro, tenga en la cárcel a su tesorero y blinde como senadora a una exalcaldesa en cuyo equipo todos blanqueaban. Y es muy natural que en otro partido haya decenas de culpables de haberse enriquecido montando falsos cursos de formación para trabajadores. Tan normal que alguno de esos partidos acabará gobernando España otra vez en cosa de semanas o meses. 

No fallan las personas. Falla el escenario. En mi ciudad no hay casi nadie que sobrepase el límite de velocidad o aparque en doble fila. No porque seamos más civilizados, sino porque nos han cambiado el escenario. Lo haríamos, pero no podemos. No hay espacios para aparcar en doble fila y tenemos todo lleno de badenes que nos impiden acelerar. A diario echamos de menos lugares para parar un minuto en doble fila y siempre nos estorban los badenes. Así es la vida. Si montamos un escenario y lo llenamos de armas de fuego se representará una escena en la que todos se lían a tiros. Si ponemos césped y un balón, los actores se pondrán a jugar al fútbol. Por eso los psicópatas acechan en los garajes oscuros y los cervatillos corren por los prados. Unos y otros reconocen su escenario y saben lo que allí pueden hacer y lo que no. 

La cuestión es que hay escenarios que no cambian. El nuestro, el de los pobres que comenten infracciones y el de los ricos que tienen cuenta en paraísos fiscales, lo hemos construido entre todos a lo largo de muchos siglos. No podemos cambiarlo de la noche a la mañana ni tampoco queremos. Lo que quisiéramos, al menos usted y yo, es ser lo suficientemente ricos para abrir cuenta en Panamá y dejar de pertenecer al grupo de desgraciados que paran en doble fila. Luego hay algo más que agrava el asunto. Tenemos la manía de contratar a psicópatas para que diseñen garajes y por supuesto los diseñan bien, cada vez mejor.

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