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La lista de unidad

EL PASADO lunes, durante los actos de homenaje a Bóveda, aprecié las dificultades para formar en Galiza una candidatura nacionalista de unidad. Al principio, durante el acto institucional celebrado en Poio, todo parecía ir sobre ruedas. Hablaban todos con todos, se abrazaban, sonreían y hacían el amor. Fue después, antes de la comida en Casa Pepe, cuando comprendí qué pasa en el nacionalismo que imposibilita o al menos dificulta gravemente cualquier posibilidad de acuerdo.

En el salón, en forma de U, estaba primorosamente dispuesta una mesa llena de platos y sillas. Los asistentes, entre los que se encontraban dirigentes de todos los partidos nacionalistas y/o de izquierdas, tomaban cañas o vinos, sonreían otra vez, hablaban entre ellos y hacían el amor. Sin embargo, llegando ya el momento de tomar asiento, empezaron a aflorar los nervios. Se reunieron en corrillos y los de cada grupo miraban con desconfianza a los demás. De pronto, unos salieron corriendo hacia el comedor y empezaron a reservar sillas en el lugar que les parecía más óptimo para sentarse. Después otros sorprendieron a los demás y ocuparon inmediatamente otras sillas, aferrándose a ellas como posesos y luego vino la desbandada. Yo le dije a Nito Sobral, el alcalde de Poio: “Alcalde, se non von poñedes de acordo en como sentarvos a xantar, malamente negociaredes unha lista conxunta”. Es que claro, lo de la candidatura de unidad se estrella en el momento en que hay que decidir quién encabezará las listas, y por lo que allí se vio, todos quieren colocar a su líder en el mejor puesto, y no hay provincias en el país ni en el universo para meter a tanto número uno como allí había. El alcalde me dio la razón: “Cota, eu teño sitio na cabeceira da mesa”.

Luego los corrillos, los abrazos, las sonrisas y el amor continuaron en los actos del cementerio y de Curros Enríquez. Tras salir del cementerio, Valentín García Bóveda se sumó a mi tesis cuando se la expliqué: “Nin sequera entre a familia, co moito que nos queremos, acadamos un acordo sobre quen ía poñer o ramo. Así somos os Galegos”. Yo los animo a todos a que hoy domingo, en la xuntanza de Conxo, sean generosos y todos los grupos consigan imponer a sus números uno desplazando a los demás. Si se quiere de verdad, se puede. Denantes mortos que sinxelos.

Luego llegó el miércoles Jorge Cubela y dio un paso que descolocó a todos, principalmente en su partido. Afectado por algunas declaraciones que cuestionaban la coherencia de su posición con respecto a la figura de Alexandre Bóveda, demostró reflejos y sabiduría. Se puso inmediatamente en contacto con los responsables de la fundación, se adhirió al documento que pide la institucionalización del Día da Galiza Mártir y anunció que lo llevará a Pleno en Cotobade. El primer alcalde del PP que lo hace, con lo que abre una puerta por la que ahora tendrán que entrar muchos otros. Hay cosas que caen por su propio peso y hay que verlas venir. Tras el documento en el que el ministro de Justicia rehabilita a Bóveda, más pronto que tarde el gobierno español tendrá que seguir la recomendación de Naciones Unidas, cuyo comisionado en Derechos Humanos pide “la anulación de las sentencias que llevaron a las ejecuciones sumarias de reconocidas figuras políticas (por ejemplo, Lluis Companys, Manuel Carrasco i Formiguera y Alexandre Bóveda)”.

Tendrán que reconocer en el PP que una cosa es asumir los postulados de Bóveda en todo, en parte o en nada; y otra cosa bien distinta es honrar la figura de quien murió asesinado por defender democráticamente una idea de patria y sin haberse metido con nadie en toda su vida. Desde el BNG, por ejemplo, no asumen como propios los postulados cristianos de Bóveda y llevan toda la vida honrando su memoria. De hecho, de no ser por ellos probablemente hoy mucha gente ni sabría quién fue Alexandre. Hay quien está por la labor. En el PP de Pontevedra, algunos buscan fórmulas para salir de la encrucijada en la que se metieron al abstenerse cuando se votó el asunto. El propio Moreira o César Abal, por ejemplo, quien como Cubela siente que su postura no ha sido comprendida.

Tendrán que convencer a otros. El otro día una destacada dirigente local, cuyo nombre voy a hacerle el favor de no escribir, me decía que “hubo muertos y represaliados en los dos bandos”. Yo le dije que en Galiza no se dio esa circunstancia. Aquí unos pusieron los muertos y otros las balas. Entonces me contó el curioso caso de su abuelo. Su abuelo, según me mintió, era de derechas y durante el franquismo tuvo que huir y marchar al exilio porque los rojos lo perseguían. Yo le dije que si eso es cierto, su abuelo merece algo más que un homenaje. Merece al menos dos o tres. El caso del franquista forzado al exilio por los rojos en plena dictadura franquista hay que documentarlo. Yo mismo me ofrezco a escribir un libro, pues de ser cierto el asunto estaríamos ante el exilio más estrambótico de la historia de los exilios.

En fin. En el PP como en el PSOE (ningún alcalde socialista ha asumido el Día da Galiza Mártir), tendrán que encaminarse hacia lo inevitable, pues van un paso detrás que el propio Gobierno de España y las Naciones Unidas. Va siendo hora.

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