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Todos despiertan menos uno

HACE ALGUNOS  años, de madrugada, un vecino de Xeve, parroquia del municipio de Pontevedra, llamó desesperado a la policía municipal. Un perro de algún vecino llevaba toda la noche ladrando y el hombre no podía dormir. Para quien no conozca Xeve, es una parroquia de antiguas casas labriegas y modernos chalets, unos y otros con sus correspondientes fincas comunicadas por calles silenciosas por las que no circula nadie y mucho menos de madrugada. Dadas las distancias entre una y otra vivienda, un perro ladrando, por mucho que se desgañite, puede despertar a una o dos familias, no más. No debían tener mucho que hacer los policías aquella noche, así que una patrulla se desplazó hacia el lugar, no sé con qué fin. Quizá para localizar al dueño del perro y pedirle que lo hiciera callar; acaso para abatir al chucho a tiro limpio. No creo que los propios policías tuvieran muy claro a qué iban ni cuál era exactamente su misión.

El resultado de la visita no dejó satisfecho a nadie: ni al hombre que dio aviso, ni a los policías ni a ningún vecino de la parroquia, tal como quedó reflejado en el informe policial. Al escuchar el ruido del motor de la patrulla, todos los perros de Xeve empezaron a ladrar. Nadie durmió aquella noche porque un vecino molesto provocó un efecto dominó que despertó a todos los demás. Imagino que el buen hombre sólo quería dormir, no impedir el sueño de todo Xeve.

Algo similar ha venido ocurriendo en las últimas semanas en toda España, pero a lo bestia. Algunos pocos socialistas no podían dormir, levantaron un teléfono, hicieron un par de llamadas y despertaron a todos y cada uno de los socialistas españoles. La reacción en cadena trajo resultados imprevistos. El PSOE se ha partido en dos. Pedro Sánchez ha dimitido exigiendo un congreso y anunciando que se va a presentar. El PSC ha roto la disciplina de voto, con otros ocho diputados socialistas. Muchos otros y otras votaron en voz tan baja que nadie podía escuchar la respuesta avergonzada. En agrupaciones locales, comarcales, autonómicas o federales, millones de socialistas están despiertos y cabreados. No creo que fuera eso lo que buscaba Felipe cuando llamó a la patrulla para enviarla a callar a Sánchez.

Nadie volverá a dormir en el PSOE durante los próximos meses. Con Sánchez recorriendo España de punta a punta pidiendo a gritos un congreso; con una gestora que no ha sabido imponerse y que muchos consideran golpista; sin líder, sin candidato ni Ejecutiva; obligados a alargar la legislatura porque unas elecciones a corto plazo los abocarían a un fracaso todavía mayor; imposibilitados para ejercer la oposición contra un PP al que le han entregado el gobierno y con una relación muy complicada a la vista con sus socios catalanes.

Y todo eso ha sucedido a cambio de nada. Nada han negociado con el PP. Nada hay que los socialistas puedan vender hoy a sus votantes. Ni siquiera Rajoy tuvo que molestarse en llamar a la patrulla para impedir el sueño socialista. Otros lo hicieron por él. Ya la cosa estaba tan hecha que ayer Rajoy se aburría mientras todos votaban.

La cuestión es que, como sucedió en Xeve, nadie podrá dormir tranquilo. Tampoco los populares, a los que se les presenta una legislatura compleja, ni los de Ciudadanos, abocados a apoyar incondicionalmente a Rajoy, por mucho que ahora presuman de que serán ellos los que decidan qué podrá hacer el Gobierno y qué no. Pronto comprenderán que Rajoy no se doblega y que hará lo que le dé la gana mientras pueda, pues sabe que ni los de Ciudadanos le han votado a favor para que dure seis meses, ni el PSOE se ha abstenido para montar pasado mañana una moción de censura. Unos y otros tendrán que esperar como mínimo un par de años. Ni siquiera los de Podemos, desde ahora legítimos líderes de la oposición, podrán dormir. Tienen un buen número de diputados, pero tan insuficientes que ya están tomando las calles porque el Congreso se les queda grande.

Aquella noche en Xeve solamente una persona durmió tranquila: el dueño del perro que llevaba toda la noche ladrando en solitario hasta que llegó la patrulla. A él no le molestaba, pues de haberle molestado hubiera intentado hacerlo callar horas antes. Con toda seguridad, también fue el único vecino que no despertó aquella noche. Si no le molestaban los ladridos junto a su casa, menos le molestarían los que se producían en la lejanía. Aquí, el único que dormirá tranquilo, como siempre, será el propio Rajoy.

Ayer se vivió un anticipo de lo que será esta legislatura: ruidosa, irrespetuosa, bronca. Todos estaban exaltados menos una persona, el hombre tranquilo que duerme mientras los demás se desvelan, como el dueño del perro que ladraba en Xeve. El único al que no le molesta el ruido que hacen los demás.

Ayer, mientras todos despertaban dentro y fuera del Congreso al escuchar el ruido de la patrulla y los ladridos de todos los perros de Xeve, Mariano Rajoy miraba el reloj y se preguntaba cuánto faltaba para irse a su casa a ver el fútbol.

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