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Artistas de tertulia, mujeres en casa

Resulta elocuente que no figure entre los retratados de Picasso la única mujer que formó parte del colectivo de Els Quatre Gats: la pintora Lluisa Vidal

Acomienzos del siglo pasado, Barcelona era el bastión del arte progresista frente al Madrid academicista. Como señala Bonet Correa, en la evolución artística de Picasso en su etapa barcelonesa fue extraordinariamente relevante la interacción social en la ciudad, como lo habían sido antes sus relaciones amistosas en su etapa coruñesa, según testimonia Xosé Antón Castro en Le Early Picasso. Le fue de mucha utilidad la frecuentación de Els Catre Gats, con el que colaboró en algunas de sus actividades y donde entabló amistad con unos pintores singularmente inquietos como lo eran Rusiñol, Casas y Nonell. Este último en particular y Joaquim Mir fueron grandes amigos de Picasso y ejercieron un infl ujo considerable sobre su obra en esta etapa modernista.

Autorrtrato de Lluisa Vidal. MUSEUNACIONAL.CAT
Autorrtrato de Lluisa Vidal. MUSEUNACIONAL.CAT

El mencionado café fue uno de los más exitosos y originales de España y, desde luego, la referencia primordial de Picasso, en la época en que residió en Barcelona. Se erigió en un ámbito cultural que organizó un teatro de marionetas y exposiciones periódicas. Publicó además una revista, titulada, Quatre Gats (dirigida por Romeu), que perduró poco tiempo, pero le sucedió otra, más ambiciosa y relevante, Pèl & Ploma, de mayor duración también, e inspirada en la parisina La Plume. La publicación no solo sirvió de cauce al catalanismo, sino que además tuvo el mérito de prestar atención a los creadores, movimientos artísticos y eventos culturales europeos de gran relieve.

Els Quatre Gats también promovió conferencias, sesiones musicales (incluyendo conciertos de Albéniz y Granados), reuniones de una activa Sociedad Wagneriana, recitales de poesía y espectáculos de teatro, así como sombres artístiques. Estaba a cargo de esta especialidad Miquel Utrillo, que "como a la mayoría de los miembros del grupo de Els Quatre Gats, se le daba bien hacer muchas cosas, pero no sobresalía en ninguna de ellas". En uno de los espectáculos de Utrillo se encontraba entre el público la hermosa modelo, Suzanne Valadon, quien se ganaba la vida como modelo artístico de Puvis de Chavannes y Renoir, entre otros. Utrillo y Valadon fueron presentados por su amante de entonces: un pianista de cabaré, nada menos que Erik Satie (que trabajaría con Picasso en Parade). Valadon y Utrillo mantuvieron una apasionada y confl ictiva relación sentimental, puesto que el artista catalán llevaba muy mal la promiscuidad de su amante. El trabajo de Valadon como modelo y su amistad con Toulouse-Lautrec y, por mediación de éste, con Degas (de quien aprendió dibujo y grabado), fue muy útil más tarde para Utrillo, que pasó a dedicarse a la crítica artística y al ofi cio de ilustrador. Cuando retornó a Barcelona a mediados de la década de 1890, Utrillo fue visto como la en carnación de la sofi sticación parisina. El propio Picasso lo valoraba mucho sabiendo que era amigo de Toulouse-Lautrec.

El grupo de Els Quatre Gats, y el propio Romeu aceptaron con calidez a Picasso cuando se incorporó a su tertulia. Expusieron su obra y le encargaron algunos prospectos del café y la ilustración -y en cierto modo el diseño- de las cartas que contenían sus poco inspirados menús, en los que destacaban dos especialidades regionales que suscitaban el mayor gozo a Romeu: tripa a la catalana y bacalao a la vizcaína. Además de introducirle en la vanguardia catalana, Els Quatre Gats proporcionó, por lo tanto, a Pablo una peña que constituyó un buen fundamento para su carrera. Tuvo para Picasso una utilidad parecida a la que había tenido el malagueño Café de Chinitas para su padre. Ahora bien, del mismo modo que la tertulia malagueña del padre del artista, José Ruiz, la barcelonesa de su hijo Pablo se caracterizó también por un sesgo exclusivamente masculino, y es que -como señala John Richardson- a pesar de las ideas relativamente abiertas y liberales de sus integrantes, se veían condicionados por un entorno social marcadamente machista, como era el que caracterizaba a la España decimonónica. Els Quatre Gats, fue siempre un club masculino y ese era el ambiente del local. Las mujeres que pudo ver Rubén Darío, en 1899 -que sobre todo eran jóvenes, con intereses intelectuales algunas de ellas-, del mismo modo que los niños, solo asistían a las funciones de marionetas que se celebraban por las tardes. En las noches no estaba bien visto que acudieran: solas, desde luego que no, pero tampoco acompañadas por sus parejas o familiares. Picasso creció en esta atmósfera y su trabajo se vio impregnado por los valores sexistas tradicionales que subestimaban a las mujeres. Como apunta Rachardson, la abrumadora mayoría de los modelos que escoge para retratar son varones. En lo que se refi ere al otro género, únicamente repara en prostitutas o en su hermana. Resulta elocuente que no figure entre sus retratados la única mujer que formó parte del colectivo de Els Quatre Gats: la pintora Lluisa Vidal. Cuando Picasso lleve a sus lienzos de manera preferente mujeres aún resultará más obvio su "chovinismo masculino". Como ha sido puesto de manifiesto, el machismo andaluz impregna con su sello varias de las obras más importantes de Picasso.

La actitud del genio cubista no era en absoluto excepcional en su época. La gran mayoría de los varones -artistas, o no- estaba imbuida de una concepción tradicional y minusvaloratoria de las mujeres, en lo que concierne a sus capacidades, su talento y al papel que tenían asignado en la sociedad (¡así le hicieron la vida imposible a Rosalía de Castro y Emilia Pardo Bazán!). Todavía tendrían que pasar varias décadas para que resultara posible que algunos creadores se sustrajeran a la mentalidad patriarcal en el ámbito de la cultura, como ha hecho uno de nuestros editores más relevantes: Francisco Castro, director de Galaxia y autor de un planteamiento netamente feminista en: Isto SI é un home. ¡Todo un cambio de paradigma!

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