El adiós definitivo de Zoo

La discoteca que un día "eclipsó la movida gallega" pasa a manos de una promotora inmobiliaria
El ya expropietario de Zoo Club, Carlos Padín. GONZALO GARCÍA
photo_camera El ya expropietario de Zoo Club, Carlos Padín. GONZALO GARCÍA

Fue la reina de la noche sanxenxina. El día de su apertura, el 24 de julio de 1985, todas las salas de fiesta del municipio se vaciaron en hora punta. Todo el mundo quería estar en Zoo. De ese "éxito arrollador" se acuerda bien el hasta ahora gerente de la mítica discoteca que "eclipsó la noche gallega", Carlos Padín. Zoo fue una revolución, una apuesta a lo grande, pero que se fue haciendo a sí misma desde la base. Una discoteca de costa al principio, y un gran club después, en el que cada fin de semana trabajaban un centenar de personas para un público que pasaba de las 1.000 personas en solo una noche.

Fue un proyecto que duró 30 años, nada menos. De sus inicios, Padín recuerda un local "informal, con carpas y barras exteriores", que abrió con tan solo 24 años de edad. En los años 90 acometió su primera gran reforma, y luego vinieron las cristaleras y el legendario jardín, en el que hoy todavía quedan varios ejemplares de palmeras. Pasó de ser un local de costa, más tipico de Ibiza, a convertirse en un club al que, ya en los años 2000, acudían djs de talla internacional. En 2003 el nuevo club se presentó en Miami y, a partir de entonces, nació la segunda gran etapa de Zoo que, con varias mejoras en su interior, "una obra más versátil, dimensionada y costosa", se convirtió en un referente en las fiestas de música electrónica. "Las fiestas se desarrollaban en Ibiza, Miami y capitales del mundo como Londres, París y New York", recuerda Padín. Y en Sanxenxo. Fue una época de esplendor. "Creamos Zoo TV, un canal que emitía entrevistas en internet, hicimos regatas que salían de la Lanzada con regatistas de toda Europa y la ruta de las islas Zoo Beach", cuenta.

El pasado mes de mayo la discoteca comenzó a vender mobiliario de su interior y en verano se conoció la venta

No solo fue una sala de fiestas, sino que participó en la vida social, deportiva y turística del municipio. Allá por el año 86, la discoteca ya había saltado a la prensa con aquello de Ligar bronce en Sanxenxo y amanecer en Zoo, toda una declaración de intenciones de lo que llegó a ser. La Meca de la noche.

EL FINAL. Cerró en la Semana Santa de 2015, con un cartel de lujo y un despliegue que los nostálgicos de Zoo todavía recuerdan. Ya no era rentable. "En 2007 ya habíamos detectado esa crisis pero en esa época estábamos muy arriba, para Zoo tener un 7% menos de facturación no era significativo. Ese año estábamos en un proyecto de trabajo compartido, un modelo de gestión que todavía no era conocido, en el que alquilábamos nuestras barras y las gestionaban diferentes locales, con sus macas, de Madrid, Coruña, Ourense, Portugal o Pontevedra. Estaban Carabás, Movida Beach y muchas más", explica el gerente que, admite, "para que hubiera sido rentable, en la Semana Santa de 2015 deberíamos haber tenido 1.000 personas más, y en el Puerto se empezaban a hacer más cosas".

¿Que si hubo esperanza de volver a abrir Zoo en algún momento? Sí, la hubo. "Cerrar en 2015 no fue una idea definitiva. En un principio no llegué a pensar que pudiese desaparecer, porque era una obra versátil, y tenía todas las condiciones para buscar salidas más adelante. Pero no fue posible. Yo no estaba dispuesto a repetir algo que ya había sucedido", aclara Padín. "Para ver la oportunidad de reabrir tendrían que haber mejorado las cosas, y el momento social ha cambiado. Zoo pertenece a una época que no volverá a existir. Llevamos años buscando ideas para arrancar esto, pero me decían que si yo no lo hacía era porque no se podía". Padín no titubea: "No esperé a arruinarme con un Titanic como este, vi que no era rentable, llevábamos años con dificultades por los costes de mantenimiento y gastos y con cero ingresos. Lo tuve muy claro, lo que no es rentable no puede seguir viviendo del pasado". Y el neón nunca se volvió a encender.

HACIA EL FUTURO. La mítica discoteca de las Rías Baixas espera una pronta demolición para convertirse en una urbanización con piscina y un 50% de zona verde, tras ser adquirida por la promotora Aedas Homes, un gigante que cotiza en Bolsa.

El cierre definitivo de la discoteca se convirtió en una realidad patente el pasado mes de mayo, cuando salieron a la venta varios objetos que, desde hace años, habían formado parte de su característico interior. Marcos, neones, espejos, carteles... todo ello fue a parar a manos de empresarios, nostálgicos o amantes de la decoración. De las míticas palmeras, algunas de ellas "tratarán de reubicarse y pasarán a formar parte de la urbanización", según explica Padín, que pasea por el interior de la ahora vacía e irreconocible Zoo. A la gran pista de baile solo la iluminan unos pocos focos de obra, y la vegetación exterior es más salvaje que nunca. Todavía conserva algunas de las barras, cristaleras y unas pocas botellas de Jägermeister olvidadas en alguna fiesta privada.

Gon Gon Sanxenxo. Foto a Carlos, propietario de la discoteca Zoo para reportaje por el cierre de la disco. Quedamos con él en la puerta de Zoo para hacer las fotos, viernes, 11 sept · 12:45–12:45

Pero la despedida no es triste para Carlos Padín. Empresario desde muy joven, con más de 40 años de carrera en la hostelería, despuntó en la noche de Sanxenxo con varios proyectos. El primero, un local de música con incidencia mediterránea. "Y después vino Zoo, pero también muchos más, como La Meca, Paxariñas y Privé, que es un pequeño Zoo en el Puerto, con su esencia, pero a la última tecnológicamente", explica. Su próximo proyecto, la rehabilitación de la casa familiar en Cambados y su apertura como casa rural. "Sanxenxo tiene que evolucionar y este es un buen momento para que el núcleo crezca. Zoo fue un negocio muy rentable, y ahora el solar está en una etapa de cambio físico, en el que se edificará respetando los espacios verdes. Y yo estoy más metido en el tema de gestión patrimonial y promoción, que me dá un poco más de tranquilidad", cuenta el empresario. Zoo y Padín se despiden, pero los recuerdos perdurarán.

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