Opinión

Al calor de la autocrítica

Cada vez más cerca del descenso, el Pontevedra deberá reconocer qué ha hecho mal esta temporada para evitar repetir los mismos errores

DESCENDER ES el verbo que nadie quiere conjugar. En el deporte no hay sinónimo mejor para el fracaso que su sustantivo: el descenso. El Pontevedra lleva coqueteando con él desde que comenzó la temporada. Y ahora parece tenerlo más cerca que nunca.

El pueblo reclama que rueden cabezas. Algunos buenos samaritanos tienen preparada una retahíla de horcas y hogueras en la Praza da Ferrería, con etiquetas nominales de sus futbolistas, técnicos y consejeros favoritos. Alguno de ellos incluso se plantea repescar a Luisito para llevar a cabo la actividad.

El fútbol es un deporte rodeado de tanta visceralidad que todo se juzga en base al efímero presente. No hay mejor ejemplo del Carpe Diem. En el balompié obeceden los consejos del viejo Horacio, el autor de aquella locución. Todo el mundo conoce que no hay pasado ni tampoco futuro. Solo hay hoy.

Y el problema es que en los clubes importantes, como el Pontevedra, la urgencia del presente es máxima. Es tanta que lo condiciona todo. En ese afán por tener al club en lo alto, lo único relevante es ganar, ganar y volver a ganar.

Dentro de dos años, con el Pontevedra en Segunda B, en Tercera o en Segunda División, poco importará lo que sucedió este domingo por la tarde.

Lo fundamental de los sinsabores es saber aceptarlos y reaccionar bien ante ellos. Si el Pontevedra fracasa y desciende debe encontrar su cabeza en lugar de perderla del todo. Ha de olvidar su frustración, seguir con su increíble rigor económico y reconocer qué ha hecho mal en el aspecto deportivo para reforzar sus estructuras con el fin de no repetir los errores evitables. También debe intentar crecer en el aspecto social. Y, oiga, aunque el equipo no descienda, visto lo visto, no estaría mal seguir esas instrucciones. La autocrítica nunca hace daño.

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