Álvaro Cunqueiro y García Bayón, dos visiones de Caldas de Reis

Los asilados y una mujer barbuda son el eje de un debate epistolar en La Noche
Álvaro Cunqueiro (izquierda) y Carlos García Bayón. ARCHIVO / CEDIDA
photo_camera Álvaro Cunqueiro (izquierda) y Carlos García Bayón. ARCHIVO / CEDIDA

Álvaro Cunqueiro, en uno de sus artículos publicados en 1960 en el diario La Noche, comentaba que Caldas de Reis tenía para él un recuerdo que le hacía posible domiciliar en la villa cualquier fábula.

Desde el Castromil, en el que viajaba a Vigo, evoca la imagen del asilo de ancianos, "tan limpio, con tan cuidado y alegre jardín" y de "una enana, que me pareció estar cerca de los sesenta", que definió como "tontuela, boberilla y sonriente".

A la derecha del jardín hay una pajarera (...) La enana tiene confiada amistad con ellos, la saludaron, volaron a su alrededor, se le posaban en la cabeza, en las manos, en la sonrisa... Sí, en la sonrisa.(...) Y la enanilla, la tontuela de Dios tomaba con las manos los pájaros y los posaba en ligeros columpios de caña. Los pájaros se columpiaban, alegres, y la enana sonreía. ¿Comienza o acaba un cuento? ¡Quién lo sabe! La enana reía y los pájaros se columpiaban en el Paraíso".

La visión
Desde el autobús en el que viajaba a Vigo el escritor lucense captó unas imágenes que reflejaría en su libro 'Merlín y familia'

ENTRE VISILLOS. Y narraba Álvaro Cunqueiro que por el balconcillo de una casa, salía a curiosear los pasajeros una señora que tapaba su cara. "Tenía espléndida barba, una barba rizada y recortada, negra... Pasado tiempo, escribiendo yo mi Merlín y familia, y poniendo las señas de la madre del mago, y diciendo cuán bellamente barbuda era, se me vino a la memoria aquella aparición caldense entre visillos".

Unos días más tarde, en el mismo diario, el escritor caldense Carlos García Bayón hacía algunas observaciones a lo expresado por el escritor de Mondoñedo.

En primer lugar, agradecía que Álvaro Cunqueiro hubiera parado su atención en esta localidad para hacer una de sus encantadoras crónicas ya que "es, hoy por hoy en Galicia, el ojo más fino que en poesía tenemos, caer bajo su mirada es un lujo, un lujo del que pocos pueblos pueden enorgullecerse, puesto que, Don Álvaro, acostumbra a poner su pupila más allá de nuestro tiempo y de nuestras historias, en una vaga realidad".

Publicación
Las impresiones que le provocaron su fugaz paso por la localidad termal quedaron reflejadas en el diario La Noche

EL JARDÍN. Añadía el caldense "con sus jardines de mirtos y de magnolios, con su silencio y sus calles antiguas puede ser el principio de un cuento, ya tomando como partida a una mujer barbuda o ya arrancando de una viejecita enana a la que los pájaros se le posaban en la sonrisa, los dos personajes que Cunqueiro conoció de tránsito por la villa".

García Bayón intentó pensar en la mujer barbuda, haciendo memoria para localizarla, pero fue inútil, y se preguntó "¿no habrá sido el fantasma de Doña Urraca lo que logró ver tras los visillos de una ventana? ¿Tendría algo de extraño que conociendo el paso del fantástico D. Álvaro se arriesgase la reina a esa aparición, protegida, como para despistar, de esa flora pilosa ¿Por qué no suponerlo así? Doña Urraca es en sus tierras caldenses un fantasma amigo; pero sin morada. De la torre erigida en el barrio de San Roque, en que vivió y parió a su hijo, D. Alfonso El Emperador, ya no queda nada más que un retrato, y de sus amores un manojo de leyendas poco congruentes. Por eso la anda errante por las calles del pueblo, y sólo deja verse por los iniciados en poesía y amparándose por una espesa barba. ¡Cómo me alegra que se haya acercado al fabuloso Cunqueiro y haya encendido su imaginación para una encantadora anécdota!".

De este modo, García Bayón salva la posible afrenta que pueda hacer suponer a los poco versados, que en Caldas de Reis las mujeres tienen barbas.

No fue motivo de discusión la enana. "El asilo es un caleidoscopio de tristes rarezas humanas. Se les ve a los pobrecitos asilados anclar su miseria por la huerta adelante, con sus lacras y sus taras. A veces se acercan al río Umia y allí, sobre los lavaderos, se quedan quietos como pensando. ¿En qué? Quién lo sabe. A lo mejor en los pájaros de su aldea", plantea García Bayón.

"Y es muy posible que en las sonrisas atontaditas de algún asilado vayan a posarse los jilgueros, los verderones, los pardillos o los canarios que en la prisión cantan y saltan. Porque los pájaros todo lo perdonan en el hombre menos la maldad".

Atractivo
Del jardín del Asilo subraya su limpieza y cuidado, así como la impresión que le causaron las personas allí internadas

LA GOLONDRINA. Aporta el escritor caldense su experiencia. "En la misma habitación donde yo duermo ha venido a dormir una golondrina rural, una de esas hermosas golondrinas azuladas y blancas, finas y ligeras, que son la alegría de los campos. Se posó, de tarde, en la araña que cuelga del techo. No la hubiera descubierto si ella misma no delatase su presencia. Desde ese día somos uno más en la familia".

En cuanto a la enana, "no lo discuto", admite García Bayón. "El Asilo de Ancianos es un caleidoscopio de rarezas humanas, de tristes rarezas humanas. Se les ve a los pobrecitos asilados anclar su miseria en los lampos –resplandores– de sol, por la huerta adelante, con sus lacras y sus taras".

El caldense escribe que a veces se acercan al río Umia y a sus lavaderos, y "se quedan quietos como pensando", se pregunta en qué y reconoce desconocerlo. "A lo mejor en los pájaros de su aldea, unos pájaros como los que están allí, en esa inmensa jaula de su jardín".

LAS SONRISAS. Refiriéndose a sus sonrisas, plantea que es muy posible que "vayan a posarse los jilgueros, los verderones, los pardillos o los canarios que en la prisión cantan y saltan", y señala que lo hacen porque "todo lo perdonan en el hombre, menos la maldad".

Desde Xuño, en Porto do Son (donde se encontraba), apunta que "he tenido ocasión de comprobarlo, y es que en la habitación donde y duermo he tenido a dormir una golondrina rural, una de esas que son la alegría de los campos. Se posó de tarde, en la araña que cuelga del techo. No la hubiera descubierto si ella misma no delatase su presencia. Desde ese día somos uno más".

Por eso, termina, "le aconsejaría a D. Álvaro que cuando le caiga en mano, no vaya de largo por cualquiera de ambos lugares; que se detenga, que con paso lento ande, porque como usted dice, y yo le aseguro, es muy fácil llegar, así caminando, hasta un cuento de los hermanos Grimm".

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