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Animales

Desde que ya no nos quieren, queremos a los animales: antes a las perritas, ahora a los cerditos anestesiados

Lucense. AEP
photo_camera Lucense. AEP

DESDE QUE A LUGO no lo quieren, que viene siendo desde siempre, Lugo quiere a los animales, con el estilo de querer animales que canturreaban los de Extremoduro mientras ofrecían sus cuerpos como carroña a los buitres negros de Monfragüe. Con un amor menos ardoroso y una entrega más metafórica pero igual de sincera, los lucenses somos más de entregar a los animales nuestro espíritu, lo mejor que somos, y aprovechar sus cuerpos, en justa correspondencia y perfecta simbiosis.

Las personas en Lugo, de entrada, tienen que ganarse el respeto, no como los animales, que nacen bendecidos, viven mimados y mueren con honras, en especial esa santa trinidad que forman la vaca, el cerdo y el pulpo. Y también las mascotas, faltaría más, pero es otro tipo de amor, más florero, pasajero, hasta que vuelva el hambre.

Pero que respeto siempre hubo, vamos, aunque ahora llevemos un rato enturbiados con la cosa animalista. Leo esta semana en este mismo diario que un cambio en la normativa europea sobre animales pone en riesgo un curso de cirugía que lleva celebrándose en Lugo unos 30 años, en el que colaboran los cirujanos del Hula y del Chus, la Universidad y el hospital veterinario Rof Codina.

A Orozco no lo dieron en adopción a la Protectora porque al menos de esto ya está vacunado

Durante todos estos años, destacados cirujanos expertos en novedosas técnicas explicaban sus mañas a otros médicos de la sanidad gallega con una ventaja añadida: no tenían que limitarse a ver cómo el experto operaba en directo como espectadores pasivos, sino que después aprovechaban las magníficas instalaciones del Rof Codina para practicar ellos esas mismas destrezas en unas circunstancias lo más parecidas posible a la realidad: con cerdos anestesiados, lo más cercano a las personas que tenemos para casos así, carne de nuestra carne, casi nuestra familia.

El jefe de Cirugía de Hula, José Conde Valdés, explicaba que la UE podría exigir condiciones muchos más estrictas e incluso llegar a prohibir la utilización de animales para fines como estos, con la idea de que estas prácticas se realizasen con cadáveres cedidos a la ciencia o, si estos por lo que fuera tampoco estuvieran de acuerdo, con pacientes humanos vivos. Supongo que la UE ha valorado que durante todos estos años de recortes los humanos hemos sido mucho más dóciles y menos útiles que los propios cerdos. Ya puestos, igual hasta cuentan con que se abra un nuevo nicho de mercado laboral para jóvenes sin experiencia y parados de larga duración pero con todos sus órganos aún intactos o en disposición de ser extirpados.

Como potencial candidato a necesitar cualquiera de esas intervenciones quirúrgicas, me tranquilizaría pensar que el médico que me va a recolocar las entrañas ya tuviera cierta costumbre y que no comenzara a dudar en mitad de mi colon, por poner un caso en el que intuyo que es recomendable evitar los derrapes por temblores y falta de pulso. A lo mejor los que han hecho la norma esa europea son más valientes y aventureros que yo, pero a lo mejor tampoco. Y puestos ya en la necesidad y la conveniencia, también estaría más tranquilo pensando que se está practicando con cerdos y no con personas, pero hay gente para todo.

Con el tiempo, de seguir así según qué cosas, vamos a terminar todos como el pobre Orozco, nuestro más reciente exalcalde, que apaleado que se siente por la Justicia ya solo pide que lo traten con la misma atención que la ya famosa perrita Katalina, que suena para pregonera del San Froilán, pendiente de su reacción a las alturas del balcón de la casa consistorial, que con las reacciones postraumáticas uno no sabe qué esperarse.

Katalina, a quien a falta de dinero para vacunas y chip sus dueños habían dado sus propios apellidos, vive ahora con su nueva familia de acogida, me juego algo a que incluso en mejores condiciones que sus ‘padres biológicos’, una pareja de okupas que reside en cualquier número de la calle Miseria. Cayó por la ventana, se partió dos patas y, entre que se determina si la han tirado o ha caído sola, protagonizó unos de los autos judiciales más sorprendentes de la muy sorprendente vida judicial lucense. Treinta páginas de pura prosa poética judicial que la Fiscalía encontró enternecedoras, aunque carentes de apoyo legal.

Así que allí fue Orozco, a recordar que espera por un auto así desde hace un año y a pedir al menos la misma atención que la perrita Katalina. La tuvo: al día siguiente, sin más espera, treinta páginas de caída al abismo de las imputaciones que le dejaron las esperanzas rotas. No lo dieron en adopción a la Protectora porque al menos de esto ya está vacunado, que si no va directo.

Hemos sabido también esta semana que, para alivio general, Katalina está bastante bien, tras ser sometida a una costosísima operación en el Rof Codina, que se paga con dinero público. Queda por comprobar ahora si no se ha beneficiado la perra de la técnica practicada antes con algún cerdo que merezca igual solidaridad entre especies. Con suerte no ha sido así y la operación se practicó con algún humano situado a medio camino entre el aturdimiento y la sedación. Uno cualquiera de entre tantos prescindibles.

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