El yo humano del Capitán América

Arden los superhéroes

Los superhéroes de los cómics han resurgido con una fuerza imponente en el cine actual, después de una interesante trayectoria que pasa por distintas edades, diferentes planteamientos narrativos, grandes éxitos y algún que otro fracaso. En este universo despuntan dos editoriales, Marvel y DC Comics, que han creado personajes dispuestos a perdurar
El personaje del Capitán América en la película 'Los Vengadores'
photo_camera El personaje del Capitán América en la película 'Los Vengadores'

ENFRENTÉMONOS AL hecho. Los superhéroes son adictivos.

A principios de los años 50 del siglo pasado, en un pueblecito llamado Spencer, perteneciente al estado de Virginia Occidental, en la región sur de los Estados Unidos, sucedió algo que bien podría haberse enmarcado en la viñeta de un tebeo o en la escena de una película. Era un día de frío intenso aunque el viento gélido había cesado. Los rostros de los adolescentes reflejaban entusiasmo, excitación. Aquello era nuevo. Y divertido. Dos mujeres ataviadas con largos abrigos, guantes y pañuelos atados a la cabeza parecían enfervorizar todavía más a la masa impúber. A su lado había sacerdotes, constatando el acto. Sujetaban en las manos un puñado de cómics. En el medio, una hoguera.

Miles de páginas ardieron aquel día y muchos otros días, víctimas de una furia desatada alrededor del país. El ensayo de un psiquiatra llamado Fredric Wertham que llevaba por título La seducción de los inocentes, desde luego, no ayudó, más bien al contrario, se convirtió en líder de esta singular caza de brujas. Solo que no eran brujas. Eran superhéroes.

Pocos años antes, los niños norteamericanos no estaban para armar fogatas porque leían sin respiro un cómic recién publicado: Superman, de Jerry Siegel y Joe Shuster, editado por Action Comics, precursora de DC Comics y que vendería millones de ejemplares. Con ese éxito se iniciaron carreras hacia cumbres desconocidas —la rivalidad DC Comics/Marvel continúa activa— se creó el primer arquetipo de superhéroe y se abrió un mundo creativo que tenía concomitancias con la vida real, tanto en los temas de las historietas, como en las consecuencias que estas provocaban. Así como el villano con superpoderes ansiaba la destrucción, el inocente era seducido. El Senado Norteamericano creó entonces un subcomité de investigación. Las ventas, consecuentemente, cayeron en picado y la industria, por una obvia razón de supervivencia, decidió autocensurarse. Nació el llamado 'Código del cómic', una promesa en toda regla de no pecar. Nada de escotes ni de actitudes insinuantes. Nada de peleas, ni jueguecitos lascivos, fin de las relaciones extramatrimoniales y prohibido el divorcio. Si no se cumplían las normas, los caballeros de la moral no plantaban su sello y las ventas se derrumbaban. Claro que a toda censura le toca su contrario: una mano creativa que sabe burlar.

A pesar de todo, hubo algo que cambió. Los superhéroes comenzaron a frecuentar zonas oscuras de la personalidad; allí donde debía de haber una luz cristalina, la duda ganaba terreno, ensombrecía a la perfección. Comenzaba a tomar forma el Universo Marvel. El superhéroe, representante en muchos sentidos del mito clásico, poseedor de la sabiduría, de la fortaleza, del bien, se tornaba en un ser humano. Solo un poco. Pero al fin y al cabo.

Atrás quedaba la edad dorada del cómic, con una Segunda Guerra Mundial en desarrollo y dispuesta a ofrecer narrativas propicias para personajes símbolo. Uno de ellos, pese a la pira levantada más tarde y giros argumentales fallidos, sobrevivió y llegó aquí, a hoy, a todos los cines. El Capitán América (Capitán America Civil War), con los superhéroes Marvel enfrentados y la espectacularidad por bandera. En medio de uno y otro hay, no solamente variaciones de vestuario, sino también aventuras y desventuras de un personaje que perdió su razón de ser tras la guerra y volvió a retomar la compostura liderando a Los Vengadores (The Avengers).

Qué fue de aquellos seriales. La adicción continuaba allí.

Eran quince minutos. Un visto y no visto antes de la película principal. Te ponían al superhéroe realizando alguna hazaña y hasta la semana siguiente. En 1944, Republic Pictures produce un serial de Capitán América, en una adaptación nada fiel al original. Con todos los jovencitos musculados en el frente, el papel principal se lo llevaría Dick Purcell, ya entrado en años y en carnes, y al que no le sentaban las mallas precisamente bien. Hizo lo que pudo y lo pagó con un infarto al finalizar el rodaje. Nunca hay que subestimar el poder del lado oscuro. De todos modos, lo que faltaba era otra cosa. La técnica. A medida que el desarrollo tecnológico se ha ido incorporando al terreno audiovisual, se ha transformado también el perfil del superhéroe. No solamente su traje. Sino su mundo. Aquel formato en serie, de todos modos, ha dejado una sombra larga que acoge a los amantes del género. En los próximos veinticinco años ya tenemos cubierto el cupo de superhéroes en pantalla grande. Marvel y DC Comics ya han hecho sus negocios. No va más.

El cine de superhéroes y la Guerra Fría no hicieron buenas migas. Los supervivientes fueron personajes de DC Comics: Superman, Batman y Wonder Woman, que supieron seguir la estela de la televisión. Marvel aparecería en la pequeña pantalla en 1977 con dos series: Spiderman y El Increible Hulk. Y, de pronto, en 1978, Superman, la película, de Richard Donner, volvió a meter al cine en la ecuación superheroica. Hubo, un año más tarde, un último intento del Capitán América como serial televisivo, del que casi es mejor no hablar. Su salto al cine se produciría en 1990, y de nuevo, mejor callar.

El 'Código del cómic' seguía activo pero comenzaba a haber una cierta laxitud en su cumplimiento y los universos en los que se mueven los superhéroes devienen en un estilo denominado a finales de los ochenta 'grim & gritty' ('sombrío y descarnado'), que busca la brillantez gráfica, el impacto icónico y para ello potencia no solo los músculos, también las batallas. Se persigue también una interrelación entre personajes e historias, idea que se da en llamar 'crossover ficcional', todos aparecen en todo y los fans contentos.

El cine de superhéroes está concebido como un puro espectáculo que se incrementa en la medida en que los recursos audiovisuales mejoran. Sin embargo hay algo, algo en lo profundo, que se nutre de cuestiones universales. Es ese componente el que atrapa al lector y al espectador. Hay aventuras, hay entretenimiento, pero también existe agazapada una tendencia a desenterrar miedos y sueños por igual. Sobrevuela un claro peligro de seducción. El 'Código del cómic' desapareció en 2011 pero, cuidado, las hogueras no están apagadas aún.

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