Espontáneo y desde el fondo del corazón. Como casi todas las cosas inesperadas pero excelentes. Así nació el movimiento solidario que ya para siempre caminará aparejado a la mayor crisis sanitaria vivida en el planeta después de las dos guerras mundiales. Un llamamiento en las redes a los escasos tres días de confinamiento asomó a la ventana a miles de españoles en un gesto de agradecimiento a los sanitarios que velan, aún a riesgo de sus vidas, para salvar a los infectados por el coronavirus. La ovación atronó en los medios de comunicación y, en pocos días, se multiplicó hasta llegar a millones de hogares en todo el país. Hoy es ya una cita ineludible, cada jornada, a las ocho en punto.
Pero el arranque de solidaridad fue también un punto de partida. El conmovedor homenaje rendido por los ciudadanos, primero hacia los sanitarios y enseguida extendido a todos los trabajadores que siguen haciendo posible el día a día, fue la mecha que prendió la llama de los gestos en favor de la comunidad. Centenares de empresarios, profesionales de todo tipo y particulares se han volcado en estos dos semanas para prestar servicio a la colectividad. Cosiendo mascarillas, fabricando protectores faciales y tejiendo trajes de seguridad, los españoles tratan de solucionar un problema de país al que el Gobierno no es capaz de abarcar en su totalidad. Unos ayudando a otros. El eterno lenguaje de los gestos que imprimen carácter. Solidaridad nacional e internacional. El mejor ejemplo a seguir, también para los políticos.
Fueron esos movimientos solidarios de los ciudadanos particulares los que acabaron arrastrando a las administraciones, a los colectivos sociales y al movimiento asociativo. Fue un país volcado con sus paisanos. En medio de las nuevas medidas de restricción y por delante de las decisiones de los gobiernos, los vecinos y las vecinas reivindicaron con sus pasos al frente que no hay razón alguna para dejar solos a los más necesitados.
Así comenzó todo lo demás. En estos días se han hecho públicas aportaciones económicas de empresarios, de entidades financieras, iniciativas sociales o culturales abiertas y gratuitas, además del trabajo altruista de muchos en beneficio de otros.
En unos días en los que hasta el duelo por los muertos duele distinto, el auténtico oxígeno para la Covid-19 se llama solidaridad.