Opinión

'Blanco bueno busca negro pobre'

LA CONVULSIÓN en el mundo de las ONG's está siendo de impresión. De vértigo. La situación ha alcanzado unos niveles que inducen a pensar que se trata tan solo del inicio de una depuración igual necesaria que lamentable. No hay un solo milímetro en el espacio de la ética que argumente acudir a una intervención de Ayuda de Emergencia en Haiti (año 2011) y, con cargo a los fondos de la organización, acabar estableciendo un prostíbulo clandestino con menores y mujeres, sumidas en la pobreza, obligadas a practicar sexo para poder garantizar alguna de las tres comidas del día en sus casas.

Desde el punto de vista humano el suceso es reprobable y repudiable. Cuesta imaginar que quien llega a reparar un daño todavía se encarga de agravar más la problemática del contexto con uno de los máximos exponentes del machismo: consumo de la prostitución. Desde la perspectiva ética, que un equipo de siete golfos sea designado como responsable, en terreno, de los proyectos de Oxfam resulta un hecho punible. De momento, nos mantenemos a la espera de que la impunidad no reine en este y otros casos que seguro aparecerán. El alud parece imparable y el castigo no debe faltar.

Tampoco existe duda alguna que, para actuar con esa autonomía, se debe de contar con la complicidad del staff directivo. Y aquí la responsabilidad se encuentra repartida tanto por quienes participaban de las orgías como quienes las consintieron con su propia inacción. Resulta inasumible que una organización que pregona, primero, los Objetivos de Desarrollo del Milenio, y, ahora, los Objetivos de Desarrollo Sostenible, en los que se incluyen capítulos específicos, claros y nítidos dedicados a la lucha contra la violencia de género silencie unos incidentes de esta naturaleza tratando de salvaguardar la imagen con el fin de mantener intacto el nivel de ingresos de los socios.

Otro aspecto que no puede quedar al margen de esta vergüenza que dispara y hiere de gravedad un órgano vital de la cooperación internacional son los mecanismos de seguimiento y la capacidad fiscal de las administraciones públicas cuando conceden financiación a los proyectos. No todo vale. Un papel no lo soporta todo y justifica un proyecto. Se hace necesario que la calidad de la ejecución quede garantizada, implementando medios que logren prevenir y detectar cuestiones tan despreciables como estas.

En esta serie de circunstancias, el prestigio logrado durante años de trabajo y sacrificio de miles de voluntarios y cooperantes ahora se diluye y queda reducido a la mínima expresión. La visión y el criterio del buenismo que la sociedad tiene de la existencia de las ONGs no resulta fácil alterar. Y se hace necesario recordar que están compuestas por personas, en su mayoría, desbordantes de vocación, compromiso y deseo de cambiar el mundo aunque, una minoría, saca a pasear las mayores miserias del ser humano. Ya lo decía, hace años, el antropólogo Gustavo Nerín en su libro Blanco bueno busca negro pobre: en la cooperación el fin último no es el cooperante.

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