Opinión

La cloaca del caso Dina

LA ÚNICA razón de alcantarilla que impidió a Pablo Iglesias y Podemos formar parte del Gobierno de España hasta fecha reciente fue el propio rechazo y animadversión que sentían Pedro Sánchez el insomne y el PSOE constitucionalista más cabal hacia quienes han pretendido asaltar la hegemonía socialista en la izquierda española. Eso incluye la variante del apoyo separatista catalán y vasco que modula a conveniencia el Gobierno de coalición sobre la base de una condena de cárcel del Supremo al golpismo que quiso romper España y el historial sanguinario que alcanza a los herederos de ETA (Bildu) con los que pacta el actual Ejecutivo.

El caso Dina demuestra que el victimismo del populismo podemita está edificado sobre las supuestas cloacas del Estado personalizadas en el comisario Villarejo que el propio Iglesias ha invocado con reiterada finalidad política. Pero ahora se ve nítidamente que las cloacas sólo cuentan para la oposición pero no para Podemos ni PSOE en una nueva muestra del doble rasero que el tiempo se ha encargado de desenmascarar. Aunque algunos dejaron la política tras la filtración de las cloacas, Iglesias y Dolores Delgado siguieron y siguen en el Gobierno y la Fiscalía General del Estado tras los audios de vertedero que acontecieron por las filtraciones mediáticas de Villarejo.

Sobre todo un vicepresidente del Gobierno pesa certeza judicial que le relaciona con la destrucción de la tarjeta del móvil robado a Dina Bousselham, su asesora en los inicios indignados podemitas y ahora recolocada en un portal digital para empujar hacia la exculpación de Pablo en su papel preferido de víctima de las cloacas. Y eso, en cualquier democracia, es motivo de cese o dimisión por el uso que se haya podido hacer personal y políticamente de la información supuestamente sustraída. El código emergente de la nueva casta está resultando ser un desagüe de mentiras reiteradas que en unos supuestos se utilizan para destruir al contrario y en otros para blindar el poder. Los casos Delcygate y Marlaska son otras variantes del sumidero por el que muy a menudo se vierten desperdicios de la verdad, la ética, el honor y la moral de la política española.

El caso Dina/Iglesias es la tormenta perfecta que contribuye a demostrar la vulneración de la separación de poderes si se valida la gravísima filtración fiscal de favor al líder podemita. Logrado el Ejecutivo tras una investidura con déficit de escrúpulos por la naturaleza de la procedencia de algunos votos; consolidada esa mayoría en el Legislativo a veces con ayuda contradictoria de Ciudadanos; demostrada la docilidad mediática ante asuntos de escándalo que a la derecha nunca se le hubieran perdonado…la coalición de izquierdas persigue ahora el control del Poder Judicial con el que culminar la cuadratura del círculo. Con esa hoja de ruta queda acreditado que la teoría de la conspiración no hay que buscarla en la "derechona fascista" ni en las cloacas villarejas del Estado. Rebuscando en la propia cloaca del caso Dina encontramos motivos suficientes para desconfiar de los planes políticos de la coalición que nos gobierna tanto en periodos constituyentes como en tiempos de alarmante pandemia.

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