Opinión

Comercio Justo

EL COMERCIO Justo no es visible pero acaba llegando, finalmente, a sus destinatarios. Forma parte de la contraofensiva a nuestro papel irresponsable como consumidores, aquí, en los países denominados del Norte.

Llegadas estas fechas se hace obligatorio revisar, con urgencia, el desenfreno que asumimos con absoluta normalidad, a todos los niveles. No hay familia que no se vea comprometida con un nivel de gasto extraordinario y, en muchas ocasiones, hasta incomprensible. Sometidos a una cadena de acciones, damos hilo a una cometa que puede llegar a perderse entre los nubarrones que hacen necesario lo innecesario.

Curiosamente, se trata de celebrar el nacimiento de una persona que, paradójicamente, buscó la austeridad a lo largo de todos sus pasajes vitales y espirituales. No hay antecedentes históricos que confirmen que lo material deba primar por encima de cualquier otra consideración. Pero, lo más llamativo es que insistimos: celebramos dicho acontecimiento poniendo a prueba la capacidad de nuestras economías domésticas, un año sí y otro también, como principal argumento. Y nadie está libre de no subirse a una noria que gira a una velocidad incontrolable.

A todo esto le llaman navidad: una festividad que durante varias semanas jalonan varias fechas significativas que suponen un esfuerzo inasumible. Por unos días, las temidas hipotecas inmobiliarias pasan a un segundo plano al sor paso de la Navidad y otras fiestas de guardar. Cumplir o no socialmente se transforma en el reto que, en ocasiones, puede llegar a derivar en una auténtica enajenación. De forma irracional se abordan los estantes de los centros comerciales y tiendas de diversa naturaleza como si no hubiese mañana.

Y, con este peculiar estilo, aterrizamos en un año nuevo. Desnudos. Siguiendo una tradición distorsionada y difícil de entender. Pero, en toda hecatombe existe un mí- nimo rayo de esperanza. Ante la imposibilidad de desertar de un ensordecedor escenario encontramos una fórmula alternativa y fiel a la solidaridad: el Comercio Justo. Una noble fórmula que consigue transformar realidades allí donde se localiza la producción.

La denominada trazabilidad de cada artículo consigue sortear la amenaza de los tiburones, conocidos como intermediarios. Porque, en cada etiqueta, se respiran aíres de solidaridad. Porque, en cada venta, se genera una sinergia que permite desatrancar el pestillo de la puerta de las oportunidades. De origen a destino sin escalas. Al ejercer el papel de consumidor responsable se potencia una repartición de los recursos más ecuánime y equilibrada.

De momento, no hay expertos solventes en economía que nieguen la eficiencia de este notable argumento. Además, optar por esta filosofía también contribuye a fortalecer un necesario enfoque medio ambiental. Un universo de virtudes que se esconde bajo las etiquetas de una red de comercio casada con la justicia social. De cada uno o una de nosotros depende divorciarse.

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