Opinión

Como el perro y el gato

TENGO MUCHAS esperanzas depositadas en las jornadas sobre comportamiento de perros y gatos que se celebrarán en Ribadeo. No por mí, que no tengo perro ni gato. Pero de vez en cuando, más o menos desde los trece años, paseo a un amigo al que los perros le tienen cogida la matrícula. Cuando vamos a cruzarnos con uno, él (mi amigo) suele cambiarse de acera por iniciativa propia, pero de no ser así el perro enseña los dientes y el dueño tiene que aplicarse, porque van a por él. Ahora nada, porque los perros suelen ir atados, pero de chavales, cuando no recuerdo que hubiese tanta porquería canina suelta por las aceras, yendo un grupo de cuatro o cinco le mordieron a él por lo menos tres veces. Mi amigo no es una persona pacífica y tolerante por naturaleza, pero es ver acercarse un pastor alemán y convertirse en Lobezno, así que soy yo el que le hago de perro guardián. Francamente, no entiende que yo hable con los perros y mucho menos que ellos me contesten. Yo, por mi parte, me llevo mal con los gatos, tal vez porque les huelo a perro. Así funciona nuestra amistad: mi amigo maúlla cada vez que yo ladro. Juntos lo hicimos muchas noches a la luna. Nunca nos hizo ni caso.

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