Opinión

Cómo escribir una novela

CÓMO ESCRIBIR una novela sin escribir una novela, es decir, sin ser consciente de ello. Simplemente echarse a caminar sin un horizonte concreto, en horizontal, hacia lugares donde tropezamos siempre con nosotros mismos.

O arrancarse a jugar una partida contra uno mismo en la que es obligatorio hacer(se) trampas. Finalmente seremos tanto vencedores como vencidos, que es más o menos lo que nos ocurre a diario. De alguna manera escribir una novela puede ser apostar para quedar a pré. Pocas cosas hay más gratificantes que quedar a pré. En lo que sea: a bofetadas cuando eres crío, cuando lo dejas con la novia, con el banco años después, a insultos (con el banco también), etc, etc.

Hoy me he propuesto explicarles cómo escribir una novela sin darse uno cuenta. Un método indoloro de invención propia. Insípido también, pero eso es lo de menos.

Hoy me he propuesto explicarles cómo escribir una novela sin darse uno cuenta. Un método indoloro de invención propia. Insípido también, pero eso es lo de menos

Lo primero es retirar el reloj de la muñeca o buscar una aplicación que lo oculte del escritorio del pecé, si usted escribe en el ordenador. Esto no sirve para nada, pero tal vez transmita a su yo interior un sentido de determinación del que sin duda carece.

Acto seguido, usted comienza a escribir. Lo que sea. Ya le he dado yo un ejemplo nada más iniciar este texto. Una única idea entre ceja y ceja: tirar para adelante. Evite poner palabras que rimen, palabras malsonantes, palabras polisílabas y palabras mayores. Llegado a completar un párrafo, no se detenga a leerlo, por Dios. No hay error más grande que releer antes de tiempo. Usted escriba que ya habrá tiempo para leer, o no, y eso que saldrá ganando. Cuando lleve más de cinco minutos escribiendo, indefectiblemente, descubrirá que está hablando de sí mismo. Si no es así, no lo dude, concierte una cita con su psiquiatra. Y hágalo también si lo que está escribiendo sobre sí mismo es bueno. Si se está usted poniendo a caer de un burro, con pequeñas digresiones para hacer lo propio con su suegra, la hija de su suegra, su jefe, sus empleados, el vecino de enfrente, etc, etc, todo va bien: usted es un cabrón como otro cualquiera, no se distingue de la mayoría de sus semejantes. Eso es bueno, créame. Hay que volar por debajo del radar, como decía Dustin Hoffman en Héroe por Accidente (fíjese qué cosas se le quedan a uno en la cabeza).

En todo caso y, como acto de contricción (no, usted no tiene por qué saber qué es un acto de contricción y además no está de moda. El acto de contricción, no el saberlo: bueno, ninguna de las dos cosas). Esto que acaba de leer es una digresión: llene su novela de ellas. Los grandes escritores lo hacen, y si ellos lo hacen usted no va a ser menos. Es algo muy sencillo y a la larga resulta terapéutico. Y al contrario: hay gente hospitalizada por reprimir las digresiones a la hora de escribir. Acaban todo con estreñimiento, neurosis, migrañas y hemorroides. Esto último es un misterio, pero la vida está llena de ellos y la vida de los escritores no iba a ser menos. No iban a tener un descuento o una ampliación en el plan de vida del ciudadano medio. Si usted está intentando escribir una novela pensando en ese tipo de ventaja, deje de hacer el burro: no existe ventaja alguna.

Sospecho que esto es lo que ocurre: usted se quiere poner a escribir aprovechándose de mis consejos, persuadido de que ello le reportará una existencia mucho más ventajosa. No solo es usted un ingenuo sino que ahora mismo retiro de su vista mis servicios. Habrase visto.

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