Cruz Roja rescató de la calle a cuatro personas sin hogar en 2016 en la ciudad

Un grupo de diez voluntarios realiza turnos para salir a recorrer la ciudad todos los jueves por la noche repartiendo bebidas calientes, comida y mantas a las personas que no tienen techo

Un café caliente, una manta o, simplemente, algo de conversación. Parece poco pero para quien duerme en la calle es mucho. Por eso cada jueves Julio, Antonio o Manolo -todo ellos hombres sin hogar de Pontevedra- esperan antes de dormirse a que pasen por su zona los voluntarios de Cruz Roja de Pontevedra. Son solo gestos pero, en algunos casos, ese café, esa manta o esa conversación pueden tener un final feliz: salir de la calle. Este año le ha ocurrido a cuatro personas que, gracias al Proxecto de Atención Integral a Persoas Sen Fogar que lleva a cabo Cruz Roja en Pontevedra, han conseguido alquilar una vivienda, ya sea porque consiguieron una ayuda social o porque encontraron un trabajo.

Una de las actividades más importantes de este proyecto son las visitas nocturnas que realizan los voluntarios a las personas sin hogar. Cada jueves, un grupo de dos o tres voluntarios de la ONG recorre la ciudad ofreciendo bebida caliente, mantas y conversación a las personas que duermen en la calle. A través de estos encuentros, Cruz Roja establece una relación con las personas que no tienen hogar y estudia cómo puede ayudarles. "Es un trabajo difícil y frustrante. A veces, solo conseguir que una persona vaya a un comedor social ya es mucho", cuenta Lupe Blanco, técnica del proyecto, mientras tres voluntarios preparan algo de café, un termo con sopa y algo de comida para salir de ruta.

Las visitas sirven para controlar la salud de los usuarios y hacer un seguimiento de cada caso semanalmente

La primera parada de este recorrido es ante el Hospital Provincial, donde pasa las noches Julio, un hombre que, antes de vivir en la calle, trabajó en Alemania y compra todas las mañanas el periódico Der Spiegel para estar informado de la actualidad en el país germano. "Cuando veo pasar un coche de la Cruz Roja ya creo que viene a visitarme, aunque no sea jueves, porque ellos vienen siempre por aquí y estoy pendiente", cuenta.

La siguiente parada es en la Glorieta de Compostela, en donde pasa las noches Antonio. Ya se encuentra medio dormido, pero espera la visita de los voluntarios mientras escucha en la radio un partido de fútbol. Tras él, es el turno de Manolo (al que visitaban junto a Marcos, que falleció este lunes) en el entorno de la Plaza de Galicia. Después, les siguen otros tantos. Así durante más de dos horas de recorrido en el que los voluntarios se interesan por la salud de las personas sin techo.

"Hay muchos motivos por los que una persona puede acabar en la calle, nosotros lo que hacemos es asesorarles, informarles de las opciones que tienen para salir de esa situación. Lo que pasa es que primero tienen que confiar en nosotros y con estas visitas conseguimos acercarnos a ellos", explica Blanco. A veces, los voluntarios tienen que lidiar con problemas de alcoholismo o el consumo de substancias estupefacientes entre las personas de la calle. "El perfil suele ser un hombre de mediana edad, pero últimamente notamos un aumento de mujeres. Por otra parte, también hay personas que reciben algún tipo de ingreso pero, al tener algún tipo de adicción, el dinero no le alcanza como para poder permitirse una vivienda.

Entre las demandas que recibe este servicio está la tramitación de documentos de identificación o cartillas médicas. "Nosotros nos encargamos de pagar las tasas de renovación para que las personas estén documentadas. Además, los voluntarios acompañan a las personas sin hogar a hacerse las fotos para el carné, a la Policía Nacional... lo que sea necesario", cuenta Blanco, que recuerda que la Cruz Roja es la única entidad que ofrece este servicio en Pontevedra. Para lo demás, la entidad se basa en el trabajo en red con otras organizaciones como los albergues o el banco de alimentos.

La finalidad es brindar la oportunidad de salir de la calle a quien duerme cada noche en ella. "Es duro, pero merece la pena. Cuando lo consigues, la satisfacción es enorme", cuenta Blanco.

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